Sin miedo a volar

Intento terminado

Aquí les dejo un capítulo más y los capítulos finales se publicarán en una maratón éste fin de semana, espero que estén tan emocionadas como yo.

— Aún conservas el llavero que te di — mencioné mientras alistaba la ropa que usaría el siguiente dia y Óscar se recostaba.

— Estaba entre las cosas que me entregaron al salir de prisión — puso su móvil en el buró junto a la cama.

— Cuando lo ví me acordé de nuestra pequeña excursión en la huasteca con Lalo y Andrea. La pasamos bien — me senté en el borde de la cama y comencé a trenzar mi cabello cerrando los ojos un instante como pidiendo un deseo.

— Supongo que sí — respondió de forma cortante.

— Los extraño — le dije con un poco de nostalgia.

— Que pretendes Juliette? Sabes que no podemos ir. Tal vez más adelante puedas verlos pero ahora no te automartirices pensando en eso — refutó sabiendo que el martirio no solo provenía de mi interior.

— Simplemente quería saber si aún piensas en ello o en alguna cosa que no implique lastimar a alguien — me recosté y apagué la lámpara.

— Estás ebria o qué te pasa? — Giró su cuerpo hacía mi.

— Tal vez solo un poco — dije y la verdad es que me sentía ligeramente mareada ya que había bebido lo suficiente para culpar al alcohol por lo que iba a hacer pero mi estado consciente aún estaba activo — ademas estoy menstruando — añadí.

— Pues trata de no decir tonterías por favor — volvió a acostarse boca arriba.

— Si no quieres escucharme tal vez Eliel o alguno de los hombres que están afuera lo haga — me levanté, acomodé mi camisón de tirantes y rodeé la cama para caminar hacia la puerta fingiendo estar molesta aunque la verdad era que sus palabras ya no me afectaban y solo queria llamar su atención. Aquello funcionó porque se levantó rapidamente y me jaló del brazo para detenerme.

— Mierda Juliette, estás loca? — Murmuró — Vuelve a la cama y habla todo lo que quieras pero no salgas así. 

— Acaso tienes miedo de perder algo? — Le pregunté con irreverencia.

— Es solo que no quiero que te lastimen — dijo en voz baja y se paró frente a mí impidiéndome el paso.

— Quieres que siga viva tu última opción para chantajear a Eida? — elevé un poco el tono de mi voz porque necesitaba saber si él realmente confiaba en la protección de aquellos hombres.

— No, maldición, baja la voz Juliette, pensé que ya lo habías comprendido.

— Lo único que he comprendido es que sigo teniendo miedo de que ésto acabe mal. 

— Yo me encargaré de que no sea así — dijo.

— De verdad lo crees? Porque lo que percibo es que tu y yo somos un par de rehenes más. 

— Trabajamos juntos — insistió.

— Ellos no dudarían en quitarte todo — dije con seguridad.

— Por eso no puedo permitirme ser débil. Uno de los hombres de Eliel estuvo presente cuando Emilio hizo su estúpida broma y ahora me respeta, así son las cosas, ellos irán con él que pague mejor.

— Pero hay personas inocentes sufriendo para pagar ese precio. Crees que vale la pena? — le pregunté y el se sentó en la orilla de la cama y respiró hondo.

— Crees que no lo sé? No soy de roca, sé que no está bien lo que estamos haciendo y me duele que tenga que ser así. Es eso lo que querías escuchar? — Que por fin lo dijera me dió un poco de tranquilidad y me senté junto a él.

— Si tu te alejas de ellos, yo te ayudaré a conseguir lo que quieres. Pero tienes que aprender a confiar en tí mismo, de verdad, sin anclarte de nadie más. Ni de Emilio ni de Eliel, ni siquiera de mí. — Agachó la mirada y no respondió. — Antes de todo ésto me dijiste que no olvidara que tu me amas y aunque creo que te has perdido en tu propio mundo y tal vez no sientes eso por mí sé que aún llevas algo de amor dentro.

— No entiendes Juliette, no estoy a dispuesto a correr el riesgo de hacer las cosas movido por sentimientos de debilidad. No me enorgullece lo que estoy haciendo pero funciona y ya que tu estás tan dispuesta a ayudarme, te recomiendo que empieces a hacerlo en serio porque mientras yo no tenga un ingreso mayor, éstos hombres van a seguir lastimando personas para obtener lo que quieren.

— Que manera tan extraña de sacrificarse, no creo que seas tan ingenuo como para darte cuenta de que ellos no van a parar — le dije con decepción — así yo no puedo prometerte nada. Sólo piensalo Óscar, tu no eres igual que ellos. Yo vi la forma en que mirabas a Yairín en la reunión y tus ojos resplandecían como antes, ojalá pudieras ver lo linda que es esa mirada tuya cuando no estás cegado por el rencor.

— Ya no sigas Juliette, creo que ya te desahogaste suficiente y cuando recobres el juicio te recordaré que espero no volver a tener ésta conversación — entonces comprendí que debía dar aquel intento de persuadirlo por terminado.

 

 




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