Siempre fuiste tú

Capítulo 1

Varios años antes

 

Marisol caminaba por el pasillo de la escuela buscando el salón de clases que le correspondía. Era su primer día en el bachillerato y estaba emocionada, aunque un poco nerviosa y cohibida.

Toda su vida, había estudiado en colegio de monjas para niñas y señoritas, y ahora, por primera vez, estaba en una escuela mixta. También le asombraba la inmensa cantidad de estudiantes que había en esta escuela. Acostumbrada a selectos grupos relativamente pequeños, ahora se sentía algo abrumada.

Iba distraída mirando su horario cuando un grupo de chicos que corrían toparon con ella y la tiraron al suelo dándose un tremendo sentón.

— Lo siento. — Gritó uno sin detenerse mientras los demás reían y seguían corriendo.

Frustrada y molesta, aún en el suelo, empezó a recoger sus cosas.

— ¿Estás bien? — Preguntó una joven inclinándose junto a ella y ayudándola a levantar sus libros.

— Si, gracias. — Respondió Marisol sorprendida. — En realidad, sólo me duele el orgullo.

La otra joven soltó una pequeña risa mientras seguía levantando más libros. De pronto, una mano apareció frente al rostro de Marisol, sorprendiéndola.

—Deja te ayudo. — Le dijo un joven que estaba de pie frente a ella.

Marisol se ruborizó.

— Gracias. — Dijo en voz baja tomando la mano y levantándose.

— ¿Te lastimaste? — Le preguntó el joven. — ¿Quieres que te lleve a la enfermería?

— No, gracias. — Respondió ella ruborizándose un poco. — Estoy bien. Le decía a la compañera que sólo me duele un poco el orgullo.

— Pues tienes un orgullo muy bonito. — Dijo el joven mirando rápidamente hacia sus caderas haciendo reír a la otra joven y sorprendiendo totalmente a Marisol.

— Toma. — Dijo la otra joven entregándole el resto de sus cosas. — Creo que es todo.

— Gracias. Soy Marisol. — Dijo extendiéndole la mano a la chica.

— Yo soy Eva. — Respondió la otra con una sonrisa.

— Y yo soy Adán. — El joven sonrió ampliamente y le extendió también la mano.

— ¡Qué gracioso! — Dijo Marisol frunciendo el ceño. — ¿Entonces yo soy la serpiente?

— ¡Noooo! — Exclamó el joven soltando una carcajada. — ¡De verdad me llamo Adán! ¡Miren!

Sacó de su bolsillo su credencial de estudiante y se las enseñó.

 — Pensé que bromeabas. — Dijo Eva aún riéndose.

— ¿Honestamente? — Respondió él. — Nunca me había tocado conocer a una Eva.

— Ni yo a un Adán. — Dijo ella a las risas.

— ¿En qué salón están? — Preguntó Adán.

— Me tocó el 14. — Dijo Marisol mirando su programa académico.

— ¡A mí también! — Exclamó Eva. — Lo estaba buscando.

— Es ese de allá. — Señaló Adán. — Apúrense que ya casi no quedan lugares.

— ¿Cómo sabes? — Preguntó Marisol caminando hacia el aula junto a ellos.

Adán sonrió.

— Nos tocó el mismo salón. — Dijo encogiéndose de hombros.

Entraron al aula y las jóvenes eligieron dos asientos juntos. Adán se acercó a donde estaban sus libros y regresó para sentarse junto a ellas.

A partir de ese día, los tres se hicieron amigos inseparables.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.