Lucía empujó la puerta del laboratorio de programación y el olor a café quemado le golpeó los sentidos. Su corazón latía con fuerza; era su primer día de universidad y todo parecía gigantesco; escucho en las filas de computadoras, el murmullo de los compañeros, los monitores parpadeando como pequeñas ventanas a mundos desconocidos.
Caminó entre los escritorios, tratando de no tropezar con los cables en el piso. Cada paso la acercaba a su destino, pero también a algo que no podía explicar. Y entonces lo vio.
Él estaba allí, junto a un amigo, riendo como si el mundo no existiera. Daniel. La primera vez que sus ojos se cruzaron, Lucía sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No sabía quién era ni por qué ese simple vistazo le había hecho el corazón brincar, pero algo dentro de ella se encendió, un fuego pequeño pero imposible de ignorar.
Trató de concentrarse, siguió caminando, saludó a sus compañeros con una sonrisa que no terminaba de convencerla y finalmente se sentó. Su mente, sin embargo, seguía atrapada en esa mirada.
—¿Tienes novio? —preguntó alguien desde el escritorio de al lado, rompiendo su ensimismamiento.
Antes de que pudiera responder, Tomás apareció. Su “novio perfecto” en apariencia: sonrisa impecable, flores en la mano y un aire de seguridad que parecía casi ensayado. Se sentó junto a ella, y todo lo demás desapareció de la sala, excepto la mirada intensa de Daniel, que no paraba de observarla desde el otro extremo del laboratorio.
Lucía tragó saliva. Su corazón se tensó y un nudo se formó en su estómago. No era momento de acercarse. Ni siquiera sabía si algún día lo sería.
Mientras Tomás hablaba y contaba historias ligeras, ella no podía quitarle los ojos de encima a Daniel. Él seguía allí, con esa sonrisa despreocupada y una luz en los ojos claros que parecía decir algo que Lucía todavía no podía entender.
Y en un instante silencioso, mientras los demás reían y tomaban apuntes, Lucía comprendió algo que no podía negar: este primer día de universidad había cambiado más de lo que ella imaginaba.
Daniel se inclina hacia su amigo y murmura algo que ella no alcanza a oír, pero que hará que su mundo se sacuda en los días siguientes.
Editado: 18.09.2025