Lucía no podía negar lo que sentía. Cada vez que Daniel le hablaba, su corazón se aceleraba; cada risa compartida era un recordatorio de que algo más profundo que la amistad estaba creciendo entre ellos. Sus días se llenaron de pequeñas aventuras: caminatas por la universidad, cafés después de clases, y largas conversaciones sobre sus sueños y miedos.
Daniel también cambiaba. Las fiestas desenfrenadas y los excesos de su pasado quedaron atrás, al menos mientras estaba con Lucía. Sus amigos bromeaban entre ellos: “Esa chica te tiene hechizado, Daniel”. Él solo sonreía, porque no podía negar lo que sentía.
Una tarde, mientras trabajaban en un proyecto juntos, Daniel la miró fijamente durante un silencio incómodo.
—Lucía… —susurró, con una voz que apenas podía controlar—, quiero que estés conmigo, de verdad.
Ella sintió que el mundo se detenía. Su corazón palpitaba desbocado. Por un instante, todo lo que habían compartido cobró sentido: risas, miradas, secretos. Sin pensarlo, lo abrazó y dejó que sus emociones hablaran por ella.
—Sí… —murmuró—. Quiero estar contigo.
Esa noche, mientras caminaban por los pasillos iluminados por los faroles de la universidad, Daniel tomó su mano y la entrelazó con fuerza. Sus dedos encajaban como si siempre hubieran pertenecido allí. Cada gesto, cada roce, era un recordatorio de que el amor podía aparecer de la manera más inesperada.
Pasaron los meses disfrutando de su incipiente relación. Salidas al cine, cafés improvisados, tardes de estudio compartidas… Todo parecía perfecto, pero Lucía notaba algo: Daniel a veces se quedaba pensativo, con la mirada perdida, como si algo la preocupación lo atormentara.
Una tarde, después de una clase larga, Lucía lo acompañó a la puerta del laboratorio. Daniel se detuvo y la miró a los ojos, más serio de lo habitual.
—Lucía… —dijo bajando la voz—, quiero que sepas que lo que siento por ti es real. Pero… hay cosas de mi pasado que podrían complicarnos.
Ella lo miró, sorprendida.
—No me importa tu pasado. Solo me importa ahora, aquí contigo.
Daniel sonrió, pero un destello de preocupación cruzó su rostro. Sabía que no todo sería fácil, que algunas pruebas estaban por venir, pero en ese momento solo quería disfrutar de Lucía.
Mientras caminaban de regreso al campus, Daniel recibió un mensaje que lo hizo detenerse en seco. Su sonrisa se desvaneció y sus dedos temblaron al sostener el teléfono. Lucía lo miró preocupada, sin saber que ese mensaje cambiaría todo lo que habían construido hasta ahora.
Editado: 18.09.2025