Skill Shot: El camino de Alex - Historia de Fútbol Callejero

Capítulo 2: El descubrimiento de la plaza

El aire de la tarde en Córdoba era fresco, con aroma a tierra húmeda que se mezclaba con el zumbido lejano de los autos y el canto esporádico de algún pájaro escondido.

Alex Kovalyk salió de su casa con las manos en los bolsillos de un buzo gastado, pateando una piedra por la vereda mientras el sol intentaba colarse entre los edificios.

No tenía rumbo, pero sus pies parecían saber adónde ir. Casi sin pensarlo, terminó en la plaza Alberdi. No sabía bien por qué. Tal vez por el recuerdo de esos pibes que había visto jugando con tanta energía días atrás. O tal vez porque necesitaba despejarse.

Aunque, en el fondo, sentía que algo lo estaba llamando. Como si un hilo invisible lo estuviera arrastrando hacia allí. Cuando llegó, la plaza ya estaba despierta.

El grupo de chicos que había visto antes estaba reunido en un rincón, marcando líneas con polvo de tiza sobre el asfalto. Habían colocado dos mini arcos improvisados con caños y redes viejas. El ambiente vibraba con risas, gritos y el sonido seco de una pelota chocando contra el pavimento.

Alex se acercó despacio, quedándose a unos metros, bajo la sombra de un árbol. Desde ahí observó todo: los regates rápidos, los trucos imposibles, la forma en que cada gol se gritaba como si fuera el último. No sabía exactamente qué era eso. Pero no era fútbol normal.

Y sin embargo… había algo magnético en esa escena. Como si esa cancha inventada escondiera un secreto que él todavía no entendía.

—Che, ¿vos sos nuevo o solo viniste a mirar como viejo chusma? —dijo una voz con tono burlón.

Alex giró la cabeza, sorprendido. Frente a él, una chica de rulos oscuros y sonrisa amplia lo miraba con los brazos cruzados. Llevaba una remera del Liverpool con el número 10 estampado, una calza corta ajustada y zapatillas gastadas pero llenas de estilo. Tenía una energía contagiosa, como si todo en ella hablara en movimiento.

—No soy viejo, ni chusma —respondió Alex, levantando una ceja—. Solo estoy viendo qué están haciendo.

La chica soltó una carcajada breve y se acercó con paso relajado.

—Rubí Austin—dijo extendiéndole la mano—. Una de las fundadoras de este quilombo.

—Alex Kovalyk —contestó, estrechándosela con cierta cautela—. ¿Fundadora de qué, exactamente?

Rubí sonrió, como si hubiera estado esperando esa pregunta todo el día.

—Skill Shot. Es lo que va cambiar tu vida. Bueno, si te gusta el fútbol, claro está.

Alex la miró curioso intentando entender a qué se refería.

—Es una competencia de fútbol. Uno contra uno, tres minutos, minis arcos, sin arquero. Distintos tipos de goles cada uno con su puntuación. Podes hacer lo que quieras con la pelota: regates, caños, tacos, rabonas... cuantas más habilidades tengas, más puntos. ¿Te animás a probar?

Alex frunció el ceño, mirando el campo improvisado. Los chicos seguían jugando, y uno de ellos acababa de meter un gol de rabona que hizo estallar a los demás en gritos de admiración. Era tentador, pero algo dentro de él se resistió.

—No, gracias —dijo, encogiéndose de hombros—. No quiero arriesgarme a una lesión por una pavada.

Rubí lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

—¿Una pavada? Esto no es una pavada, amigo. Es fútbol en estado puro. Mirá —señaló el campo con un gesto amplio—. Acá no hay reglas aburridas ni técnicos gritándote. Solo vos, la pelota y tu talento. ¿Qué lesión vas a tener pateando una pelota en tres minutos?

Alex negó con la cabeza, firme.

—No me interesa. Si me tuerzo un tobillo por esto, adiós fútbol de verdad. Prefiero guardarme para algo serio.

Rubí entrecerró los ojos, estudiándolo como si intentara descifrarlo.

—Fútbol de verdad, ¿eh? ¿Sos de esos que sueñan con la Champions y el césped perfecto? —Había un tono burlón en su voz, pero no era cruel, más bien juguetón.

Alex sintió un pinchazo en el pecho. ¿Acaso no todos sueñan con jugar en Europa? Pero la forma en que lo dijo es evidente que no.

—Algo así —respondió, manteniendo la guardia alta.

—Esto también es algo serio, no te das una idea la cantidad de pibes que sacamos de la calle. Aunque bueno, todavía nos falta mucho para ser la Premier League. ¿Ahí es donde te gustaría jugar?

—No vine a charlar de mis sueños, y tampoco vine a criticarlos. Solo estaba mirando.

—Está bien, mirón —dijo Rubí, guiñándole un ojo—. Pero te aviso: esto no es solo un juego de plaza. Skill Shot está creciendo. Apenas empezamos éramos cuatro, cinco locos con pelotas destruidas. Hoy somos una gran comunidad.

Antes de que Alex pudiera responder, una voz nueva proveniente de una chica interrumpió la charla.

—Este lugar es para los que tienen huevos de mostrar lo que valen. ¿Vas a jugar? ¿O te vas a quedar mirándonos el culo, pajin?

Alex se giró hacia la dueña de la voz. Una chica de expresión desafiante, pelo largo y lacio recogido en una colita alta, lo miraba con una mezcla de burla y determinación. Vestía una camiseta azul y negra a rayas, entallada al cuerpo, y un short negro deportivo. Tenía las cejas arqueadas con fuerza y los puños cerrados, como si estuviera siempre lista para entrar a jugar.




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