Siempre se trató de mí

CAPÍTULO 24

Hace unos días atrás hubiera dicho que hoy es un día más, un día menos, como cualquier otro, sin tomarle importancia. Sin embargo y absolutamente sin pensarlo, todo ha dado un giro de 360°. Tanto me había acostumbrado que el cambio en mi vida era malo, que ahora el cambio se siente bien.

Aquel día y aquella noche que pasé con Elián fue uno de los momentos más increíbles desde que llegué a Puebla.

Sin saber si mis sentimientos iban a ser correspondidos o no, decidí arriesgarme tal y como lo dijo mi mamá, y tal y como lo dijeron aquellos ancianos de la poza de agua mineral.

Leí ese y otros poemas, y por fortuna todo fluyó a mi favor, a nuestro favor. No pensé que de verdad le gustara a Elián con la misma intensidad con la que lo hacía yo.

Tan fugaz y mágico fue nuestro primer beso que me olvidé por completo de abrir las fresas con chocolate de la caja que le había encargado a Jesús.

Después de ese momento sentí que todas mis emociones inmediatamente hicieron click con las suyas, ambos nos sentimos correspondidos y plenos; en definitiva puedo decir que es una de las sensaciones más bonitas que he experimentado y todo el mundo debería sentirla.

 

Estoy en la escuela, hace una semana entré y me encuentro por iniciar por fin el servicio social, hace apenas una semana metí mis papeles a una empresa, por fortuna, había espacios liberados y de inmediato me aceptaron, aunque los primeros tres meses estaré trabajando vía remota, ya que por ahora están organizando una presentación para sus principales clientes.

—¿Por qué estuviste tan desaparecida?

Andrés y Daniel se acercan a la mesa de la cafetería donde estoy.

»Dios me libre.«

—Tal vez porque ¿fueron vacaciones? —refiero sarcásticamente, Daniel suelta una carcajada, pero a Andrés no le parece causar gracia mi comentario.

—¿Qué harás el próximo fin de semana? —me pregunta Daniel.

—Mm… —titubeo pensando en algo para librarme de lo que sea que estén planeando—. Estaré ocupada con el servicio social. ¿Ustedes no lo han iniciado? 

—Ya lo terminamos —dicen ambos al unísono—. ¿En dónde estás?

—Vaya, yo apenas lo empezaré… Estoy en Gebre Inc.

—Te irá bien, allí está Monse.

—¿En serio? —exclamo asombrada. No es bueno oír eso.

—Sí, pero ella lo terminó hace dos meses —le recuerda Daniel, tratando de que el comentario de Andrés no me intimide. 

Sustos que se quedan solo en eso, en sustos.

—Es igual. —Andrés pone los ojos en blanco.

—¡Oh! —grita Daniel al ver su reloj—. Vamos tarde a clase.

Los tres nos levantamos presurosos al ver la hora y nos dirigimos hacia el salón de clases.

Con el ceño fruncido, el profesor Alcázar nos deja pasar a los tres. Me siento en mi lugar de siempre y observo que el asiento de Sandra sigue vacío, la semana pasada faltó porque aún no regresaba de vacaciones, pero me prometió llegar mañana.

Hoy regreso al trabajo, se que me están esperando un montón de libros por etiquetar. 

—Hola Tommy —lo saludo al verlo fumando un cigarrillo afuera de la librería.

—Hola Alba.

—¿Cómo estás?, ¿Ya mejor?

—Em, seguimos vivos, es lo que importa —refiere encogiéndose de hombros—. Me metí a un grupo de apoyo, fue una gran salvación.

—¿En serio? Eso es bueno Tommy —sonrío.

—Sí, me ha servido mucho —dice dándole una bocanada a su cigarrillo.

—¿Se puede hacer eso? —le señaló el tubito de papel y nicotina que tienen entre los dedos.

—Supongo que no, pero un buen cigarrillo se lleva con un buen libro ¿no? —dice exhalando humo grisáceo de su boca—. ¿Quieres? —me extiende uno.

—No, gracias, no fumo —refiero amablemente—. Voy a entrar.

—Espera —se saca el cigarrillo de la boca, lo apaga con la pared y lo tira a un bote de basura que está a lado de la puerta—. Vamos.

Los dos vemos a Diana en la caja con un cliente, ella no se da cuenta de nuestra presencia y nos pasamos de largo.

Tommy no dice nada y camina velozmente hasta el baño, yo me dirijo hacia mi casillero y dejo mis cosas. 

Subo al segundo piso y empiezo a abrir cajas de cartón, sacando los nuevos ejemplares que llegaron ayer, no obstante, cuando observo la portada me doy cuenta de que no es una novela o una biografía más; lo abro hojeando cada página, y en efecto, se trata de un hermoso poemario de un autor venezolano.

Leyendo su semblanza personal en internet, noto una gran historia de superación y perseverancia, el autor, de nombre Camilo Villanueva, tiene 36 años y desde los 20 años envió a diferentes editoriales su poemario inédito para ser publicado, sin embargo, ninguna editorial lo quiso hacer porque no iban con sus "ideales", "no publicaban ese tipo de obras" o era demasiado "cursi e inmaduro para alguien de su edad".

Camilo no se rindió y siguió intentándolo, hasta que después de 16 años finalmente una editorial de renombre reconoció su potencial y publicó su poemario. Hoy en día tiene miles de copias vendidas en España, Chile, Venezuela, Ecuador, Argentina y México.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.