Siempre fuiste tú

Capítulo 5

Marisol estaba terriblemente angustiada. Tenía varios días de retraso en su menstruación y, ante la sospecha de estar embarazada había acudido a Fernando, el esposo de su amiga Eva para hacerse una evaluación.  La misma Eva estuvo acompañándola en la consulta y, cuando Marisol vio que el resultado era positivo, se derrumbó totalmente, llorando sin consuelo.

Fernando la miraba en silencio mientras Eva trataba de consolarla.

— ¡Mis papás me van a matar! — Exclamó Marisol entre sollozos. — ¡No me quiero imaginar lo que harán cuando se enteren!

 — Deberían ponerse felices de que van a ser abuelos. — Se atrevió a decir Fernando.

— No los conoces. — Sollozó Marisol. — Son terriblemente estrictos y les importa muchísimo el “qué dirán”. Su imagen ante el grupo parroquial es demasiado importante para ellos.

— No estás sola amiga. — Le dijo Eva. — Nos tienes a nosotros.

— Y a Adán. — Completó Fernando. — Le vas a decir ¿Verdad?

— ¡No! ¡Él no debe enterarse por ningún motivo! — Gritó la joven horrorizada.

— ¿Por qué? — Preguntaron Eva y su esposo al mismo tiempo.

— Porque, si le digo, se va a regresar inmediatamente y va a perder la beca por la que tanto luchó. Y es capaz de dejar la escuela para ponerse a trabajar y mantenerme. ¿Se imaginan? Sé que lo haría, pero… ¿Y si algún día me lo echa en cara? ¿Si le llega a pesar el renunciar a todo por un hijo que no esperaba? Yo no podría vivir con eso.

— Pero es su hijo Marisol. Él debe saberlo. — Insistió Fernando.

— Se lo diré. Lo prometo. — Asintió la joven. — Pero cuando termine su beca. Es sólo un año. Cuando regrese lo sabrá todo. Ahora no necesita distracciones de ningún tipo para poder estudiar la especialidad. Acaba de perder a sus papás ¿Y perder también la carrera? No, no podría hacerle eso.

— ¿Estás segura? — Preguntó Eva con preocupación.

— Si. Por favor no le digas nada. — Suplicó Marisol. — Prométeme que no le dirás nada. No soportaría que perdiera esa beca por mi culpa. Luchó muchísimo para conseguirla.

Eva y Fernando sólo se miraron en silencio mientras su amiga seguía llorando.

 

Luego, decidieron acompañarla a su casa. Mientras iba en el auto de ellos, Marisol le envió a Adán un correo terminando su relación. Lloraba mientras lo hacía. Fue la cosa más dolorosa que hizo en su vida. Odiaba mentirle. Lo amaba, y por lo mismo, creía estar tomando la decisión correcta.

 

Una vez que lo envió, bloqueó al joven de todas sus redes sociales.

— Perdóname. — Pensó abatida. — Espero que algún día puedas entenderlo.

Cuando llegaron a la casa de Marisol, ella soltó un profundo suspiro tratando de reunir el valor para bajar del auto.

— ¿Quieres que entre contigo? — Le preguntó Eva.

— No. No va a ser nada agradable lo que podrías escuchar.

— ¿Quieres que esperemos un rato acá afuera? — Preguntó Fernando.

— Gracias, pero creo que es mejor que se vayan. — Dijo Marisol dando un beso en la mejilla a su amiga. — Muchas gracias por todo. Y por favor, no le digan nada a Adán.

Ambos asintieron en silencio, y una vez que Marisol bajó del auto Fernando arrancó.

— No quisiera dejarla sola. Sus papás son horribles. — Dijo Eva mirando a su amiga a través del retrovisor.

— No lo vamos a hacer. — Respondió su esposo. — Sólo voy a dar la vuelta a la cuadra.

— Gracias. — Dijo respondió ella con una sonrisa acercándose a besarlo en la mejilla.

 

Marisol entró lentamente a su casa, iba sobrecogida de miedo. Conocía a sus padres y, aunque no eran violentos físicamente, sabía que podían ser extremadamente crueles.

— ¿Dónde diablos estabas? — Preguntó su padre al verla. — ¡Hace horas deberías estar aquí!

— Se me hizo tarde, lo siento. — Respondió Marisol apenas sin voz y con la mirada baja.

Su madre salió de la cocina al escuchar las voces. La observó un momento y preguntó con el ceño fruncido.

— ¿Por qué vienes así? ¿Por qué estuviste llorando?

— ¿Qué hiciste? — Exclamó su padre levantándose de un salto del sillón donde estaba.

Marisol los miró por un instante sopesando la situación. Y decidió que lo mejor era enfrentarlos de una vez por todas y no posponer lo inevitable.

— Fui a consulta. Me hicieron unas pruebas… Estoy embarazada.

 Sus padres la miraron por un momento sin reaccionar, luego de un instante, el hombre se le fue encima y le pegó una bofetada

— ¡Cómo te atreviste a faltarnos al respeto de esa manera!

Gritó colérico.

— ¡Qué vergüenza! — Exclamó su mamá cubriéndose el rostro con las manos — ¿Te imaginas lo que dirán de nosotros en la iglesia?

— Que eso de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, al parecer no incluye a una hija. — Se atrevió a decir Marisol frotándose la mejilla donde había sido golpeada.




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