El laboratorio de Anatomía era un santuario frío, impregnado con el dulzón aroma del formol que se aferraba a la ropa y a la piel. Los estudiantes se movían entre las mesas de acero oxidable, sus guantes de látex crujiendo como un coro de grillos nerviosos. El examen práctico final se cernía sobre ellos, una prueba de destreza que decidiría quién pasaba al internado y quién se quedaba rezagado.
Serenity se ajustó la mascarilla, su corazón latiendo con la rítmica precisión de un metrónomo. Había memorizado cada músculo, cada arteria, cada nervio; sus manos habían practicado cada sutura hasta que sus dedos dolieron. La figura pálida sobre la mesa, cubierta por una sábana blanca, esperaba su veredicto. La profesora Molina, una mujer de expresión severa y ojos que no perdonaban, anunció las parejas con voz monótona.
—Rivera, con Vance.
El nombre de Dekard Vance resonó en el aire, y un escalofrío de pura irritación recorrió la espalda de Serenity. Se giró para encontrarlo. Dekard estaba apoyado contra una de las vitrinas, con los brazos cruzados sobre su bata de laboratorio impecable. Una sonrisa ladeada, ese sello de suficiencia que tanto odiaba, se dibujó en sus labios. A su alrededor, un par de chicas de su "séquito" reían de algo que había dicho, pero él solo tenía ojos para Serenity.
Cuando se acercó, el formol pareció disiparse, reemplazado por la colonia cara de Dekard.
—Mira qué casualidad, Rivera —murmuró, su voz profunda y con un matiz burlón que la hacía querer clavarle un fórceps— Parece que la profesora tiene un fetiche por el drama.
Serenity no le dio el gusto de responder. Caminó directamente hacia la mesa que les habían asignado. Era un torso, diseccionado a medias, esperando una nueva ronda de identificación y procedimiento.
—Concéntrate, Vance —espetó ella, sin mirarlo. Comenzó a leer la hoja de instrucciones, ignorando deliberadamente su presencia— Tenemos que identificar el nervio frénico y demostrar una toracostomía de urgencia.
Dekard se apoyó a su lado, la cercanía de su cuerpo una presencia molesta.
—Siempre tan profesional, ¿eh, enfermera? —Su aliento cálido rozó su oído, y Serenity sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío del laboratorio— Pero sabes, he notado que bajo toda esa bata y ese aire de "dios-salva-vidas", hay un fuego que me intriga. Algo salvaje.
—Concéntrate en el nervio frénico, Vance. A menos que quieras reprobar y que tu papi tenga que comprarte el título.
Él rió, un sonido bajo y rasposo.
—Qué mordaz. Me encanta. Es un buen calentamiento antes de que... nos ensuciemos las manos. Figurativamente, claro. Aunque estoy seguro de que contigo, las cosas se pondrían muy pringosas.
Ella giró la cabeza bruscamente, sus ojos oscuros brillando con desafio.
—¿Vas a ayudar o solo vas a estar de adorno, Dekard? Porque mi paciencia tiene un límite. Y mi examen no va a depender de tus chistes de vestuario.
La sonrisa de Dekard se amplió, pero había una chispa más oscura en sus ojos. Él alzó las manos en señal de rendición.
—Relájate, tigresa. Solo me divierto un poco. Si vamos a estar pegados por el resto de la hora, al menos hagamos que sea... interesante. Ahora, ¿dónde está ese nervio frénico que tanto te preocupa? Aunque, honestamente, me gustaría explorar otros nervios contigo. Los que realmente hacen que una persona sienta cosas.
Serenity lo ignoró, tomando un estilete y señalando con brusquedad un punto en el cuello del cadáver.
—Aquí. Entre la arteria subclavia y la vena yugular interna. Tu turno. No lo arruines.
Dekard se inclinó, su proximidad era casi una provocación. Sus dedos, largos y precisos, tomaron el bisturí de la bandeja con una elegancia que ella odiaba admitir que le resultaba atractiva. La tensión entre ellos era palpable, más densa que el formol, más afilada que el bisturí. El examen había comenzado, pero la verdadera disección entre ellos apenas estaba por iniciar.
El examen fue una coreografía de precisión y odio. A pesar de las distracciones de Dekard, trabajaron con una sincronía aterradora; él abriendo camino con el bisturí y ella asegurando cada paso con una eficiencia que dejó a la profesora Molina sin palabras. Pero la nota máxima no era suficiente para calmar la sangre de Serenity, que hervía bajo su uniforme de enfermería.
Cuando el reloj marcó el final y los demás estudiantes comenzaron a salir atropelladamente del laboratorio, ansiosos por deshacerse del olor a muerto, Serenity se quedó limpiando sus instrumentos con una fuerza excesiva.
—¿Sigues enojada, Rivera? —La voz de Dekard llegó desde justo detrás de ella.
Serenity se tensó. No necesitaba darse la vuelta para saber que él estaba invadiendo su espacio personal. Sintió el calor que irradiaba su cuerpo, un contraste violento con el frío metálico de la mesa de disección.
—No estoy enojada, Vance. Estoy asqueada —respondió ella, guardando las pinzas en el estuche con un golpe seco— Tus "errores" al rozarme la cadera durante la toracostomía fueron patéticos. Si tienes problemas de equilibrio, te sugiero que revises tu sistema vestibular antes de pretender ser cirujano.
Dekard soltó una risa queda, un sonido vibrante que ella sintió en la base de la nuca. Él dio un paso más, acorralándola contra el borde de la mesa de acerco. Apoyó ambas manos a los lados de la cintura de Serenity, sin tocarla directamente, pero encerrándola en un círculo de arrogancia y deseo.
—No era equilibrio, nena. Era curiosidad. —susurró él, inclinándose de modo que sus labios casi rozaban la curva de su cuello—. Quería ver si esa piel tan pálida reaccionaba igual que tus ojos cuando te provoco. Y lo hizo. Tu pulso se disparó. Lo sentí bajo mis dedos cuando "accidentalmente" toqué tu muñeca.
Serenity se giró bruscamente, quedando cara a cara con él. La punta de su nariz casi rozaba la de Dekard. Podía ver las motas doradas en sus ojos oscuros, una mirada que la recorría como si estuviera decidiendo por dónde empezar a cortarla.
#4719 en Novela romántica
amor, amor inseguridades deseo drama, enemies to lover romance adolescentes
Editado: 28.12.2025