Mi historia comienza con el día más hermoso que nunca mas vi, el sol brillaba como nunca lo había hecho en Richmond y el ambiente era tan fresco como una mañana en primavera. Los campeonatos inter escolares daban inicio y la gente iba y venía por las puertas del gran instituto mientras organizaban todo para el mejor día que la escuela celebraba cada año, todos los jugadores de todos los diferentes equipos estaban listos para competir y listos para ganar como siempre, preparados para que las mejores universidades los vieran y ofrecieran alguna beca a los mejores.
Todos trataban de ser los mejores pero yo no solo trataba, yo lo era, siempre tuve el apoyo de mis padres desde pequeño y me había formado como el mejor jugador de fútbol americano de la historia del pueblo, el muchacho con el futuro más prometedor y el que solo tenia que esperar a graduarse del instituto para poder salir de este pueblo e ir a jugar en ligas mayores.
Con millones de medallas y trofeos adornaba el gigantesco cuarto en el que dormía y en el que solo pasaba ocho horas de mi día, el resto de horas estaba entrenando para ser mucho más grande, por algo era el mariscal, siempre daba lo mejor de mí a mi equipo y ellos me otorgaban los logros y la gratitud. Siempre fui bueno en muchos deportes, baloncesto, hockey, béisbol, pero el que más me llenaba de emoción y fuerza era el fútbol americano. A pesar de ser un "juego brusco" como lo llamaba mi madre, era lo que me podia alegrar un pésimo día, lo que me daba la felicidad que nada mas me podia dar y precisamente por él, mi sueño de ser el mejor jugador del mundo crecía cada día mas.
Mi padre nunca se perdía de mis partidos, de hecho todo había empezado gracias a el, aunque me presionaba y me molestaba todo el tiempo eso no impedía a que yo siguiera en el juego, me ayudaron mucho sus regaños, era lo que me hacía centrar en el camino, algunas veces me quería perder y olvidar de todo por las fiestas o las chicas que me empezaban a llamar la atención, a mis 18 años en todo lo que podia pensar era en disfrutar mi juventud, pero mi padre me obligaba a mirar hacia el futuro, el tan prometedor futuro de Noah Thompson y eso me traía de nuevo a la realidad, en donde yo era e iba seguir siendo el mejor jugador de fútbol americano de la historia de Richmond.
-¿Y el señor Thompson?- Pregunte a mi madre entrando al auto para dirigirnos hacia la escuela como todas las mañanas, excepto que esta mañana no era como todas, este día tenía que ser el mejor y más perfecto día de mi vida, el día en que me otorgarían una beca para salir del pueblo y ganaríamos el campeonato. Mi sonrisa era tan radiante que nada en el mundo podia quitarla de mi rostro.
-El señor Thompson no ha podido llegar aún, pero lo prometió Noah, y estará aquí antes de tu partido- Mi padre, Richard Thompson era un funcionario de la prisión del pueblo, estaba bastante ocupado mandando a los prisioneros a comer mierda pero siempre reservaba un pedazo de su tiempo para mi.
-Creí que estaría aquí para la iniciación- Mi madre empezó a conducir.
-También lo creí pero llamó esta mañana y me pidió que lo disculparas, pero que promete estar a tiempo para tu partido- Ella me dedicó una pequeña sonrisa y volvió a mirar el camino.
-Esta bien.
-A propósito, ¿traes todo? la ultima vez me hiciste correr a casa para traer tu casco- Rodó sus ojos y juntó sus cejas.
-Si mamá, traigo todo- Solté una pequeña risita por su expresion.
Pasados 15 minutos llegamos a la escuela en donde ya se veían cantidades de personas, los estudiantes junto con sus padres estaban preparados para empezar con la competencia y todos se veían sonrientes y emotivos, baje del auto y camine hasta donde estaba mi equipo reunido, mi madre se fue a su salón de clase, ella era la maestra de historia.
-¡Hey!- Saludé.
-¡Llegó el campeón!- Mi mejor amigo Clay se lanzó hacia mí y me sobo la cabeza con su puño, Clay y yo éramos amigos desde los 10 años, nuestros padres trabajaban juntos en la cárcel hasta que su padre murió en un trágico accidente.
-¿Se te hizo tarde? se supone que ibas a recogerme en mi casa a las 7- Keyla se acercó a mí con los brazos cruzados y el ceño fruncido, tenía puesto su uniforme de porrista y su cabello recogido en dos coletas, ella era la chica más sexy de la escuela y se supone que éramos novios, aunque era detestable y gritona. No les caía bien a ninguno de mis amigos y aveces a mi tampoco.
-Lo siento, no quise traer el auto de papá y apuesto a que no querías estar en el mismo auto con mi madre- Me encogí de hombros, ella sonrió y me dio un pequeño beso en los labios.
-Si amor, tienes toda la razón, te disculpo- Dijo con su voz chillona y se adentro en la escuela con su grupo de amigas, Keyla era bastante hermosa, su piel era color canela y tenía una larga cabellera negra, cuerpo delgado y con frondosas curvas, los ojos color verde y sus labios siempre rosados como si llevara puesto algún labial.
-Que fastidio, ¿no habían terminado?- Clay miró con cara de asco hacia donde Keyla se había ido, como dije, no les caía bien.
-¿Crees que va a terminar así de fácil con el mariscal de campo? es tonta pero no tanto- Respondió Luke a Clay quien de inmediato se puso a reír y a mover su cabeza de arriba a abajo.
-Nunca habías tenido tanta razón querido imbécil- Le dio un pequeño golpe en la espalda.
-A ver, que si soy tonto pero no como la Keyla- Dijo Luke rodando los ojos, el chico era el mas idiota del grupo, aunque parecía un modelo de revista griega era bastante imbécil.
La descripción de mis dos amigos era un poco simple, el cuerpo de todos era musculoso aunque Clay era el más escuálido del equipo, Clay tiene en cabello rubio y ojos oscuros, tiene pecas en todo su rostro, es alto y delgado, todas las chicas lo clasifican como "el tierno". Luke tiene el cabello oscuro como el mio aunque los ojos de el son azules, tiene su cuerpo bastante marcado y como ya lo dije, parece sacado de una revista griega, las chicas se derriten al verlo pasar aunque se abstienen de él cuando lo oyen hablar, salen muchas tonterías de su boca.