Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 3

—¿Tú? ¿trabajando y estudiando? —La singular risa de Rubí suena a través del teléfono.

—Lo sé, lo sé, no es creíble viniendo de mi parte, pero tarde o temprano esto iba a pasar y sinceramente no creo que sea tan malo.

—Eso es cierto, ¿ya has encontrado algo?

—Estaba viendo opciones y he encontrado una que me ha fascinado, ¿puedes adivinar? —la reto.

—¿En una librería o biblioteca? —contesta sin sorpresa alguna.

—Siii en una librería —suelto un grito de felicidad— ¿cómo supiste?

Jamás pensé que de primera mano encontraría ofertas relacionadas a la literatura, lo mejor de todo es que el horario es súper flexible, entonces si logro esa oportunidad no tendré que modificar mi horario de clase.

—Alba, has sido mi mejor amiga desde la secundaria, te conozco mosco —intenta rimar sin éxito y río.

—Es verdad, me conoces y te conozco perfectamente.

—Bueno, lamento decirte esto, pero encuentres donde encuentres trabajo el estrés te consumirá, lo digo por experiencia—. Oigo cómo cruje una bolsa que parece ser de frituras y enseguida puedo escuchar a Rubí comérselas.

Pongo los ojos en blanco.

—Gracias por el ánimo —protesto quejumbrosa.

Otra risa de ella se escucha por el teléfono.

—¡Ay! Sabes que no lo digo en serio Alba —se disculpa—. Claro que te irá bien, eres muy inteligente.

Otra característica de Rubí que me gusta, es que suele ser muy directa, pero a la vez tiene ese temple de decir las cosas sin que alguien se ofenda. Es divertido.

—Gracias amiga.

Veo el reloj y me percato de que ya pasan de la una de la tarde. Debo darme prisa si quiero llegar a la entrevista de trabajo.

—Oye Rubí, hablando del empleo, justo hoy tengo programada la entrevista así que iré a apurarme o no llegaré —me levanto y descuelgo el vestido azul marino que está perfectamente planchado y listo para usarse. Supongo que algo formal irá bien, me dará puntos extras.

—Está bien —suspira algo cansada—. Yo también me tengo que ir, mi padre quiere que lo acompañe al invernadero de la ciudad para comprar flores, dice que las va a plantar en el jardín trasero como sorpresa para mi madre. Que ridículo.

Meneo la cabeza, sólo ella puede decir que el hecho de que sus padres sean detallistas uno al otro sea ridículo y tonto. Lo que hubiera dado yo porque mis padres fueran así.

—¿Flores o plantas? —Me visto aún con el teléfono en la oreja, pero mejor decido ponerlo en altavoz.

—Es lo mismo, ¿no?

—No, no son iguales Rubí, las flores tienden a producir semillas…

—¡Shhh! —me interrumpe sin poder terminar de explicar—. Amiga, ¿no tenías una entrevista muy importante que atender?

—Babosa —bromeo y ella ríe.

Me abrocho el vestido con una sola mano y busco debajo de mi cama los únicos tacones negros que tengo, no son tan altos ni tampoco bonitos, pero se defienden. Odio usarlos porque me hacen ver más alta de lo que ya soy; parezco pie grande.

—Que te vaya muy bien amiga, yo sé que conseguirás ese empleo —me alienta—. Adiós.

—Adiós. —Finalizo la llamada con una sonrisa.

Siempre es bueno contar con verdaderos amigos, esos que, al mismo tiempo, te apoyan y se alegran de tus logros.

«Bien, ¿qué me falta?»

Cuando dan las dos de la tarde yo ya estoy lista. Recogí mi cabello en una coleta para que no se enredara. Bajo las escaleras y veo que mi madre no está, debió salir cuando me estaba arreglando, menos mal tengo dinero para mi transporte. Ya había hecho mi búsqueda de ruta en google maps y por fortuna la librería no está tan lejos de la casa donde nos quedamos.

Cuando subo por fin al autobús noto que está casi vacío, unas cuantas personas están sentadas hasta atrás; por una parte, está bien porque puedo ir sentada en donde quiera, pero por otra parte, me siento un poco incómoda porque la mayoría de los pasajeros son hombres e inmediatamente siento la mirada de un señor que me ve de abajo hacia arriba. Trato de cubrirme con la chamarra de mezclilla que traigo conmigo.

«Joder, maldita sociedad»

«Joder necesito un auto, pero eso no pasará hasta que trabaje y junte el dinero necesario, o sea, en unos cuatro o cinco años, si bien me va.»

***

Conforme el autobús hace su recorrido, más gente se sube, solo entonces conecto los audífonos estando más tranquila y me dispongo a escuchar un poco de música para que el viaje sea más ameno. “Light me up” se reproduce, esa preciosa, pero triste canción me pone melancólica, así que decido cambiarla por “This is me” de la grandiosa película The Greatest Showman. Siento como si la canción me estuviera dando los ánimos que tanto necesito para lograr quedarme en el puesto de trabajo.

Después de unos minutos finalmente llego a mi destino, lo sé por las grandes letras negras que sobresalen de los demás nombres de los establecimientos. 




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