―Buenas noches ―dice una chica alta y de pelo negro dirigiéndose a mí―. Tú debes ser Johan.
―El mismo ―respondo tratando de parecer despreocupado. Ella pestañea y distingo sus maquillados ojos. Tiene labios generosos y cubiertos con un brillo rosa que va muy bien con su tono de piel y su falda.
Me invita a pasar luego de verme con aprobación.
―Veo que al final te decidiste ―susurra, y me guiña el ojo.
La tensión que había mandado al carajo vuelve, y multiplicada con creces. Sabía para que estábamos allí, pero me parecía raro que una chica aceptara como si nada la situación.
―Encantada de conocerte, soy Rebeca, esta es mi casa. ―Sonríe y yo le ofrezco la mano―. Me alegra que Rafael te haya invitado.
―Eh… gracias ―digo, observando un precioso rubor en su cara, de pronto tengo la sensación de que le gusto.
―Vamos, te presentaré a los demás ―propone jalando mi mano, y la acaricia con el dedo pulgar. Miro hacia abajo y siento ganas de reír. Pero no lo hago porque no la conozco y no sé qué puede pensar.