Trixie Santoro
1 de marzo 16:50
El rugido del motor es todo lo que existe mi auto gótico
se desliza sobre la pista como si estuviera echo para esto
tomando cada curva con precisión Hunter estaba seguro
de que ganaría pero esta vez no el viento golpea mi
rostro a través de la ventana baja mi corazón late tan
rápido como el motor que empuja mi coche hacia la meta
voy a ganar voy a desmontarle el que no solo soy su
sombra en la pista la última cuerva sea acerca y entonces
lo veo algo no está bien por el rabillo del ojo veo el carro
de Hunter no está donde debería cuando giro la cabeza
solo un segundo el aire se congela en mis pulmones su
auto está fuera de la pista o más bien está volcado una
nueve de polvo y humo negro se alza en el aire parte del
coche esparcidas sobre el asfalto mi pie vacila sobre el
acelerador el final está gusto ahí a solos unos metros
pero ya no importa maldición aprieto los dientes y giro el
volante bruscamente ignorando los gritos de la multitud el sonido de los motores el latido frenético en mis oídos
freno.
—¡Hunter! —mi voz suena cortante, pero la presión en
mi pecho me hace tragar saliva con dificultad—. No me
hagas esto, ¿sí?
Empujo los restos del Mustang con fuerza, como si eso
pudiera devolverme algo de control, pero las manos me
tiemblan. Muerdo mi labio, mis ojos recorren todo a mi
alrededor con desesperación.
—Vas a aparecer, ¿verdad? No voy a quedarme aquí
esperando como una tonta.
No hay respuesta. Mi pecho se siente como si algo lo
estuviera aplastando. Mierda, mierda, mierda. Me
arrodillo junto al coche destrozado, tratando de ver a
través del humo. La puerta está doblada, el parabrisas
hecho pedacitos, y entonces lo veo. Hunter está
inconsciente, la cabeza apoyada contra el asiento de su
coche. Mi estómago se revuelca.
—No me hagas esto, imbécil —grito, mientras intento
abrir la puerta con las manos temblorosas.
El sonido de pasos apresurados me rodea, otras voces
suenan a lo lejos, pero yo solo tengo ojos para él, para el
mismo idiota que acaba de tener el accidente y pensó que
podía ganarme. El mismo idiota que, por primera vez,
me asustó de verdad.
Pero yo solo tengo ojos para el idiota que pensó que
podía ganarme, para el único que, por primera vez,
realmente me asustó.
El olor a caucho quemado y gasolina aún llena el aire
cuando corro hacia los restos del Mustang. Siento el
corazón golpearme el pecho, más rápido que el motor
cuando rugía con vida.
—¡Hunter! —grito, pero claro, el muy imbécil no
responde. No, no, no...
Tiro de la puerta, pero está atascada, doblada por el
impacto. Genial. Aprieto los dientes y jalo con más
fuerza, como si la terquedad fuera a salvarme.
—Mierda, Hunter, ¿puedes al menos hacer algo? —mi
voz tiembla, y odio cada segundo de esa debilidad. Esa
sensación de impotencia me recorre el cuerpo como
electricidad estática.
Siento una mano en mi hombro, pero la aparto de un
manotazo, sin esperar a que digan algo. No estoy para
consuelos, menos ahora.
— Ayudenme a sacarlo.
Las voces a mi alrededor se pierden mientras trato de
sacar a Hunter de entre los escombros, pero no les hago
caso. Solo lo veo a él, con la cabeza ladeada, la piel
cubierta de polvo y sangre. Es mi mejor amigo, aunque a
veces no lo parezca. El idiota que siempre está ahí para
hacerme enojar, para empujarme a ser mejor, para
recordarme que, por mucho que discuta con él, nunca me
va a dejar sola.
Y ahí está, atrapado en su propio auto, como si no fuera
el mismo imbécil que siempre sobrevive a todo. Aprieto los puños, me inclino, y lo miro como si fuera el último
idiota que va a darme problemas.
—Hunter, si no abres los ojos en los próximos cinco
segundos, te juro que te mato yo misma, sin armas.
Nada. Genial, ¿en serio? Mi garganta se cierra, pero
trago el maldito nudo. No voy a perderlo. No a él. Al
menos no tan fácilmente.
— ¡Tenemos que sacarlo ya! — grité, mi voz cortante
como un cuchillo. Nadie respondió, pero al fin alguien
me empujó hacia un lado. No me dejé, me zafé de sus
manos con un gesto brusco, desafiándolos.
Di un paso atrás, pero no aparté la mirada. A mi
alrededor, todo era confusión: gritos, gente corriendo de
un lado a otro, y el sonido metálico de algo cayendo al
suelo. Las sirenas comenzaron a sonar, retumbando en
las calles, y aunque el pánico comenzaba a tomar forma
en las miradas ajenas, yo seguía aquí, sin moverme.
Los paramédicos logran abrir la puerta después de lo que
se siente como una jodida eternidad la ambulancia parpadea sobre el rostro inerte de Hunter
mientras lo sacan del coche destrozado, y algo dentro de
mí se tensa hasta el punto de romperse.
No. No. No.
Me abro paso entre la multitud antes de que alguien
tenga la brillante idea de detenerme. ¿Quién demonios
va a detenerme, de todos modos? ¿El aire? ¿Mi sentido
común? Ja. Como si tuviera.
—¿Está respirando? —exijo, cruzándome de brazos
mientras los paramédicos trabajan sobre él. No porque
esté tranquila, sino porque si no hago algo con las
manos, voy a perder lo poco que me queda de cordura.
Uno de ellos me lanza una mirada fugaz.
—Estamos haciendo lo posible.
—Oh, sí, claro. Solo se están tomando su tiempo con él
por la emoción del momento, ¿verdad? —replico con
una sonrisa que no llega a mis ojos.
Me ignoran. Qué sorpresa.
Miro a Hunter, su piel demasiado pálida bajo la luz de la
ambulancia, y me río. Porque es eso o empezar a gritar.
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Editado: 28.06.2025