Sin miedo a volar

Obligados por el destino

Salimos al balcón y puse una silla junto a él pero permanecí seria.

— Qué tienes Juliette? Hace rato reías como loca y ahora parece que estás triste. En serio así te pones cuando bebes? — parecia que me miraba con ternura y solté un pequeño suspiro.

— Aún no puedo creer que esté aquí contigo y me sienta tan a gusto, me da miedo que ésto se acabe — comencé a sentirme vulnerable.

— Por qué tienes miedo? — preguntó — Digo, sé que quizás no volveremos a estar en éste mismo lugar o en las mismas circunstancias pero si has logrado conocerme bien en éste tiempo debes saber que siempre estaré dispuesto a tener una disparatada charla contigo. — Otra vez sus palabras removían algo en mi interior. 

— Yo igual — aseguré — creo que tuvimos una guerra inecesaria, yo tenía tantas ganas de que te tragaras todas tus palabras que temo que me perdí a mi misma entre tanto conflicto pero éstos pequeños momentos contigo me traen un poco de paz — desahogué.

— Maldición, sabes que? Trae lo que queda de vino, a la mierda los analgésicos por ésta noche. — Sonreí al escuchar eso y serví una copa para cada uno.

— No me culpes cuando estés llorando de dolor — bromeé y me senté otra vez junto a él. Emilio bebió todo el vino de la copa casi de un trago y soltó un suspiro al terminarla. — Crees que el Universo nos obligó a encontrarnos? Eida dice que no encontramos a las personas por casualidad — le dije.

— Tal vez, según los libros que me has dado es posible que tengamos alguna misión que cumplir juntos pero me parece una locura.

— Tal vez tengamos que abandonar el área industrial e ir a rescatar ardillas en el Amazonas — bromeé y soltamos una pequeña carcajada.

— O tal vez sea otra cosa — se hizo un pequeño silencio y sospeché a qué se refería. — Juli — me miró a los ojos — tu alguna vez has pensado en mí de otra forma que no sea para odiarme o como amigo?

— No te lo diré — agaché un poco mi cabeza para esquivar su mirada — no es buena idea hablar de eso, estoy un poco ebria. 

— Tienes razón y por cierto creo que será mejor que me ayudes a entrar antes de que no puedas siquiera ponerte de pie — pidió y tenía razón porque me sentía un poco mareada así que lo llevé a la habitación, esperé que pasara al baño y después le ayudé a acomodar las almohadas en el respaldo para que pudiera recostarse.

Le ayudé a quitarse la ropa que llevaba puesta y a ponerse la pijama, un ligero calor recorría mi interior cuando mis manos lo rozaban pero traté de mantener la cordura.

Fui a la cocina a lavar las copas y echar un poco de agua fria a mi rostro, cuando regresé él estaba viendo una película. Me recosté del otro lado y no supe en qué momento me quedé dormida.

Despues de un rato me sucedió algo extraño, comencé a soñar algo muy placentero, un cosquilleo se albergaba en mi abdomen y por un momento llegué a pensar que mi sueño era real.

Yo era consciente de la persona que me causaba esa sensación y aunque no tenía control de mi misma sé que pronuncié el nombre de Emilio y solté un pequeño gemido.

Entonces desperté de golpe y al abrir los ojos estaba Emilio, con su cuerpo hacia mí, observándome con cierta lujuria en la mirada. Llevó sus manos a mi cintura y yo me acerqué un poco más a él. Sabía que tal vez aquello no estaba bien pero cuando sus labios se acercaron a los mios, el escalofrío que recorrió mi cuerpo me hizo desearlo aún más.

La pasión de sus besos me indicó que él se encontraba en la misma situación pero cuando las caricias comenzaban a intensificarse, se detuvo.

— Quiero estar bien físicamente cuando eso pase — me dijo y yo comprendí así que después de dar un respiro hondo nos acomodamos para quedar abrazados.

— Extrañas a Óscar? — me preguntó.

— Por qué me preguntas eso ahora? — me inquieté.

— Porque cuando estabas dormida repetías su nombre — me dijo aunque yo sabía que eso no era verdad.

— Si lo extraño — respondí — pero por algún motivo siento que ya no puedo estar sin ti.

— Sabes, me aterra la idea de que vuelvas con él — me dijo.

— Te digo algo, tu me gustas desde el primer momento en que te vi, pero creo que los dos fuimos demasiados orgullosos para aceptarlo — admití y él puso un pequeño beso en mis labios.

— Yo debí haber subido a ese maldito avión contigo Juli, me arrepiento de haber sido tan tonto — sé que fue sincero.

— No podemos cambiar lo que pasó, tal vez necesitábamos aprender algo — le dije.

— Pues creo que la vida nos ha enseñado de forma poco compasiva porque mientras yo esté así no puedo prometerte nada.

— Lo sé. No te mortifiques por eso, ahora estamos aquí, ya encontraremos la forma de que nuestras circunstancias sean favorables. 

— Creo que tal vez solo dices eso porque estás ebria, cuando estés en tus cinco sentidos hablamos, descansa Juli — me dijo y nos quedamos dormidos.

 

 

 




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