La puerta se abre despacio, pareciera que intentan no hacer ningún ruido pero igual término despertándome al verlos entrar. Primero entra una pequeña figura con carita de mounstro que salta inmediatamente sobre mi cuando esta junto a la cama. Mamá lo regaña e intenta bajarlo jalando uno de sus pequeños pies pero el pequeño mounstro se rehúsa a bajarse.
Cuando mamá se da cuenta que no lo podrá bajar, se queda parada viéndome, con una mirada tranquilizadora intentando esconder su tristeza y las lágrimas. Se da cuenta que me estoy poniendo nervioso y dice:
-La enfermera nos avisará cuando nos tengamos que ir.
-Vinieron un poco temprano- volteo a ver el reloj sobre la mesita de noche- apenas son las 6:30 a.m
-No quería atrasarme con el tráfico, ¿Te hemos despertado?
-No te preocupes, igual no iba a poder seguir durmiendo mucho- digo mientras empiezo a buscar a mi hermanito debajo de las sábanas.
-¡Simon, sal de ahí ahora mismo¡- le grita mamá a Simon aún sabiendo que al pequeño mounstro no lo va a sacar hasta que yo salga de esta horrible cama de hospital.
-Ven pequeño, es hora de salir de aquí- le digo mientras me bajo cuidadosamente para no votar la bolsa que cuelga con el suero sobre esa odiosa barra de metal que debo cargar todos los días.
-¿Quieres ir a desayunar primero?- dice ella mientras toma a Simon en brazos.
-Por favor- Nos ponemos en marcha, yo salgo primero de la habitación, arrastrando este estúpido suero conectado a mi mano izquierda.
Salimos por el largo pasillo del departamento de Oncología del Hospital Wane McPherson. Donde todas las habitaciones son iguales por fuera, todo se mira igual a excepción de que en la hilera derecha son las habitaciones para las niñas y la izquierda para los niños.
No sé cómo demonios vine a parar aquí, es decir, es extraño y un poco difícil acostumbrarte a vivir dentro de estas cuatro paredes de color celeste y blanco pero por alguna razón creo que me gusta un poco vivir aquí porque siempre hay alguien interesante con quien platicar en la sala de descanso de los ancianos claro, aquí no hay muchos adolescentes, la mayoría son niños pequeños pero también hay tres adolescentes, incluyéndome.
Hay un chico del seis que tiene doce años, una chica del dos con catorce y yo en el cuatro con diecisiete años. Normalmente en cada habitación mantienen a dos pacientes, pero en la mía sólo estoy yo.
Aunque ya me acostumbré a vivir aquí, ya extraño mi casa; espero que el doctor me permita irme por un tiempo a jugar videojuegos todo el día o hasta ir a clases a la universidad.
Llegamos al cafetín del hospital, me agrada decir que aquí todo huele tan bien, quizás se deba a que muero de hambre y la cocinera es amiga mía, una mujer latina llamada Rosa que ha preparado huevos con tocino. Yo no diría que no me gustan, sino que ¡me encantan! Es mi desayuno favorito.
Cuando me ve entrar, me saluda amigablemente con la mano y empieza a preparar mis huevos sin que yo se lo pida, ella me los cocina casi todos los días, siempre que tenga apetito y no tenga una recaída. Adoro sus huevos con tocino, tostadas de pan, jugo de naranja y una manzana u otra fruta.
Cuando estoy en casa, mamá nos los prepara a mis hermanos y a mí, todavía no sé cuáles son mejores pero creo que un día de éstos las voy a poner a competir para escoger a la mejor, aunque pensándolo bien, mejor no o mamá no me lo perdonaría nunca.En fin, cuando llegamos a la barra, ella ya los ha servido en una bandeja, la pone frente a mí y dice en español:
-Como a ti te gustan Kenny- con una gran sonrisa.
-Muchas gracias- le respondo también en español mientras tomo la bandeja y espero a mamá y a Simon.
Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, tenía tantos días sin ver el cielo azul acompañado por el sol; normalmente desayuno en mi cuarto porque no me permiten salir mucho de ahí, pero hoy puedo ver por lo menos por un momento todo lo que me estoy perdiendo ahí afuera.
Mamá nota que estoy distraído viendo hacia el cielo y dice:
-Veo que has hecho algunos amigos por aquí.
-No muchos en realidad, los únicos con los que platico son los ancianos y Rosa la cocinera de vez en cuando- mamá desvía la mirada hacia Simon, puedo notar su tristeza pero dada la situación lo único que podemos hacer es seguir adelante.
-¡Simon! Come todo tu desayuno o te castigaré- le dice mamá a Simon quien está jugando con su comida.