La vida de Lidia y Laura continuó con una felicidad y amor inquebrantables. Cada día era una nueva aventura, cada noche una nueva oportunidad para amarse y apreciarse aún más. La promesa de amor eterno que se habían hecho en su acogedor apartamento se convirtió en el pilar de su relación.
Laura, con su espíritu aventurero, propuso un viaje a la playa. Quería hacer algo especial para celebrar el primer aniversario de su mudanza juntas. Lidia, aunque al principio dudosa, aceptó. Sabía que cualquier aventura con Laura valdría la pena.
El viaje a la playa fue mágico. Pasaron los días nadando en el mar, tomando el sol y disfrutando de la compañía de la otra. Por las noches, se sentaban en la arena, mirando las estrellas y compartiendo sus sueños y esperanzas para el futuro.
En su último día en la playa, Laura tomó la mano de Lidia y la llevó al borde del agua. Con la puesta de sol como telón de fondo, Laura se arrodilló y le propuso matrimonio a Lidia. Lidia, con lágrimas de felicidad en los ojos, aceptó.
Y así, con el sonido de las olas y la puesta de sol como testigos, Lidia y Laura se prometieron amor eterno una vez más. Un amor que había superado la pérdida y la tristeza, un amor que les había enseñado que siempre hay una segunda oportunidad para amar.
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Editado: 14.03.2024