Siempre hay una segunda oportunidad.

Prólogo.

-¡Eso no puede ser cierto!- dijo la anciana señora Benson cuando el doctor le informó que a su nieta se le había encontrado un pequeño tumor en el cerebro.

-Señora Benson, entiendo que no pueda aceptar el diagnóstico, pero debe entender que si no empezamos a tratar a su nieta el tumor puede crecer y puede crear un problema mayor con consecuencias irreversibles.

-Lo sé doctor, pero aún no puedo explicarme ¿por qué a mi nieta? Ella es una jovencita,  ¿cómo pudo pasar esto?

-Verá señora Benson- dijo mientras se quitaba los anteojos y los colocaba sobre su escritorio- Es cierto que dentro de su familia no se había presentado un caso similar al de Annie anteriormente, es cierto que es muy poco probable que los adolescentes desarrollen éste tipo de enfermedades pero los chicos de hoy están demasiado expuestos y se han vuelto más propensos.

-¿Qué significa eso?

-Me explico, los cambios climáticos, las radiaciones a las que se exponen por medio de sus teléfonos celulares, el estrés y muchos otros elementos como algunas enfermedades por ejemplo, provocan que a 10 de cada 4000 adolescentes se les generen enfermedades, tumores, etc.

-pero ¿por qué precisamente a mi nieta tenía que pasarle esto?

-Ya se lo dije, es cuestión de suerte que adolescentes sin parientes que han tenido enfermedades como el cáncer en su árbol genealógico sean ‘‘escogidos’’ para tenerla; pero en el caso de su nieta hablamos de un tumor maligno en el lóbulo frontal izquierdo, es maligno pero  aún no hablamos  de un cáncer totalmente desarrollado.

-Supongo que eso es un alivio- dijo la anciana irónicamente.

-No, no lo es. Pero significa que estamos a tiempo para evitar que algo peor le suceda.

-Entiendo- dijo soltando un suspiro cargado de tristeza.

-Bien. Le dejaré la cita para el miércoles, procure que su nieta no falte a ninguna ya que empezaremos hoy por hacerle algunos exámenes preliminares para identificar el tipo de tratamiento adecuado para ella- dijo mientras firmaba la receta médica y la cita.

-Está bien- dijo mientras extendía su mano para tomar los papeles que el doctor sostenía.

La señora Benson salió del consultorio cabizbaja, tratando de ahogar las lágrimas. Su nieta que la esperaba sentada en la pequeña sala de espera se dio cuenta inmediatamente y con un tono preocupado le preguntó:

-¿Sucedió algo malo?- la anciana empezó a llorar mientras abrazaba a su nieta con fuerza como si no quisiera dejarla partir.

Luego de que la señora Benson y su nieta se marcharan, la enfermera llamó a la madre del próximo paciente: Kenneth Monroe. Su madre entró con un paso lento, traía en brazos a un niño pequeño al que seguía un chico con un aspecto terrible y lamentable.

El doctor les indicó que se sentaran, estaba de espaldas viendo hacia la ventana, sabía que las noticias que estaba a punto de darles no eran las mejores pero en algún momento tenía que decirlas. Dio un suspiro largo, se dio la vuelta y dijo:

-Tengo malas noticias señora Monroe- el rostro de la mujer de treinta y cinco años palideció instantáneamente al escuchar aquellas palabras- Comenzaremos el tratamiento otra vez antes de lo previsto.

-Pero usted dijo que no tenía que someterse de nuevo al tratamiento tan pronto, ¿entonces por qué ha mantenido a mi hijo ingresado casi más de un mes en éste hospital?

-Mamá, escúchalo primero- la interrumpió su hijo mirando hacia el frente, como si nada pudiera distraer su atención sobre el doctor.

-Señora Monroe. Kenneth ha tenido subidas y recaídas, la enfermedad va avanzando independientemente de si ha estado ingresado o no. La  primera Quimioterapia no fue suficiente. Hemos estado haciéndole muchos estudios para saber con qué más atacar la enfermedad, si usted está de acuerdo empezaremos pasado mañana con la segunda quimioterapia, luego si hace falta probaremos con la radioterapia.

-¿No puede hacerle una cirugía?

-Me temo que está demasiado débil como para soportar una cirugía por el momento, no es que la quimioterapia no le vaya  a seguir lastimando pero tenemos que continuar con en tratamiento lo más pronto posible.

La mujer sentada en ese frío consultorio empezó a llorar, se tapó el rostro con ambas manos sin importarle lo demás, sabía que su hijo estaba grave y tenían que hacer todo lo posible por comprarle tiempo.

 Sintió un par de manos sobre su regazo, un par de manos horriblemente delgadas pero cálidas acompañadas por una sonrisa tranquilizadora que le indicaba o al menos trataba de decirle que todo iba a estar bien.

-Quiero que el lunes estén aquí a las 8:00 a.m quiero evaluarte ¿de acuerdo?- dijo dirigiéndose al muchacho- Por eso mismo, necesito que te quedes aquí hasta unos días más, luego de la quimioterapia te volveré a evaluar para decidir si está bien enviarte a casa.




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