El paso del tiempo es inevitable, y aunque Lidia y Laura envejecieron, su amor permaneció joven y vibrante. Cada arruga, cada cana, era un testimonio de los años de amor y felicidad que habían compartido. Aunque sus cuerpos se habían debilitado con el tiempo, su amor era tan fuerte como siempre.
Lidia, siempre la escritora, decidió escribir su último libro. Quería que fuera un testimonio de su amor por Laura, un recuerdo de la vida que habían compartido. Laura, siempre la musa de Lidia, la apoyó en cada palabra, en cada página.
El último libro de Lidia fue un éxito, pero para ella, el verdadero éxito fue haber pasado su vida amando a Laura. Cada palabra, cada página, era un tributo a su amor, un amor que había superado la tragedia y había demostrado que siempre hay una segunda oportunidad para amar.
Y así, en el crepúsculo de sus vidas, Lidia y Laura se amaron con la misma intensidad que el primer día. Su amor era un testimonio de la fuerza y la belleza del amor verdadero, un amor que prometía ser eterno.
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Editado: 14.03.2024