Cuando era pequeña pocas cosas podían frenar mis alocadas desiciones, tal vez porque desconocía que la vida adulta y la ansiedad intentarían acabar con mi espíritu aventurero.
En fin, ahí estaba yo, preparando el equipaje para pasar una semana de vacaciones junto a mi hermano Liam y su familia.
Estaba mas preocupada que emocionada, no solo porque a mis 27 años sería la primera vez que viajaría en avión sino porque me dedicaba a recaudar fondos para una organización sin fines de lucro que protegía una pequeña reserva natural y las cosas no iban muy bien; era eso además de que no me hacía ilusión ver a cierta persona.
El caso es que yo vivía en en el noreste de México y mi hermano en el norte de Canadá por lo que no nos veíamos físicamente desde que mi madre se casó por tercera vez y ya habían pasado unos 4 años de eso. Mis sobrinos estaban creciendo y verlos era quizás lo único que me hacía ilusión de ese viaje.
No tendría que salir del país pero nos veríamos en uno de los resorts más costosos del Caribe. Por supuesto que los gastos de hospedaje correrían por cuenta de Liam porque yo ni en sueños pagaría por hospedarme ahí, aunque tuviera dinero para hacerlo seguramente preferiría utilizarlo para la reserva.
— Relájate Yuli, los búhos y ocelotes no te juzgarán por tomarte una semana libre — dijo Andrea, mi mejor amiga, compañera de trabajo y de vivienda.
— Ya quisiera yo unas vacaciones pagadas — replicó Lalo — nuestro mejor amigo y arrendador.
— Ojalá pudieran ir conmigo, para que sostuvieran mi mano durante el vuelo — cerré la maleta, la puse en el suelo y me tumbé boca abajo sobre la cama intentando hacerme a la idea de que no tenía otra opción ya que por carretera sería un viaje largo y cansado.
— Ojalá pudiéramos nena, pero por lo menos te llevaremos al aeropuerto — dijo Lalo y eso era un gran gesto de su parte ya que el aeropuerto más cercano estaba en una ciudad a unas 2 horas de donde vivíamos.
Después de hacer chek-in me despedí de mis amigos y respiré hondo pero mientras caminaba hacia la sala de espera estuve a punto de tener un ataque de ansiedad así que me detuve para sentarme un momento en el piso e intentar calmarme, algunas personas me miraron con desagrado e incluso un guardia se acercó a mí y revisó mis pertenencias porque mi comportamiento le pareció sospechoso, así que aunque no quería hacerlo tomé una de mis pastillas calmantes sabiendo que me causaría mucho sueño.
Cuando llegó el momento de subir al avión comencé a sentir pesadez y afortunadamente me quedé dormida durante el vuelo, tanto así que una azafata tuvo que despertarme para que bajara cuando llegamos al lugar de destino.
Al verme un poco desorientada, una mujer mayor muy amable se ofreció a acompañarme a la salida donde abordaría el vehículo que me llevaría al resort.
Por fin llegué y ahí me esperaba mi hermano junto a su irreverente cuñado, un tipo engreído y prepotente cuya presencia me incomodaba a pesar de que solo lo había visto dos veces en mi vida, él estaba hablando por teléfono así que nos ignoramos mutuamente y me limité a darle un fuerte abrazo a Liam. No quise decirle que moría de sueño pero estoy segura de que no pude disimularlo porque le pidió a Emilio que fuera a buscar a los niños y me acompañó a mi habitación en la suite.
— Tomaste una de tus pastillas para dormir? — me preguntó mientras yo me lanzaba a la cama y el ponía mi maleta en el armario.
— Sí, lo siento, es que no se me ocurrió otra cosa para controlar mi miedo a volar, solo dame un par de horas y en cuanto me sienta mejor saldré a saludar a Diana y los niños — dije casi balbuceando.
— Está bien, te esperamos a las 7 para ir a cenar, duermete un rato loca — me lanzó el cojín que estaba sobre una silla y yo solo levanté mi pulgar para que supiera que lo había escuchado.
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Editado: 19.10.2023