Prólogo
Ansioso el profesor Brenstein busca en el bolsillo de su pantalón la llave de su laboratorio, hoy al fin, tras meses de investigación y trabajo, sabrá si su fórmula funciona. En todo este tiempo ha hecho varios cultivos donde el virus sufrió distintas mutaciones y al fin anoche dio los resultados esperados, por lo que el profesor decidió dar el siguiente paso y probar el fármaco en un ser vivo, para lo cual eligió dos ratones, ya que al ser mamíferos euterios tienen un genoma muy similar a los seres humanos. La intención del doctor era hacer dos pruebas para analizar la reacción en un roedor sano y en uno enfermo, por lo cual ambos debían de ser de la misma cepa porque poseen genes idénticos, lo cual permite una comparación más exacta.
El profesor saca al ratón dentro de la jaula con la etiqueta “prueba experimental uno”; el ratón está vivo, eso es buena señal. Con cuidado toma una muestra de sangre para hacerle la técnica analítica de western blot, un inmunoensayo de reacción antígeno-anticuerpo, se lleva más tiempo que la prueba de ELISA, pero el resultado, que arroja en fotografías, no tiene margen de error. Una vez terminado todo el meticuloso proceso el resultado negativo deja al profesor sin aliento. No puede creerlo, el pequeño ratón está completamente sano, no hay rastro alguno del virus en su sistema. El profesor esta pletórico, ha descubierto la cura para la peor enfermedad de la historia, ha salvado a la humanidad. Sonríe al imaginarse en el pódium recibiendo el premio nobel.
La sonrisa se le borra del rostro al profesor Charles Brenstein cuando observa la reacción en la prueba número dos de su experimento. El pobre ratón de laboratorio yace boca arriba con un espantoso rictus en la cara. El profesor le había aplicado hace tan solo doce horas el fármaco, según sus cálculos el ratón numero dos no debería sufrir absolutamente nada, pero comprueba horrorizado que ha muerto de no muy grata manera según como se ve. No se explica que ha pasado, en la prueba número uno, un ratón al que previamente había infectado de VIH, el resultado fue magnifico, se había erradicado por completo la enfermedad; así que cabía esperar que en la prueba número dos, un roedor completamente sano, no existiría modificación alguna. No entiende que pudo pasar, pero debe descubrirlo.
El profesor se pasa la tarde y parte de la noche en su frio laboratorio analizando a profundidad la prueba número dos. Le realiza la necropsia, diseminando por completo el diminuto cuerpo del roedor, los resultados lo agobian por completo. Al entrar la solución a un organismo sano, literalmente calcina desde dentro las células hasta aniquilarlo por completo, causando en el proceso un fuerte dolor, por eso el rictus del ratón. Charles Brenstein no puede creerlo, ha hecho el descubrimiento más benéfico para la raza humana, ha conseguido curar la peor enfermedad del mundo, y a la vez descubrió el veneno más letal que existe sobre la tierra. No cabe duda que en las manos equivocadas su fórmula se convierte en la peor arma química de la historia.
No sabe qué hacer, no hay manera de modificar los reactivos, lleva meses en esta investigación, la fórmula que descubrió es la única capaz de erradicar en un organismo vivo el virus del VIH. Hizo miles de análisis de probeta, cultivo tras cultivo hasta dar con el indicado. Tan solo faltaba la prueba final, y en el organismo enfermo fue un éxito, millones de personas podrían curarse con tan sólo una inyección. El problema radica en que en un cuerpo sano se convierte en un veneno que corroe todo por dentro.
El profesor se encuentra totalmente abatido, por un lado salvar a la humanidad y por otro destruirla. Decide que lo mejor es no compartirlo con nadie, al menos no por ahora. Lo tranquiliza que además de él solo una persona más conoce la existencia de su descubrimiento y confía totalmente en su asistente, Pietro es una buena persona, cuando sepa del efecto negativo de su fármaco estará de acuerdo en ocultarlo.
El profesor destruyo todo los documentos, fotografías y pruebas realizadas, no deja rastro alguno de sus experimentos. Borra también todo rastro en la computadora y guarda la formula en un nano chip, toma un bisturí para hacer una incisión en su brazo izquierdo e introducirlo ahí, para después suturar con precisión quirúrgica. Ninguna precaución es poca, aunque nadie sepa de la existencia del descubrimiento, es mejor prevenir, la humanidad entera bien vale tantos cuidados.
El profesor sale de su laboratorio hecho un manojo de nervios, a partir del fatal descubrimiento de la reacción adversa su paranoia ha ido en aumento. El miedo a que las personas equivocadas hagan mal uso de su fármaco lo tiene viendo sombras en cada esquina. Lo cual es imposible, pero la mente es muy traicionera. Desde que sale del antiguo edificio de la universidad en donde está su laboratorio siente que alguien lo sigue, apura el paso para llegar a su vehículo mirando una y otra vez hacia atrás, en una de las ocasiones le parece distinguir alguien oculto tras un árbol, pero se disuade pensando que es tan solo un mal alucine de su angustiada imaginación. Al vislumbrar a lo lejos su auto en el estacionamiento aprieta el botón del control remoto para quitar la alarma, pero justo antes de llegar un fuerte brazo lo alcanza tapándole la boca con un trapo con alguna sustancia que lo desvanece poco a poco, con su ultimo halito de fuerza logra girar para ver a su agresor.
—¡Tú! ¿Cómo puede ser?