Un sonido insufrible empieza a sonar, ¿Es mi maldita alarma?
Maldición.
Estúpida alarma. Que siento que apenas han pasado quince minutos desde que cerré los ojos.
Espera, ¿Qué alarma? Yo nunca puse una alarma ¿Qué es ese sonido? Nunca pongo alarma porque mi celular tiene dañada la bocina y solo funciona cuando tengo audífonos. Y no importa que tan bajo sea el presupuesto de la serie, dormir con audífonos nunca es buena idea, duele mucho.
Abro los ojos, ¿Qué es ese olor?
¡Mierda, fuego!
Huele a humo. ¿Es mi casa? ¿Se incendia mi casa?
El maldito bip, bip es la alarma de fuego. Algo se quema.
Brinco de la cama y reviso todo. El olor se vuelve más fuerte, muy fuerte. No es en mi casa, pero sigue ahí, el humo que comienza a picarme en los ojos y a dificultarme ver. Toso.
Abro la puerta principal. Es… el departamento de la vecina.
—¡Jessie! ¡Jessie! —grito. Jessie es mi vecina, algo así como una amiga que jamás le digo que lo es. Algunas noches me da de cenar, cuando sabe que no he comido nada. Es madre soltera de dos niños, recién divorciada, vive en estos departamentos de mala muerte porque su esposo se niega a darle la manutención o siquiera ver a sus hijos —¡Jessie, despierta!
—¡Lissy! —escucho —¡Lissy!
—¡Ábreme la puerta! —grito. Golpeo la madera con mis nudillos.
—¡Está trancada desde fuera!
Miro. Es cierto. La cerradura está trabada, forzada.
Joder.
—¡Resiste, Jessie!
Comienzo a golpear con mi hombro la puerta. La fuerza me viene de la preocupación, los niños están en riesgo al igual que ella. Y no me puedo quedar aquí. Por los gritos, el humo y ciertos otros departamentos que también se les saltaron las alarmas, los que las tienen funcionales, varios vecinos vienen a ver.
Algunos llaman a los bomberos. Pero… otros vienen a intentar abrir la puerta para salvarlos. Al final la derribamos. Jossie sale corriendo, sola.
—¿Y los niños? —pregunto horrorizada.
—Este fin de semana tocaba con mi madre… —responde y me abraza, mientras tose sin poder controlarse.
+
—Lissy, no sé qué voy a hacer —dice destrozada. Jessie no para de llorar —Apenas tengo para pagar el departamento, no… no puedo ni siquiera…
Yo no estoy en mejores condiciones. Lo de la gasolinera me hará ser la persona más humilde por el resto de mi vida, sin embargo, con algo podré ayudar, ¿No?
—¿Señorita…? —entra el doctor.
—Blake, Elizabeth Blake —digo rápido —Ella es la señorita Elizabeth Blake.
—Lissy, ¿Qué haces? —me susurra.
—Mi seguro entra en función en 48 horas, o menos. Esperemos que… ya haya entrado en función.
—Es un delito federal…
—Hablemos cuando se haya ido el doctor —digo como último susurro.
—Señorita Blake —llama el señor.
—¿Sí? —responde mi amiga. Genial, casi respondí yo.
El doctor le hace preguntas, le indica que tiene que hacerse unas pruebas y se la llevan a hacérselas. Estoy entre sueños, luego, viendo cómo la policía llega y hace aún más preguntas.
Resumen: no, no es su culpa, no dejó nada encendido. No, no hay cámaras en ese edificio. No, no tenemos idea de qué lo inició, los bomberos investigan. No, no fue accidental. Sí, le daremos protección.
—No sé cómo pagarte, de verdad, Lissy…
—Es lo mínimo. Ahora debes buscar otro departamento y comprar todo de nuevo, no necesitas una factura de hospital. Nadie, de hecho.
—Te lo pagaré, lo juro…
—Apenas das a basto con tus dos trabajos, ¿Sí? No debes pagarme nada —miro mi celular. Ya son las seis de la mañana —Cuando busques a los niños pueden quedarse en mi casa, en mi trabajo tendré dónde dormir. ¿Sí?
Tomo mi bolso y corro hasta la salida. Tengo dos opciones: uno, me voy en pijamas al trabajo; dos, llego tarde para irme a cambiar, empacar un poco de ropa y tomar el bus.d
Dos.
+
—Hola, mamá, ¿sucede algo? —pregunto a través del audífono barato que me vendió un hombre de pinta no muy confiable hace como cinco meses; solo se oía de un lado.
—No, Lissy, solo te llamo para felicitarte.
—¿Felicitarme?
Me subo al bus con el equipaje.
—Sí, por tu nuevo empleo.
—¿Cómo te enteraste, ma’?
—De repente tengo un seguro médico —responde —, a mi edad eso es como maquillaje nuevo.
Respiro con calma por primera vez en mucho tiempo. Mi madre ya tiene seguro médico.
—Mis terapias físicas ahora serán diarias, además de que el medicamento es cubierto completo por el seguro. Lissy, ¿Fuiste donde Adam te dijo?
—Sí, mami —respondo con los ojos llorosos.
—Debemos agradecerle, sí, señor. Adam siempre ha sido un buen chico, ¿Por qué no vuelven? —ruedo los ojos. Ya no me permito pensar en eso —Ay ya, Lissy, no tienes que suspirar así, entiendo que solo son amigos ya. ¿Te gusta el empleo? —pregunta con tono conciliador —No debes aceptar una miseria solo por mí, ¿Sí? Y debes seguir estudiando.
—Estudiaré en un tiempo, cuando las cosas mejoren. Debo irme, mami. Te amo.
—Te amo, Lissy.
Se me revuelve el estómago. Pero no de enojo, o algo negativo. Sino de felicidad, un poco de orgullo. El seguro entró en vigencia rápido, mamá ya recibirá lo que necesita.
Ya tengo 22 años, ahora mismo no es cuestión de juegos y deseos, sino de necesidades. Estudiar puede esperar.
Por eso quiero llegar lo menos atrasada posible. Corro lo más que puedo para llegar hasta la gran casa en que me dijeron que Cross se había mudado. Bastante céntrico debo decir. Tiene dos plantas, un patio que es el triple de grande que la edificación, es de color blanco con ciertos detalles verdes suave, muy tierna para ser de Cross, pero no necesariamente fea.
—Llega tarde.
Oh, pero que lo cabrón lo tienen todos es. ¿Se pegará?
—Lo siento, señora —me paro a descansar, vine corriendo desde dónde me dejó la parada, con una mochila y una maleta. No tengo mucho, pero traje todo lo que tenía en esas dos cosas.
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Editado: 11.11.2023