(POV LÍA)
Tengo 17 años, soy Lía Roberts y esta es mi historia, la historia de cómo pasé de ser una de las mejores deportistas de la escuela Montgomery a ser solo una chica linda de la que todos sentían lástima.
En mi niñez todo fue muy complicado, mi familia estaba muy ocupada como para prestarme atención y yo trataba de hacer varias cosas para poder llamarla, me metia en demasiadas actividades para distraerme en algo que no fuera el hecho de que mis padres no se preocupaban por mí, era una niña bastante insegura pero a la vez activa, me gustaba hacer muchas cosas pero solo había una que en verdad amaba.
Mi gusto por la natación empezó cuando llegamos a vivir a Richmond, mi familia compró una casa lujosa que tenía una gran piscina en la que podia nadar todo el tiempo que quisiera, empecé como todos alguna vez, con flotadores, a los 9 años ya sabía nadar como toda una profesional. Le insistí por mucho tiempo a mi madre para que me dejara entrar en el equipo de natación de la escuela en la que estudiaba, Montgomery Elementary tenía el mejor equipo y cuando por fin pude entrar les gusto demasiado mi nadado, mis tiempos, así que fui el ancla por mucho tiempo y luego la capitana, la capitana por 5 años consecutivos.
Amaba estar en el agua, ya hasta me sentía como un pez, pase el mayor tiempo de mi vida metida en una piscina, ya era inmune al cloro y a los químicos que habian en ella, mi cuerpo y mi figura eran de admirar, aparte de que era una excelente nadadora también era una gran deportista, podia jugar cualquier deporte que me pidieran.
Siempre fui una chica muy alegre y divertida, la parte de mi tiempo en la que no estaba metida en una piscina la pasaba con mis mejores amigas de la escuela, hablando de chismes, de chicos o incluso de chicas, una de mis mejores amigas era lesbiana y era la que nos impulsaba a hablar sobre las chicas de la escuela, hacia comentarios de las chicas como si ella fuera un chico, se le oía decir en muchas ocasiones "Mira el trasero de esa" o "Con esas tetas me haría una almohada" mi amiga Carol era bastante extravagante, no era deportista pero tenía una fascinación por el fútbol americano, su cabello era negro y hasta los hombros, ojos negros pero grandes y brillantes y aunque era muy bajita tenía un cuerpo envidiable.
Luego de enterarme que tenia una enfermedad respiratoria de la cual odio hablar, no pude volver a nadar, no podía aguantar la respiración ni tres segundos porque ya me estaba desmayando.
Decidí ir a un grupo de apoyo, a ver si ahi me ayudar psicológicamente a mejorar, me sentía muy mal y me daba golpes a mi misma (metafóricamente), me echaba la culpa y no entendia el porque a mi, una chica con tanto futuro, con tantas ganas de salir corriendo de su casa para triunfar, y no solo para eso, también quería huir de mis padres.
No solo no me prestaban atención si no que no les importaba nada de lo que yo hacía, estaban presentes pero ausentes, no tenían conocimiento de mis aptitudes o mis talentos, jamás me acompañaban a ninguna de mis competencias y mucho menos me preguntaban cómo me había ido, no les importaba, hasta que los llamaron del hospital a donde me llevaron luego de una competencia, justo en ese momento se dieron cuenta que tenían una hija.
Llevaba varias semanas llendo al grupo de apoyo sin querer hablar sobre mi y sobre mi situación, sin querer incluso hablar con mis propias amigas. Deje de ser esa chica alegre que todos conocian y ahora era la que se ocultaba en un rincón de la sala tratando de no ser notada. Cuando por fin me di la oportunidad de hablar en el grupo de apoyo me sentí muy bien, por fin alguien no me miraba con lástima sino con comprensión, me hablaba con la esperanza que yo necesitaba tener, la mujer del grupo de apoyo, Estela, era muy buena.
Tenia dias malos y dias muy malos, en uno de esos dias muy malos le dije cosas a Estela y a los otros chicos del grupo que en verdad no pensaba o que no quería pensar y uno de esos chicos me catalogó como antipática. Lo reconocí, era el egocéntrico que había conocido en la piscina el dia de los campeonatos inter escolares, me senté junto a el y hablaba con altitud como si fuera el mejor y la ultima coca cola del desierto, odiaba los chicos así, aunque estuviera rodeada de ellos. Yo trataba de ser invisible en mi escuela luego de mi enfermedad y se me hacia imposible porque yo antes era la más popular de la escuela.
El chico habló como si me conociera y me lanzo una mirada de repulsión, me caia mal y si tenía que odiarlo lo haría, pero recordé en dónde estábamos, en un grupo de apoyo para gente con alguna enfermedad, el chico también estaba enfermo, ¿de que? no sabía.
Tuvimos una pequeña discusión y eso me hizo patear la silla hasta el otro extremo de la habitación y casi golpear a un chico inválido, salí corriendo del lugar pero estaba segura de que el chico me seguiría, escuche cuando Estela le ordenó seguirme y disculparse.
Me adentre en una de las habitaciones de la casa y me agache a fingir que lloraba, luego le lance un puño a la cara cuando estuvo lo suficientemente cerca y temí haber roto su nariz, luego de eso seguimos peleando hasta que de repente ya no me caía tan mal, tenía una enfermedad en el corazón llamada Miocardiopatía y otra palabra mas que el chico no podia recordar. Su nombre era Noah y cuando lo conocí no pensé que me fuera a cambiar la vida.
-Soy Lía- Dije poniéndole el pañuelo mojado en su nariz sangrante, era el primer chico que conocía que llevaba un pañuelo de tela con el.
-Lo se, Lia Roberts la capitana del equipo de natación del Montgomery- Me sorprendí al escucharlo, un chico de otra escuela que sabía quién era yo, al parecer noto mi sorpresa por que agrego -Lo se porque alguien me lo dijo, no lo pregunté ni nada, no es que me interesara.
-Claro- Me rei y apreté un poco su nariz para que le doliera, chilló -Lo siento, ¿tu eres?