Maldita menstruación. He tomado más naproxeno de la que me recomendó la doctora, y sí, aquí estoy, sintiendo que se me rompe el útero, pero al mismo tiempo bastante cansada. Ya no duele tanto, pero el primer día siempre es un infierno. Además de que me pongo como una niña pequeña a llorar por todo.
De hecho, el malestar, los gases, el dolor de estómago, la diarrea explosiva y las emociones son nada más que los síntomas que me suelen dar… Odio menstruar.
Ellos beben champán con fresas, yo me desangro entre lágrimas.
Mientras ellos disfrutan la música de los violines, yo miro por la ventana de mi habitación de servicio. Juego con mis dedos nerviosamente y el jardín de este lugar me recuerda aquella noche en que Cross y yo nos conocimos por primera vez. La primera y única hubiera sido si yo no me metía en este trabajo.
Él pensaba que era la hija de alguna familia rica. Lo sé, eso era por el hermoso vestido que llevaba, pero al final, yo solo era la empleada más eficiente de la familia, estaba ahí para servir.
Estoy harta de ser la sirvienta.
¿Y si obtuve el dinero y el seguro muy tarde y ya mi madre…?
Ya ni siquiera sé que estoy haciendo mal.
—Tantos tipos ahí —susurro —y tuve que acostarme con él.
No solo me lamento de que ahora sea mi jefe, sino que también de que de haber sido otro hombre, que tuviera algún tipo de interés en tener una relación, quizás yo sería la maldita cenicienta y no la sirvienta.
Bueno, más mal que peor de lo que me ha ido no me irá.
Eso es lo perfecto.
—¿No bajará, Blake?
Miro a quién me interrumpe.
—No creo que sus inversionistas necesiten ver a una sirvienta más brindándoles, señor. Ya contrató un servicio de catering.
—¿Se planea quedar aquí? —pregunta con la misma sonrisa que puso aquella vez, aquella sonrisa juguetona y burlona —No baje como catering entonces, no le pagaré como tal.
—¿Y qué debo hacer? —me levanto, y él se acerca.
—Vaya como mi acompañante.
—Señor Cross —inicio, porque no estoy de humor, se me desangra la vagina y siento la sensibilidad empeorar cada vez que el frío me toca —, no ha sido un día para juegos.
—No es un juego.
—Tampoco necesito divertirme, prefiero irme a dormir.
—Necesito su lengua afilada. Blake, no le estoy ofreciendo diversión nocturna, créame. Le ofrezco trabajo extra, pagado.
Se me sale una sonrisa.
—Explíquese mejor.
—El dinero la mueve… anotado.
—¿Para qué “anota”?
—Uno nunca sabe cuando necesite esa información.
Me da la espalda y comienza a caminar para salir.
—Jamás había venido al área de servicio —dice y no respondo porque ¿A mí qué? —, Bonnie le traerá un vestido, ¿Entiende?
—Entonces hoy finjo ser de alta sociedad, pero mañana vuelvo a limpiarle el inodoro.
—Cenicienta diría que entendió todo —me responde burlón y se va —, corra, solo tiene dos horas hasta medianoche.
+
—¿Qué necesito hacer? Explíqueme mejor que es lo que debo hacer.
Camino apresurada, sintiendo como con cada pisada se me sale un litro de sangre.
—Es simple, Blake —me dice mientras caminamos a la par entre el salón y las personas. Deja posada su mano derecha sobre mi espalda baja —. Yo la presentaré a un par de personas, y necesito que ese hombre, el de allá —me señala a un señor bastante conocido por mí —, se sienta acorralado e invierta.
—Con que así es que ustedes consiguen sus cosas…
—No, no malinterprete. Es cosa de hoy.
—Un abogado diciendo que solo porque es una vez está bien —le susurro —. Uno ve cada cosa…
—No soy abogado —me informa —, terminé la carrera y solo ejercí para un solo caso grande, los demás fueron pequeños. Solo un año. Luego heredé los hoteles de mis padres.
Ese gran caso, yo lo conozco. Los Russo.
—¿Prefirió los jacuzzi sobre sus años de estudio?
—No, Blake, preferí heredar millones —me dice y nos reímos —, no es la única a la que el dinero mueve.
Me permito observarlo… La barba de Thomathy sigue haciéndome dudar de si es aquel chico, pero es que sí, es él, es su voz, es su aroma, es su forma de hablar —Aunque un poco más refinada, obviamente —, pero… esa barba lo hace ver más… sexy.
Mierda, son las hormonas.
—No somos tan distintos, Lissy.
Me acaba de llamar Lissy.
—Siempre me llama Blake.
—Bonnie me ha dicho que le permite llamarla Lissy, ¿Por qué a mí no, entonces?
No se lo permito, específicamente le dije que me siguiera llamando Señorita Blake, pero nada, me toca mirarle la faja que le sobresale y no responder.
—Blake está bien, señor —le digo.
No me responde.
—Solo sígame, no se contenga, Blake.
Caminamos hasta el señor, que está de espaldas. Me parece conocido, increíblemente conocido. Como sea, estar vestida de esta manera, estos tacones y usando la colonia de él, para que se sienta impregnada en mí y piensen que soy su acompañante… Me podría acostumbrar a ser la maldita cenicienta. Es más interesante que ser sirvienta, eso lo podemos tener por seguro.
El salón que limpié se ve tan diferente, los que contrató para hacer la decoración sí tienen su arte. No sé por qué me recuerda a esas galas a las que los Russo me llevaban.
Galas en las que casualmente me top
—Veo que tiene una hermosa acompañante esta noche, Thomathy —inicia el hombre mayor, cuyo cabello canoso pronuncia aún más lo imponente que luce. Me saluda con un asentimiento lento.
—Así es, Antony. La hermosa señorita Blake me honra —responde el hombre a mi lado, cuyo perfume entra por mis fosas nasales y me inunda el pensamiento. Sé que conozco a este señor y su nombre me timbra, pero… ¿De dónde?
—Mucho gusto, Elizabeth Blake.
—Todo un placer, querida. Antony Henderson.
Mil y tres mierdas.
#12498 en Novela romántica
#1761 en Novela contemporánea
amor odio drama y humor, sirvienta y millonario, enemies to lovers
Editado: 11.11.2023