Sin miedo a volar

El ahora

Me quedé quieta y me solté de su agarre.

— Lo planeaste bien — le dije — pero a mi no me engañas, ésto no es lo que realmente quieres, no es el tipo de cosas que tu ambicionas, solo estás enojado.

 Sé que escuchó pero no respondió nada y siguió conduciendo, yo me mantuve callada hasta llegar a la casa, solo observando a través del cristal la lluvia ligera que comenzaba a caer.

Los siguientes días hizo algunos cambios, siempre me mantenía vigilada pero al menos hasta ese momento me había permitido hablar por teléfono con Liam y mi madre ocasionalmente aunque yo trataba de tener cuidado para no preocuparlos y no envolverlos en problemas más problemas, pero repentinamente dejó de haber recepción de telefonía móvil en la casa.

— Es por nuestro propio bien, sé que estás molesta conmigo, el caso es que ya me delataste una vez Juliette y ahora hay más personas implicadas, es mayor el riesgo, solo ocuparás tu móvil en horario laboral para cosas del trabajo — ya ni siquiera tuve ánimo de reclamar.

Las personas que entraban y salían de la casa se comunicaban por radios pero yo estaba completamente incomunicada, solo respiraba un poco cuando trabajaba pero aún así el siempre rondaba cerca.

No sabía si mi corazón resistiría aquella situación, deseaba regresar el tiempo o desaparecer pero la primera opción no era posible y la segunda solo dejaría problemas sin resolver.

Tuve insomnio y pérdida de apetito, dependía de mis píldoras para mantener la cordura aunque me mantenían en un estado de somnolencia y bajo rendimiento. 

Una tarde, mientras intentaba relajarme en la tina de baño comencé a sentirme ansiosa, pensé en terminar con lo que parecía ser el cruel destino, sin los lugares que extrañaba, sin mi familia, sin el hombre que ahora amaba, sin mi libertad.

Me sumergí en el agua, le pedí a Dios que me perdonara, que me concediera paz y me permitiera ser feliz en otra vida si es que la merecía. 

Cerré mis ojos e imaginé que flotaba en las refrescantes aguas de mi amada husteca, la imagen de Emilio junto a Brian sonriendo a lo lejos parecía tan real.

De pronto pensé en las palabras de Eida y me di cuenta de que aún habia esperanza, de que si iba a sacrificar mi vida, sería mejor que fuera haciendo algo que valiera la pena, algo que nos condujera a un destino más justo. 

Tan solo imaginar el dolor que sentirían las personas que amaba me partió el corazón. Tal vez algunos solo comprendemos el valor de la vida cuando estamos en las manos de la muerte y yo aún podía escapar de ahí.

Así que decidí que solo la Juliette ingenua tendría que irse, la que esperaba a que llegara el momento apropiado para hacer las cosas, para luchar por sus ideales y por amor, esa parte de mí que me vencía cuando tenía miedo. Porque en ésta vida el momento perfecto de cambiarlo todo es el ahora, cuando tú lo decides, cuando te armas de valor para defender lo que crees correcto y lo que te llena de satisfacción el alma. De lo contrario el desequilibrio te arrastra y el mar de dolor y fracasos se vuelve cada día más grande. Existía la posibilidad de fallar, pero mientras pretendía quitarme la vida descubrí que no podía irme de este mundo sin intentar dejarlo un poco mejor.

Cuando iba a levantarme para respirar sentí que alguien jaló mi brazo y me desequilibré, entró agua por mi nariz, abrí los ojos y comencé a toser intentando que el oxígeno fluyera. Entonces Óscar entró a la bañera para levantarme y sacarme de ahí.

— Maldición Juliette, te necesito viva! — exclamó mientras me ayudaba a sentar en la cama.

 

 




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