Skill Shot: El camino de Alex - Historia de Fútbol Callejero

Capítulo 5: El rugido de la plaza

La semana después del primer torneo pasó como un torbellino borroso para Alex. Había vuelto al colegio por la mañana, arrastrando los pies entre clases de matemática y literatura que apenas registraba, con la cabeza todavía en la plaza Alberdi, repasando cada regate fallido y cada gol que no entró. Las tardes las había dividido entre el gimnasio, haciendo pesas y corriendo en la cinta para fortalecer las piernas, y un par de repartos con la bici de su padre, pedaleando bajo un sol que quemaba las veredas de Córdoba.

Había juntado unos cuantos pesos más, guardados en una lata vieja de galletitas debajo de su cama, pero no había noticias de ninguna de las empresas donde dejó currículums con Ann. Cada día revisaba el celular esperando un llamado que no llegaba, y la frustración empezaba a apretarle el pecho como una camiseta mojada en invierno.

Con Ann las cosas habían mejorado un poco, o al menos eso quería creer. El lunes por la noche, recibió respuestas del mensaje que le había enviado, ella le escribió un "yo también te extraño, pero estoy re cansada, hablamos mañana". Habían intercambiado mensajes cortos durante la semana, pero no se habían visto. Ann estaba haciendo doble turno en el bar donde trabajaba, cubriendo a una compañera enferma, y entre sus horarios y los repartos de Alex, el tiempo para encontrarse era escaso.

El sábado había llegado con un calor agradable de los pocos que ya quedaban. Alex, estaba con el cuerpo más descansado que la semana anterior, pero con los nervios zumbándole bajo la piel. Era el día para ponerse a prueba en su segundo torneo de Skill Shot, y esta vez no iba solo. Mientras merendaba una tostada con dulce de leche en la cocina, Nico entró corriendo con una remera de Messi y los ojos brillantes.

—¿Me llevas, no? ¡Quiero verte jugar! —dijo, saltando alrededor de la mesa como un perro ansioso.

Alex se rio, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

—Claro. Pero te portas bien y no haces lío, ¿eh? —respondió, aunque sabía que Nico iba a ser más un hincha que un hermano.

Claudia los miró desde el lavadero, con una ceja levantada.

—¿Otra vez ese juego de la plaza? —preguntó, secándose las manos en el delantal—. ¿Y la bici, Alex? ¿No vas a hacer repartos hoy?

—Después del torneo, ma. Hoy quiero concentrarme en esto —dijo él, poniéndose de pie y agarrando la mochila donde había guardado una botella de agua y la pelota de Nico.

Andrés, que había entrado a la cocina en silencio con el diario bajo el brazo, gruñó algo ininteligible antes de sentarse a la mesa.

—No sé para qué perdes el tiempo con eso —masculló, abriendo el diario con un movimiento seco—. Pero hace lo que quieras.

Alex apretó los labios, pero no respondió. No tenía ganas de otra discusión. Miró a Nico, que ya estaba listo, y le hizo un gesto con la cabeza.

—Vamos, pendejo, antes de que me arrepienta.

Salieron de casa caminando hacia la plaza, con el sol trepando en el cielo y el calor empezando a pegarle en la nuca. Alex con la mente ya en el campo, imaginando los cruces, los rivales, la posibilidad de llegar más lejos esta vez. Nico pateando la pelota a su lado, feliz de ir.

Cuando llegaron a la plaza, el lugar ya estaba explotando de vida. Había más gente que la semana anterior: chicos y chicas calentando cada uno con sus pelotas, un par de pibes grabando con celulares desde los costados, y hasta un grupo de curiosos sentados en los bancos o apoyados contra los árboles. Las líneas de tiza estaban recién marcadas, los mini arcos alineados, y no podía faltar el parlante portátil sonando con una canción de Duki que hacía vibrar el pavimento. Rubí estaba en el centro, con su remera del Liverpool y el micrófono en la mano, gritando instrucciones mientras Santy anotaba a los participantes en la mesa improvisada.

—¡Mirón! —gritó Rubí al verlo, con una sonrisa que era mitad burla, mitad bienvenida—. ¿Trajiste refuerzos?

Alex señaló a Nico, que ya estaba mirando todo con la boca abierta. Sus ojos recorrían el lugar con asombro, como si no terminara de creer que esa era la misma cancha que había visto en los videos. Las gradas de cemento semicirculares se alzaban alrededor del rectángulo de juego, formando una especie de coliseo romano donde algunos ya habían tomado asiento esperando el primer desafío. A pesar del gris del cemento, el lugar vibraba con color y energía. Parecía un escenario pensado para el fútbol, crudo y auténtico, y Nico sintió en el pecho esa ansiedad eléctrica de los que saben que están a punto de presenciar algo especial.

—Mi hinchada personal —dijo Alex, riéndose—. ¿Cómo está la cosa hoy?

—Más grosa que la semana pasada —respondió Rubí, señalando la multitud—. Hay más inscriptos, y algunos pesos pesados volvieron para competir. Vas a tener que correr, campeón.

Alex asintió, sintiendo el nudo en el estómago apretarse un poco más. Pagó la inscripción con el dinero de los repartos, y Santy le dio una pulsera rosa esta vez. Nico se quedó cerca de la mesa, charlando con un par de chicos que también habían ido a mirar, mientras Alex se preparaba para el sorteo.

El torneo arrancó con un ritmo frenético, y con él, la adrenalina de Alex subió al máximo. Era su primer partido en el segundo torneo, un nuevo comienzo, pero esta vez con algo distinto: su hermano estaba en la grada, observándolo por primera vez. Sintió el peso de su mirada, mezclado con la expectativa de todos los que rodeaban la cancha. No podía fallar.

Le tocó contra Ary, una chica flaca y bajita, pero con una energía inagotable. Se movía ligera sobre el cemento, zapatillas rozando el suelo con la precisión de alguien que ya había jugado mil partidos como este. Alex respiró hondo y repasó mentalmente los consejos de Santy, los entrenamientos con Nico. "Paciencia. No te apures."

Ary arrancó con un caño agresivo, pero él leyó la jugada justo a tiempo. Movió la cadera, bloqueó el túnel y salió con la pelota limpia. Un par de toques para acomodarse, la zurda lista, y el primer gol entró seco contra la red. 1-0.




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