Siempre hay una segunda oportunidad.

Los prefiero marrones.

El domingo por la mañana, Annie me pidió que la llevara a su práctica con la banda, decidí dejarla e ir por ella cuando terminen al medio día porque todavía no trago al rebelde sin causa de Johan.

Así que cuando fui por ella al medio día, toqué el timbre de su casa, el innombrable salió, me agarró de la camisa, cerró la puerta y comenzó a decir:

-Todavía no acepto esto, no sé qué o cómo la convenciste para que fuera tu novia pero escúchame bien, si me entero que la haces llorar te voy a golpear hasta la muerte.

-¡Eso ya lo hice idiota!- me armo de valor- ¡Y fue por tu culpa! Si tan sólo dejaras de meterte entre ella y yo sería genial, todo va a estar bien porque no nocesitamos tu aprobación para estar juntos.

-Sólo cuida tu espalda el día que la cagues y termines haciéndola llorar porque yo iré detrás de ti- Me suelta bruscamente y se mete dentro de la casa. Minutos después Annie sale de ahí ignorando mi pequeña confrontación de hace unos momentos.

Una semana después de ese enfrentamiento, Annie y yo estamos pasando el rato en el patio trasero de mi casa, mamá me pidió que ciudara a Simon por la tarde del sábado. Cuando salimos al patio, Annie se sienta en el césped, yo me acuesto a su lado y reposo mi cabeza sobre su regazo, ella me mira divertida.

-Pronto será navidad ¿ya tienes algún plan?- me pregunta.

-Mmm, No. pero puedo planear pasarlo con mi novia, ya sabes- levanto ambas cejas intentando ser gracioso.

-Suertuda- dice como si hablara de otra persona, luego se ríe.

-¿Y tú? ¿Ya planeaste algo?

-No lo sé, quizá pero no estoy segura.

-Mírame a los ojos y dime que no estas segura de pasar navidad con tu novio- le digo retadoramente.

Ella me mira fijamente por un par de minutos, directo a mis ojos.

-¿Esas manchas en tus ojos…? ¿Son doradas?- pregunta asombrada.

-¿A qué te refieres?

-Tienes unas motas de color dorado en tus ojos, no me había dado cuenta hasta ahora ¿siempre estuvieron ahí?

-Uh, creo que sí. Mamá dice que mis ojos cambian de color por mi estado de ánimo. Cuando me preocupo o me asusto se vuelven más claros pero cuando estoy contento o normalmente, mis ojos son verde oscuro. ¿Soy incríble, no?

-Hablas mucho para ser sólo un chico- dice molesta- Quizá deba reconsiderar mis opciones y buscarme a una chica para terminar contigo antes que me arrepienta el resto de mi vida.

La miro asombrado, sin moverme. Una enorme sonrisa se expande por su rostro, las comisuras de sus ojos se arrugan graciosamente.

-Es verdad, tus ojos cambian de color cuando te asustas.

-…Eres mala. Me atormentas a propósito ¿cierto?

-Sólo quería ver el cambio de color de tus ojos- dice amablemente, comienza a acariciar mi frente y aparta unos mechones largos de mi rostro, luego me mira fijo a los ojos.

-Esta es la parte en que se supone que me besas- digo en un susurro.

Annie comienza a acercar su rostro al mío, yo cierro mis ojos mientras espero el contacto de sus labios con los míos. Ella me va a besar.

Oh, ¡Sí! Lo hace.

Pero besa mis párpados y me deja esperando ese beso. Abro los ojos y la miro interrogatoriamente.

-Creo que el verde y el dorado son mis nuevos colores favoritos.

-¿Ah sí? Me dejas esperando un beso sólo por el color de mis ojos, eso es cruel. Si te digo que Mi color favorito ya no es el café ¿Qué dirías?

-¿No te gusta el color café?

-No. Me gusta el color marrón porque prefiero los ojos marrones.

Eso la hace ruborizarse. Intenta ponerse de pie y antes que lo haga la tomo  de la cintura y reclamo el beso que me prometió.

-Ahora estamos a mano- le digo antes de volver a besarla.

Nos separamos y nos quedamos quietos, sólo mirándonos, escuchando nuestras respiraciones, eso es suficiente para mí. Annie saca un brazo de mi agarre y comienza a barrer el cabello que me cae por el rostro.

-Ahora está más largo.

-Mamá aún continúa diciendo que estoy muy greñudo e insiste en que me deje cortarlo. Ella no entiende lo que es estar sin cabello, verte al espejo y no reconocerte a ti mismo, sabes… Pero todavía falta que crezca, quisiera tenerlo igual de largo que tú - bromeo.

-Yo si te comprendo…- dice sin dejar de acomodar mi cabello por la mitad, pero éste regresa a su estado natural: Todo desordenado y de punta.

-¿Qué haces para que te crezca tan rápido?- le pregunto.

-Mi abuela, me preparó un shampoo casero con cebollas y pastillas anticonceptivas…- dice mirando a otro lado para que no vea su sonrojo.

-¿Piensas en todo por lo dos, eh?- la molesto- ¿Cómo te atreves a decidir por mí si quiero o no tener algún día hijos contigo?

Eso la hace ponerse como un tomate.

-¿Quién dice que lo hago por eso? ¡Eres… un tonto! Además sólo las uso en mi cabello, no las tomo- saca el otro brazo y golpea mi  pecho, la abrazo más fuerte para que no se suelte.

Nos volvemos a recostar sobre el césped, sin soltarla, sólo sosteniendo su cintura pequeña.




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