Antes que nada les pido una disculpa por haber pausado la actualización unos días, estuve escribiendo una historia corta para participar en un concurso de booknet, si gustan leerla se llama El último imperio: Shedaya y el Rey, es algo diferente a lo que normalmente escribo porque trata de ciencia ficción y temas profundos pero aún así mantiene esa pizca de romance que me encanta. Les compensaré publicando dos capítulos seguidos de ésta historia.
Un par de dias despues recibí una llamada de mi amigo Lalo — Cariño, lamento no haberme comunicado antes pero surgieron algunos detalles, uno de los terrenos ya fue vendido y no pude conseguir información sobre el comprador, — me desvastó escuchar aquello — el otro aún está disponible pero el monto que les ofrecieron es algo elevado — me infarté al escuchar la cantidad de dinero que pedían.
— Carajo! No creo que podamos hacer algo solo con una de las partes, gracias de todas maneras, veré que se me ocurre — le dije antes de colgar.
Estuve preocupada durante el día, de pronto tenía la sensación de que ya no valía la pena intentarlo y simplemente debía aprender a soltar y seguir con mi vida.
Llamé a Ali, la ingeniera que había conocido cuando comencé a trabajar en Typipes para invitarla a comer saliendo del trabajo, tenía ganar de despejar mi mente un poco y ella era una persona que me ayudaba a ver las cosas con claridad, me disculpé antes que nada por haber estado distante y el mal genio que estuvo a punto de apoderarse de mí los últimos meses.
— Lo importante es que estás de vuelta y quieres hacer las cosas lo mejor posible — sonrió.
— Si es verdad — respondí — pero tengo miedo de equivocarme.
— Juli, espero que no me pidas algún consejo porque últimamente también he cometido muchos. — Comprendí que no era la única que la pasaba mal y no quise preocuparla más.
— Que bueno que no somos psicólogas — le dije — seríamos un desastre — reímos.
— Tengo una idea, que tal si damos un paseo, hay un lugar donde siempre he querido ir — sugirió y acepté.
Cuando terminamos de comer le pedí al chofer que se marchara para ir con Ali en su coche y estuve a punto de arrepentirme de haber ido cuando se detuvo frente a un cerro que tenía una escultura en la cima.
— No me digas que es ayá arriba por favor — le dije — son cientos de escalones y yo traigo tacones.
— Tranquila, yo lo soluciono — abrió la cajuela de su coche y sacó un par de pantuflas.
— Por qué cargas unas pantuflas en el coche — pregunté.
— Ya olvidaste que los zapatos industriales tambien cansan? Hay dias que saliendo del trabajo solo quiero llegar a casa y desnudarme, las pantuflas me reconfortan un poco y me ayudan a controlar mis deseos nudistas — solté una carcajada al escuchar aquello.
— Espero que esos deseos no te inavadan cuando estemos aya arriba — bromeé — no estoy preparada mentalmente para eso — reímos y puse mis tacones en la cajuela.
Fue cansado llegar a la cima pero valió la pena, el paisaje era hermoso, nos sentamos a pie de la estatua para recuperar el aliento.
— Ni siquiera te pregunté si tienes miedo a las alturas — dijo.
— Es muy tarde para preocuparte por eso — alegué — pero no te preocupes, solo tengo miedo al vacío si estoy suspendida en el aire, eso me aterra.
— Es como tenerle miedo al destino cuando la vida te lleva a sitios donde no quieres estar. — Soltó un suspiro y su filosofía me sorprendió, justo así me sentía.
— Sí, exactamente — dije y nos levantamos para observar el atardecer y tomamos algunas fotografías.
— Te odio Felipe! Nunca conocerás a una mujer como yo! — Comenzó a gritar repentinamente y me avergoncé un poco porque había algunas persona cerca.
— Que haces pregunté? Quien es Felipe?
— Mi ex esposo — respondió
— Y porqué gritas?
— Es algo que quería soltar desde hace tiempo — sonrió.
— Entonces para eso me hiciste venir hasta aquí?
— Si amiga, si te lo hubiera dicho desde un principio no hubieras aceptado subir.
— Eso es verdad — le dije
— Inténtalo tu — pidio
— No! Estás loca me negué.
— Tienes que soltar lo que te duele Juli — insistió
<<Que mas da, voy a intentarlo >> pensé.
— Estoy harta! Te odio Emilio! Te odio Miguel Armento! — grité y mi amiga me miró sorprendida.
— Vaya lo hiciste mejor que yo, ahora tienes que gritar algo positivo — Amo a mis hijos! Soy una buena madre! — Gritó ella.
— Amo a Óscar! Amo la reserva! soy muy fuerte! — grité yo.
No podía creer lo que acabábamos de hacer. Ali me contó que solía hacer eso con su hermana cuando eran pequeñas pero ya no la veía tan a menudo. Me llevó a mi casa y le gradecí por la interesante tarde que pasamos juntas.
Después de eso me senté en el balcón de mi departamento y tomé un par de cervezas para relajarme. Curiosamente ya no me sentía tan frustrada, al menos hasta que sonó mi móvil.
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Editado: 19.10.2023