Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 15

ELIÁN R.

Veo el mensaje de Alba, pero lo ignoro. Algo en mi interior se siente diferente, no puedo creer que esté celoso por lo que me dijo Andrés; fueron juntos al cine, eso está claro.

¿Será que a ella le guste él? o ¿viceversa? Andrés se comportó muy grosero y sé que es así cuando le gusta alguien porque lo conozco bien, desde la secundaria hemos sido amigos, sin embargo, la relación de amistad se fracturó desde que pasó aquello con Monserrat. Sacudo mi cabeza para olvidar eso. 

No me saco de la cabeza la idea de que Andrés y Alba posiblemente estén saliendo o algo parecido. Pero a todo esto, ¿por qué me pongo así?, ¿realmente me gusta? no lo sé, me siento cómodo estando con ella, es divertida y simpática. Además, me causa ternura que se ponga nerviosa cuando la miro a los ojos o cuando me acerco más a ella, no trato de hacerlo a propósito, pero es lindo hacerlo, aunque debo de admitir que su sola presencia también me causa nervios. 

Es muy bonita. Su cabello negro largo despeinado, el discreto fleco que sobresale de su frente y su ropa juvenil, la hacen destacar de todas las demás personas. Para nada se deja llevar por los estilos formales y aburridos que la mayoría de sus compañeros de carrera, los usa normalmente. Ella es auténtica a su manera y eso es de admirarse, por desgracia algunas chicas hacen de todo por encajar en una sociedad llena de prejuicios, expectativas y estándares.

Se nota que es un tanto reservada, me encantaría conocerla mejor, y no es por ser chismoso, pero de esa manera podré comprender y saber el verdadero motivo por el que se mudó a Puebla, digo, nadie se cambia repentinamente de residencia a un lugar desconocido y a días de comenzar el último año de universidad.

Será cierto eso que dicen que ¿cuanto más ocultas tus sentimientos por alguien, más te vas enamorando? 

—¿Doctor? —Katty, la enfermera, se asoma por la puerta de mi consultorio.

Me encuentro en la clínica, hoy me tocó atender el turno vespertino, en cuanto salí de la librería conduje hasta acá. Esperaba ver a Alba, no obstante, no estaba y fue cuando recordé que era su día de descanso; eso significaba que no la volvería a ver hasta después de Navidad o Año Nuevo. 

—Sí, dime.

—La paciente que salió hace media hora de su consultorio dijo que no le escribió la dosis de su medicamento.

—¿Estás segura? —pregunto extrañado. 

He estado muy agobiado por el asunto de la librería con mi padre, así que existe un 80% de probabilidad de que haya olvidado poner las indicaciones en la receta.

—Sí, doctor —me da la receta y le echo un vistazo. En efecto, olvidé poner la dosis.

Esto no me había pasado nunca, definitivamente tengo que hacer algo al respecto, no puedo seguir comprometiendo la salud de mis pacientes.

Saco un post it del cajón izquierdo del escritorio y escribo la prescripción indicada.

—Toma, dáselos por favor —le extiendo la receta y el post it—. Dile que le pido una disculpa. 

—¿Todo bien doc? —enarca una ceja.

—Sí, no te preocupes —suspiro y me froto las sienes— solo estoy cansado. 

—Deberías tomarte un descanso, trabajas mucho. Cualquier cosa que necesites, sabes que puedes contar conmigo —refiere.

—Gracias Katty. 

Ella me sonríe, da media vuelta y sale del consultorio. Katty es de esas personas que por naturaleza propia te ofrecen su ayuda incondicionalmente, la conocí hace un año, entramos juntos a la clínica, ella como enfermera y yo como médico. Desde entonces hemos trabajado juntos, a veces ella me ayuda a conseguir el equipo instrumental, revisar pacientes o cualquier favor que yo le pida. Es una chica agradable. 

«¿Por qué diablos no puse la dosis?» Si mi jefe inmediato se entera, estoy seguro que a partir de mañana ya no asisto a trabajar. 

En pocos días será Nochebuena, para fortuna mía, ese día me toca guardia nocturna. En realidad, tuve que pedirle a Braulio que me intercambiara su lugar porque a él le tocaba laborar el 24 y a mí el 31. Pensé que sería difícil convencerlo, pero no lo fue, al contrario, me dijo que iba a pedirme lo mismo porque quería pasar Navidad con su recién prometida y su familia que venía de Monterrey. Se casan en ocho meses. 

Sé que estoy siendo inmaduro con una decisión que, probablemente mi mente ya sabe cual es la opción correcta, pero aún así, trato de que esa fecha no llegue. Hace unos días, mientras estaba acostado pensé en qué decisión debía tomar por el bien de mi familia y mío; y al instante, recordé las frías palabras que me dijo mi padre cuando, meses después de la muerte de mi madre, le dije que retomaría mis estudios de medicina en Guadalajara.

 

«—¿Es en serio lo que estás diciendo Elián? siempre haces lo que tú quieres, nunca te importan las opiniones o sentimientos de las personas que te rodean, así sea que ellos sean infelices con tus decisiones. Tus estudios pueden esperar, tu familia no.» 

 

Indirectamente me llamó egoísta, ahí fue cuando decepcioné a mi padre por milésima vez, no era algo nuevo para mí. Sin embargo, después de siete años, vengo dándome cuenta de cómo funciona, al menos, mi vida. Tal vez tenga razón, hay que saber tomar decisiones no sólo con la mente, sino con el corazón, recordando a todas esas personas que pueden salir lastimadas con nuestros actos. A veces hay que saber dejar de lado nuestros propios intereses para tomar en cuenta y acoger los intereses de otros, sobre todo cuando son parte especial de nuestra vida. 




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