Sirvienta o cenicienta

Capítulo 0

¿Han visto a la chica de clase trabajadora, de caracter fuerte, en las comedias rosas que de una manera estúpida tiene sexo con un chico que resulta encantadoramente guapo y asquerosamente rico? Sí, esa chica que no quiere que le compren nada, pero que heroicamente él insiste en darle un audi. Esa misma chica… ¿La tienen?

No soy yo.

Ni de cerca. 

Yo soy la niña que se reía al ver esas escenas, y salía diciendo “Yo jamás seré así, no dejaré que un hombre me mantenga, ¡Seré independiente!”...

¡Que niña tonta! ¡Dios, hablé sin saber!

¿En qué momento es que eso pasa? No, en serio, por favor, retiro lo dicho en mi ignorante niñez. 

Si hay alguien que quiera mantenerme aquí estoy; jamás debí terminar con mi ex… ¡Carajo que ahora es el presidente de la empresa de publicidad Henderson!

Hasta comencé a ir a bares de doctores hace un tiempo, quizás me pasase como a Meredith Grey y me saliera un McDreamy rico…; lo único que conseguí fue sífilis y un acosador recurrente… los doctores estresados algunas veces se ponen muy obsesivos.

De niña también decía que en mis veinte tendría la vida solucionada, una casa, un carro, trabajo como contable… 

Que chistoso, ¡Sácame de esta vida, Dios mío!

Creía que ser adulta era vestirse precioso y mandar a la mierda a todo el mundo porque era una mujer independiente; bueno, ahora estoy en el super intentando rebuscar entre todos los análisis médicos que están en mi cartera para poder encontrar diez dólares y comprar estas dos tonta sopas maruchan. ¡Diez malditos dólares no tengo!

Lamento haberte juzgado, suggar baby.

—¿Puedo tomar a plazo? —pregunto avergonzada en un susurro a la cajera, sintiendo reprobación en la mirada de la señora de atrás de mí, ¡Jódase señora!

—Son sopas maruchan —me hace saber con obviedad y aburrimiento.

—Es que solo tengo cinco dólares…

—Es una gasolinera, querida, aquí no se deja a plazos —responde con voz monótona. Lo sé, señora, son las cuatro de la mañana y usted está cansada, pero tenga piedad.

—Sé que ha sido un largo día, pero, por favor —mis hondos ojos llenos de oscuras ojeras la miran con algún tipo de somnolencia, cansancio y anhelo—, necesito estas sopas.

Respira profundo, como mandándome a la mierda. Si no fuera porque me muero de hipoglucemia ahora mismo, le cantaría las cincuenta. 

—Compre solo una, entonces.

—Necesito las dos —intento mandar buenas vibras con una sonrisa.

Haz caso, pendeja.

—Pues pague diez dólares.

Diez dólares mi…

—No tengo diez dólares —le digo entre dientes con una sonrisa tontamente cabreada.

—Me voy dando cuenta.

—Le juro que le voy a hacer tragar ese chicle —sonrío.

—Pague las sopas.

—Páguese una lipo.

—Toma una ducha, hueles a humedad.

Me siento personalmente ofendida…

—No tengo los diez dólares, pero, de verdad necesito esto.

Rueda los ojos con desdén. Qué antipática la tipa.

—¡Pues quítese, por Dios, de la fila! —me grita la desagradable de detrás.

Respiro hondo… ¿Esta chica cree que tengo el apellido de mi madre de decoración?

—Si usted supiera las cosas que me pasan por la mente cuando alguien me levanta la voz no respiraría cerca de mi ahora mismo —le digo mientras sigo buscando, el atareo no para y la verdad, la presión me pone mal —Vaya a ver si puso la gallina.

—Tengo mucho tiempo aquí parada, niña —me dice con asco —, me duelen las piernas.

—¿Tiene mucho tiempo? —le pregunto con algo de cinismo—, Pues mire, yo tengo mucho tiempo viviendo, la verdad, he sido despedida de mi trabajo, tengo una casa que pagar, una madre que cuidar que tiene cáncer, no he podido pagar el médico este mes, no tenemos seguro médico, no he podido avanzar nada en mis estudios, estoy frustrada, no he dormido nada en 74 horas, ¡No puedo pagar una maldita sopa Maruchan! ¡Y tampoco he comido porque estoy buscando empleo! ¡¿Cómo se sienten ahora sus piernas!? ¡Párese esta, carajo!

+

Al final la chica pagó mi sopa maruchan.

Gritar en un supermercado y que la cajera tenga que pagar mi sopa no es la manera en que quiero añadirle sazón a mi vida.

—Mira, ma’ —le extiendo el envase humeante, y ella con la lentitud normal lo toma, su huesuda mano aprieta levemente y entonces lo suelto. Se sienta en la cama y apenas unos segundos después, tras oler el contenido, me sonríe. Verla tan feliz con su sopa hace que valga la pena haber pasado treinta minutos de camino para ida y treinta para vuelta—, ¿Te gusta?

—Si tengo que soltar la dieta, que sea por Ramen recién hecho —dice divertida —, ¿Cómo conseguiste esto a esta hora?

—Tuve que ir a la gasolinera, y cómo esta clínica está tan lejos de toda civilización tardé tanto, casi se enfría. ¡Aquí mueres y ni te pueden enterrar en el cementerio, está tan lejos…! —mamá levanta las cejas y entonces entiendo que mencioné la palabra inmencionable frente a ella —Lo siento.

La vida da tantas vueltas en un pequeño lapso de tiempo que algunas veces me pregunto si pude haber elegido otro camino y las cosas serían más tranquilas. Antes del diagnóstico de mamá, antes que estos años todo se fuera en picada, trabajaba en casa de la familia Russo, como mi madre y mi abuela antes de mí; tenía a la familia Henderson apoyándome y tenía tantos sueños. 

Ahora de esa Lissy solo queda una sombra.

Sombra que no tenía diez dólares.

—¿Cómo te fue en la búsqueda de trabajo, Lissy?

—Estoy en eso, ma’ —me recuesto en el sofá—, nadie quiere a una chica de 23 años sin carrera, sin referencias y que ha sido despedida de dos lugares consecutivos.

—Aún no entiendo por qué la señora Bloom te despidió… Si eres muy responsable.

—Esa mujer no se despide a ella porque eso significa tener una conversación consigo misma. Es insoportable. 




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