Siempre fuiste tú

Capítulo 2

Adán se había hecho buen amigo de Eva y Marisol. Bromeaba mucho con la primera por la coincidencia de sus nombres e, incluso, la llamaba “madre de mis hijos” y siempre mencionaban a Caincito y Abelito. Bromas que Eva seguía muy divertida. Pero era Marisol quien lo tenía cautivado. La joven era audaz y parlanchina, increíblemente inteligente y culta y de carácter agudo y mordaz, aunque, en realidad, escondía una vulnerabilidad que lo intrigaba y despertaba un extraño deseo de protegerla. ¿De qué? Lo ignoraba, pero en ocasiones, cuando ella pensaba que nadie lo notaba, en sus ojos aparecía una mirada triste.

Poco a poco, con algunos tropezones al inicio, su relación con la joven se fue fortaleciendo y, para cuando terminaban el bachillerato, ya eran novios a pesar de los recelos y la mala predisposición inicial de los papás de Marisol, estrictos y controladores, además de dirigentes activos de un grupo religioso dentro de su parroquia.

Si habían aceptado la relación de Marisol con Adán, es porque el joven era serio y responsable, y se había presentado en la casa de ella para pedir permiso formalmente y aguantar todo el interrogatorio al que lo sometieron los señores.

 

El último día de clases, fueron junto con Eva, a comer para celebrar el haber terminado el bachillerato, y ahí su amiga les confesó que no iba a entrar a la universidad, que se iba a ir unos meses fuera de la ciudad para capacitarse en la aplicación de uñas y alejarse de una relación difícil que tenía con Fernando su “novio” de toda la vida.

 

Cuando se despidieron de Eva, Adán llevó a Marisol a su casa y se quedaron conversando en el porche.

— ¿Qué voy a hacer ahora sin mi amiga? — Dijo ella con tristeza.

— Enviarle mensajes todos los días. — Sonrió Adán. — Vivimos en una época de comunicaciones instantáneas, así que no vas a perder contacto en lo absoluto. Quédate tranquila.

— Pues sí pero… ¿Te das cuenta que ahora nos va a costar mucho trabajo salir juntos? — Respondió Marisol mirándolo con seriedad. — Antes teníamos a Eva de chaperona, pero sin ella… No sé mis papás cómo lo vayan a tomar.

— ¡Pues no salimos! — Adán se encogió de hombros. — Si nos tenemos que quedar platicando aquí en el porche de tu casa ¿Cuál es el problema?

 

Seis meses después, Eva regresó a la ciudad e instaló un salón de uñas. Retomó su amistad con Fernando y, al poco tiempo, se casaron.

Marisol y Adán seguían su relación. Él estaba estudiando Ingeniería en Mecatrónica y ella Contabilidad. Aunque estaban en diferentes facultades se las arreglaban para seguirse viendo y fortalecer sus sentimientos.

 

Poco tiempo después, la tragedia los golpeó de lleno. Los padres de Adán fallecieron en un accidente automovilístico. Un borracho se cruzó un semáforo en rojo y golpeó de lleno el auto donde iban los señores, quienes murieron al instante.

Durante el velorio, Adán intentaba mostrar entereza, pero en realidad estaba devastado. Era hijo único, sin más familia que sus padres.

Marisol lo acompañó todo el tiempo, los padres de ella también con algunos miembros de la iglesia. Eva, Fernando y sus familiares también estuvieron a su lado. La sala de velación estaba llena de compañeros de escuela y maestros. Adán era muy querido por todos, excelente estudiante y muy buen amigo.

— ¿Qué vas a hacer ahora? — Preguntó el papá de Marisol, más por curiosidad que por ganas de ayudar.

— Solicité una beca para irme a Alemania a tomar una especialidad. — Contestó Adán, con amargura, sin despegar la vista de los ataúdes. — Espero que me la otorguen.

El hombre sólo asintió.

Cerca de la media noche, se acercó a su hija para decirle que se fueran.

— Papá. — Suplicó ella con tristeza. — Por favor, no quisiera dejarlo solo.

— ¿Cómo crees que te vas a quedar aquí sola con él?

— ¡Está velando a sus papás! — Exclamó Marisol tratando de no levantar la voz.

— Nosotros también nos vamos a quedar a acompañarlo. — Dijo Fernando, el esposo de Eva, interviniendo. — No creo prudente que Adán se quede sólo esta noche.

El hombre meditó un momento y luego, a regañadientes, aceptó.

— Bien, doctor. — Le respondió a Fernando. — Marisol se queda a su cargo.

Por mera formalidad, se acercaron a despedirse de Adán para luego retirarse. Muchos deudos ya se habían despedido antes, así que un rato después, sólo las dos parejas quedaban en el velatorio.

— ¿Quieres un café? — Le preguntó Marisol a Adán en voz baja, pues los otros se habían quedado dormidos, abrazados, en un sofá.

Él sólo asintió sin decir nada, y se levantó rumbo a la cafetería. Marisol lo siguió.

Ambos se prepararon una taza para cada quién y se sentaron a beberlo.

— ¿Cuándo sabrías lo de tu beca? — Preguntó Marisol luego de un momento.

— En un mes a más tardar. — Musitó Adán

Luego, para sorpresa de la joven, empezó a llorar desgarradoramente. Ella se levantó de su silla y corrió a abrazarlo tratando de consolarlo, pero ¿Qué podía decirle? Había perdido a sus amorosos padres en un instante y su futuro era de lo más incierto.




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