Cumplí con hacer servicio social en el asilo durante 2 meses despues del trabajo y fines de semana. Al principio me desagradó la idea pero admito que aprendí a reflexionar más.
Pensar que tras cada una de esas personas había tantas hostorias y sueños rotos. ¿Quién quisiera terminar en un lugar así? Me di cuenta de que le tenía mas miedo a envejecer que a morir.
Y es que uno nunca sabe en que situación terminará pero yo era una persona con la necesidad de moverme constantemente, tal vez por eso nunca pude formalizar abiertamente mi relación con Óscar, tenía miedo de perder mi libertad y de terminar siendo esa persona que mira por la ventana esperando que alguien llegue a visitarle.
La madre de Emilio, había rentado un departamento en el mismo edificio donde yo vivía porque aunque se sentía incómoda viviendo conmigo despues de lo que pasó, consideraba que la ciudad donde estábamos era algo peligrosa y quería estar cerca de alguien conocido.
Quiso hacer las pases conmigo y cuando supo que terminé mi labor en el asilo me llevó una tarta. Le agradecí y la invité a pasar pero no aceptó, entonces llamé a Ali para compartirla con ella.
— Ven a mi casa — dijo ella y aunque no estaba de mucho ánimo recordé las palabras de Emilio y acepté.
Era un tremendo caos porque mi amiga habia logrado llevar a sus dos pequeños hijos con ella pero solo había encontrado una niñera de medio tiempo y por las tardes ella debía encargarse sola pero no estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo con ellos.
Cuando por fin se durmieron ya no había tarta así que nos sentamos afuera a tomar un par de cervezas , se había hecho tarde así que no volví a mi departamento esa noche.
Muy temprano mi móvil sonó, era mi hermano que llamaba para avisarme que algo le habia sucedido a Emilio y Ana seguramente me había estado buscando.
Fui directamente al hospital y ahí estaba ella en la sala de espera, al parecer Emilio había intentado levantarse y en su desesperación el hueso de una de sus fracturas volvió a desoldarse.
— Mierda, ya no lo soporto. — Me dijo tan pronto pude verlo.
— Tienes que resistir un poco más y cuidarte, tal vez pronto te den de alta y puedas seguir tu recuperación en casa.
— Cuál casa? He vivido en hoteles desde que llegué a México y por suerte no puedo ir a Canadá porque si no morí por los golpes seguramente mi padre me matará así que no quiero ir con ellos, prefiero estar aquí — hechó su cabeza hacia atrás, entonces acerqué la silla a la cama y comencé a acariciar su brazo para intentar darle ánimo pero él extendió su mano así que puse la mía sobre ella.
— Pues ésto es más caro que un hotel y si sigues haciéndote el valiente, tu madre ni siquiera podrá pagar el departamento donde está viviendo. Ella está muy preocupada — le dije.
— Lo sé, ya está cansada, sabes, ella no es mi madre, no sé porque se siempre se ha tomado tantas molestias conmigo.
— Porque le importas y a mi tambien, yo misma te cuidaré si es necesario — me atreví a decir.
— Gracias por la oferta pero no quiero tener más problemas con Óscar — sonrió e hizo una pequeña pausa — pero de verdad te importo Juli? — preguntó ansioso.
— Si, bueno, me importa que te recuperes. La verdad es que quiero renunciar y si arreglas tus asuntos legales podrás quedarte definitivamente con el puesto — aclaré aunque por dentro sentía que mis sentimientos trataban de meterme en aprietos y solté su mano.
Pasó un mes más hasta que por fin pudo moverse de la cama a la silla de ruedas y entonces lo dieron de alta. Ana lo llevó al departamento que había rentado para que continuara con su recuperación y ya solo faltaba la resolución del juez sobre su permanencia en el país.
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Editado: 19.10.2023