CAPITULO I

Ella estaba ahí tan hermosa como todos los días, sus ojos eran atraídos por las hermosas flores del jardín donde suele pasear todas las mañanas, como quisiera ser esas flores, realmente las envidio, si tan solo ella me mirara como lo hace a esas flores.

Las peonías son sus favoritas, todos los días llevo a su ventana una flor antes del amanecer, lo mejor es cuando las usa en su cabello, ella es la única que hace que las flores se vean tan pequeñas a su lado...

-¡Hey! Despierta muchacho, si ven que no estás haciendo nada te castigarán-

-Siempre soy precavido- dije mirando a mi compañero Ren, él y yo nos conocimos cuando nos llevaban como esclavos a la capital.

Ren me dijo que creció en las montañas y que su padre lo vendió para pagar sus deudas, solo eran su padre y él, del resto de su familia nunca me ha dicho nada supongo que no le trae gratos recuerdos el mencionar su pasado.

En cambio a mí, yo crecí en el mar, mi vida era demasiado normal nada fuera de lo común obviamente aprendí a pescar aunque eso nunca me gustó pero era lo único que se podía hacer en ese lugar.

Creo que en cierta parte agradezco el haber salido de allí, nunca hubiera hecho nada significativo de mi vida pescando el resto de mi vida.

Aquí he aprendido muchas cosas más de lo que he hecho en los 16 años de mi vida además de que la conocí a ella, la mujer más bella que he visto en mi vida.

Ella llegó hace dos meses, una semana antes de que ella llegara nos dijeron que no podíamos mirarla porque ella es la prometida del hijo del Emperador por lo tanto como al resto de la familia real no podíamos mirarla.

Cuando llegó lo primero que escuché fue su voz para pedir un poco de agua, escucharla fue mejor que oír a la orquesta real tocar la más elegante y dulce melodía.

Alcé un poco mi mirada y me encontré con sus finas manos parecían el algodón más fino de todo el mundo, esa fue la primera de muchas reglas que rompí y de las que no me arrepiento.