A la mañana siguiente la cabeza me da vueltas, siento muchas ganas de vomitar y la garganta me arde. Obligo a que mis ojos somnolientos se abran a la fuerza.
No recuerdo de cómo llegué a mi casa, lo último fue que Elián tuvo que llamarle a su padre para que nos recogiera porque, evidentemente, nos pasamos un poco de copas.
Ladeo la cabeza para ver el reloj y observo que son las once de la mañana… ¡las once! No puede ser.
Me paro de la cama deprisa, pero me tambaleo y caigo de rodillas haciendo un ruido estrepitoso.
—¿Alba? —la voz de mi madre se oye al fondo.
Se oyen cerca pasos presurosos y mi madre abre la puerta.
—¿Estás bien? —pregunta tomándome de los brazos para ayudarme a parar.
—Sí… pero tengo que irme —mascullo desorientada.
—¿A dónde?
—A la universidad.
—Hija, ya vas dos horas tarde, es más, tus clases terminan en una hora, deberías descansar y dormir más. Además no has faltado —dice tranquilamente.
—Tienes razón —me siento en el borde de la cama y me masajeo las sienes—. ¿Tienes algo para el infame dolor de cabeza? —gruño.
—Sí. —Ríe de manera burlona y camina hasta su habitación—. Se ve que se la pasaron bien anoche —refiere sarcásticamente.
—Se nos pasaron los tragos —mi madre regresa con una pastilla y una taza de agua— ¿cómo llegué a casa? —me inclino hacia atrás tomándome la pastilla rápidamente.
Odio tomarlas, sonará tonto, pero la mayoría de las veces se me atoran en la garganta.
—Mi consuegro te trajo.
—O sea el papá de Elián —pongo los ojos en blanco.
—Así es, se disculpó por el estado en el que te traía, pero le dije que no se preocupara.
—Que vergüenza —me acuesto de nuevo y me tapo la cara con la sábana.
—Tranquila, no te agobies tanto —me da unas palmaditas en mi pierna—. Bueno, te dejo, tengo pendiente hacer un diseño editorial.
—¿Diseño editorial? —me quito la sábana de encima—. ¿Estás en un proyecto o algo así?
—Sí, soy la encargada de una portada de un libro, ¿por qué?
—Mm.. —me aclaro la garganta temiendo por lo que estoy a punto de decirle—. ¿Piensas que sería tonto querer hacer un poemario?
—¿Quieres publicar un poemario? —se asombra.
—Sí, suena patético, ¿verdad? —frunzo el ceño.
—No, no, para nada, no existen sueños patéticos, ni tontos —afirma—. Es algo que deberías hacer porque tus poemas son arte puro hija y no te lo digo solamente porque soy tu madre, ve a Elián, a tus profesores de la preparatoria —se queda pensando un segundo—. ¡Oh!, ¿Qué te parece si lo comento con la editorial en la que estoy trabajando? —me pregunta emocionada.
—¿En serio crees que puedas decirles? —abro mis ojos como platos.
—Sí, déjamelo a mí. —Me guiña un ojo—. Ahora duerme un rato.
Ella se levanta y sale de mi habitación.
No quiero emocionarme tanto, pero ¿cómo le explico a mi niña interior que probablemente cumplamos nuestro sueño?
Tomo mi teléfono de la mesita de noche y veo un mensaje de Elián que me envió en la mañana.
ELIÁN ♥: Espero que te encuentres bien y que la cruda no te esté pegando tanto como yo. Tengo que ir a trabajar, maldición. Llámame cuando puedas. Te amo 🥰.
Dejo el celular, quedando viendo el techo fijamente, pero enseguida, un recuerdo borroso y lejano llega a mi subconsciente de forma repentina.
Mientras reíamos y esperábamos a su papá, dentro del coche, Elián me dijo que iba a hacer lo posible por hacerme feliz porque me lo merecía después de haber pasado todas esas situaciones desagradables en mi adolescencia.
¿Fue un sueño o realmente pasó eso? Porque de ser real, ¿quién le dijo eso?
Gruño para mis adentros, el dolor de cabeza retumba cada vez más, siento como si alguien me estuviera dando golpes. Odio que el efecto de las pastillas sea tan lento.
En lo que mi memoria trata de descifrar el recuerdo, decido dormir otro poco, me acurruco en la cama y me echo encima la almohada. No quiero pensar en nada por ahora.
***
Las voces y risas ruidosas de los vecinos hacen que me despierte de mi sueño de mala gana.
Estaba soñando que tenía una cita con Elián en un sendero rodeado de magníficos tulipanes, estábamos armando un pic-nic, cuando de pronto él saca de su pantalón un anillo sorpresa y no, no era de matrimonio, era uno de esos anillos de promesa, que más que tener un valor económico, tienen una relevancia sentimental, y hasta cierto punto, espiritual.
Sin embargo, mi sueño ahora se ve trastornado por la música a alto volumen.
Aún con los ojos y el cuerpo adormecido, me incorporo como puedo sobre la cama levantando la cortina que cubre la ventana que está justo arriba de mi cabecera.
Echo un vistazo y lo primero que observo son varias personas reunidas en el jardín de al lado, hay mesas y una parrilla. Refunfuño para mis adentros dejando caer la cortina, me siento al borde de la cama y reviso la hora en el celular.