La noticia del compromiso de Lidia y Laura fue recibida con alegría por sus amigos y familiares. Comenzaron los preparativos para la boda, y aunque a veces era estresante, Lidia y Laura disfrutaban cada momento. Sabían que cada decisión que tomaban, cada detalle que elegían, era un paso más hacia su futuro juntas.
El día de la boda llegó más rápido de lo que esperaban. Fue una ceremonia sencilla pero hermosa, llena de amor y felicidad. Lidia y Laura se veían radiantes, sus ojos brillando con amor y emoción. Cuando intercambiaron sus votos, prometiendo amarse y cuidarse en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte las separe, todos los presentes sintieron la profundidad de su amor.
La recepción fue una celebración llena de risas, baile y alegría. Lidia y Laura bailaron su primer baile como esposas, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la música, sus ojos fijos la una en la otra. Fue un momento mágico, un momento que siempre recordarían.
Esa noche, mientras estaban acostadas en su cama, Lidia miró a Laura y le agradeció. Le agradeció por amarla, por esperarla, por enseñarle que siempre hay una segunda oportunidad para amar. Laura, con lágrimas en los ojos, le dijo a Lidia que no tenía que agradecerle. Que amarla había sido el mayor regalo que la vida le había dado.
Y así, Lidia y Laura comenzaron su vida como esposas. Una vida llena de amor y felicidad, una vida que prometía ser tan hermosa como el amor que compartían.
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Editado: 14.03.2024