Una semana con dos días y trece horas… Eso es el tiempo que tenemos desde que estamos juntos y a ella parece ya no importarle nada.
Lo sé porque, la sorprendí por nuestra primera semana juntos y dijo que lo había olvidado, estuve muy cariñoso todo el día y ella simplemente me apartaba o me dejaba ignorado, ahora está un poco distante pero ya no tanto.
Es por eso que me pregunto si de verdad hice lo correcto al confesarme. No me quiero arrepentir pero…
La busco por los pasillos de la universidad y la encuentro platicando al fondo de la cafetería con Johan, el líder y vocalista de su banda que no es una banda como las de la escuela, sino que es sólo una banda.
Ella está riendo aunque nerviosamente y eso me alegra, claro que me alegra. No puedo evitar sentir que conmigo ultimadamente no sonríe así. Es más, casi no lo ha hecho desde que estamos juntos, a veces me pregunto si esa frase de “Los hombres son de júpiter y las mujeres de marte” fue citada por alguien que estuvo en la misma situación que estoy yo ahora.
Me acerco despacio pero no la toco porque sé que ella me apartaría sigilosamente de ella y no quiero eso.
-Hey- les digo a los dos- ¿Cómo están?
Genial, recibo las miradas extrañas pero la más amenazadora y casi asesina es la de Johan. Me observa, cada movimiento que hago, cada gesto.
-Kenny…-empieza Annie- Qué gusto verte-lo dice sin mirarme.
-Que gusto verte también. Le digo sonriendo como todo chico adorable.
El incómodo silencio que se sienta sobre nosotros es difícil de olvidar, ya había sucedido una vez y ahora también está sucediendo. Sé que hay algo más detrás de todo esto.
-Entonces- digo y hago énfasis al final para romper el silencio.
-Será mejor que me vaya- dice Johan con su horrible actitud de chico malo, se detiene para abrazar a Annie e incluso hasta ¡Besa su nejilla! Eso es algo que no hacía para despedirse de ella o de cualquier chica ¿cierto?
Lo peor es que Annie le corresponde y se despide con un casual:
-Te llamo luego.
Lo observamos irse y permanecemos sin hacer contacto visual, no sé si sentirme indignado, engañado, feliz por que no ha perdido su amistad o que tengo un par de cuernos de alce imaginarios en mi cabeza. Aparto ese pensamiento y me obligo a decirle algo:
-¿Lista para ir a casa?
-Uh. Yo… pensaba que podríamos, ya sabes…- asiente en la dirección donde se acaba de ir el “Rebelde sin causa” Aprieto mi estómago y trago mi orgullo.
-Seguro- dije antes de darme media vuelta, salí de la cafetería y busqué a Max para que me diera un aventón lo más rápido posible. Lo encuentro justo en la salida, me acerco corriendo y le digo:
-¿Puedes llevarme a mi casa?
-Seguro amigo, pero… ¿Y a ti qué te pasó?
-¿Porqué lo dices?
-Te ves horrible- dice examinando mi rostro- ¿Pasó algo malo?
-Nop. Sólo quiero ir a casa.
Me llevó el resto del camino en absoluto silencio. Gracias a Dios. Porque podría ponerme un poco histérico si alguien me pregunta si pasó algo malo.
No es que no confíe en mi mejor amigo pero, sólo quiero pensar en silencio, bajo la comodidad de mi cama, sin tener que explicar cada cosa que pasa en mi vida.
Mi casa está vacía al llegar, le pido que me deje en la calzada y se va. Agradezco su comprensión y hago una nota mental para agradecerle algún día todo lo que ha hecho por mí. Desde seguirme y dejar las comodidades y los lujos de nuestra antigua universidad, hasta ser mi confidente y psicólogo (que no ayudó en nada, por cierto) pero lo que importa es que él siempre ha estado ahí para mí.
Dos horas después, estoy acostado en mi cama, viendo al techo. Mi apetito se ha ido, mi mamá va a trabajar hasta tarde, Bryson se fue hace dos días a Canadá porque dijo que tenía cosas pendientes por allá.
La casa se funde en un silencio pacífico y surrealista que me hace sentir soñoliento, hasta que, claro mi mejor amigo me llama por teléfono y dice estar en la entrada de mi casa, esperando a que yo baje para entrar, le digo sin ganas que suba hasta mi habitación corriendo, lo escucho desde la segunda planta, luego abre mi puerta de un solo golpe y dice:
-A que no adivinas, ¿A quién he visto salir de la casa de tu novia?
-No estoy de humor- le digo y le doy la espalda aún acostado en mi muy cómoda cama.
-¡No estoy bromeando! Saca ese culo flojo de la cama y ve a enfrentarla.
-No quiero- le digo agarrando más fuerte las sábanas que ha empezado a jalar para sacarme de aquí.
-¿Qué jodidos pasa contigo? Si yo tuviera una novia como ella, me convertiría en un pitbull para evitar que cualquier afeminado con delineador en los ojos intente quitarmela.
-¿No lo entiendes, cierto?- digo calmado.
-Sí. Veo que eres un estúpido por permitir que otro venga y se lleve a tu chica. ¿Acaso no es así?
-¡Por supuesto que no!- espeto al fin de tanto- Ella se comporta de una manera muy extraña, en un instante me quiere y es muy cariñosa, al otro ni siquiera me conoce y no se esfuerza por ocultarlo.