Skill Shot: El camino de Alex - Historia de Fútbol Callejero

Capítulo 12: Todos contra Alex

El sol caía a plomo sobre la plaza Alberdi ese sábado a la tarde, y el calor se sentía pegajoso, de esos que hacen que la ropa se adhiera a la piel como una segunda capa. La sombra de los árboles no alcanzaba a cubrir a todos los que empezaban a agruparse alrededor de la cancha. El parlante retumbaba con música, y Rubí, micrófono en mano, daba vueltas por el campo con una energía que contagiaba.

—¡Atención, atención! ¡Bienvenidos a la penúltima fecha del torneo Skill Shot! Quedan solo dos jornadas, y la tabla está que arde —gritaba, mientras algunos aplaudían y otros apenas levantaban la vista desde el borde.

Alex había llegado temprano. Tenía la camiseta negra ajustada al cuerpo por el calor y las zapatillas blancas ya puestas. El sol le pegaba en la nuca, pero no se movía de su lugar. Sabía que ese día era clave. Rubí se lo había dicho: si tenía un buen torneo, podía llegar con chances reales a pelear el campeonato en la última fecha.

—Este puede ser tu torneo clave, Alex. Estás cuarto en la tabla. Si llegás a la final hoy, te ponés arriba de una vez —le había dicho Rubí, con esa mezcla de motivación y seriedad que usaba cuando hablaba en serio.

Desde el borde de la cancha, Nico saltaba en una pata. Llevaba puesta una camiseta de Messi que le quedaba grande, y sostenía su propia pelota bajo el brazo.

—¡Hoy debutó, Alex! ¡Me anoté, no me importa nada! ¡Soy jugador oficial ahora! —gritó con los ojos brillando.

Alex sonrió, revolviéndole el pelo.

—Bueno, Messi. Pero hacela simple en el debut. No te tires una rabona de arranque —bromeó.

Santy empezó a leer los cruces de la primera ronda desde su cuaderno. Alex sintió que el corazón se le aceleraba. Había entrenado toda la semana, incluso con la rodilla un poco dolorida. Quedaban dos fechas. Dos. Esta era su oportunidad.

Y en una esquina, Stefano observaba. No hablaba, pero su presencia imponía. Llevaba una cara de soberbia con su barba prolija, mientras estaba apoyado en un poste, hablaba en voz baja con Lissa, Emilia y dos pibes más del grupo. Cuando escucharon el nombre de Alex entre los anotados, Stefano sonrió de costado.

—Hay que bajarlo —dijo, sin disimulo—. No puede seguir subiendo puntos. No después de lo que dijo el primer día.

Emilia cruzó los brazos, sin mirarlo.

—¡Fue hace mil años esa boludez! —murmuró, aunque sin convicción. Lissa la miró de reojo, como si le pesara seguir con esa bronca, pero igual asintió.

—No se merece ganar el torneo. Es un colado. No estaba desde el principio —dijo Stefano, bajando el tono, pero con una firmeza escalofriante.

Primera ronda: Alex vs Braian.

El calor seguía cayendo como plomo, pero la cancha ya hervía por otro motivo: el partido prometía desde el primer segundo. Braian era de esos que no regalaban ni un centímetro. Rápido, fuerte, de mirada filosa y pierna firme. Ya se conocían. Se habían cruzado en alguna ocasión. Y esa vez, Braian casi lo había dejado afuera.

Apenas arrancó el cruce, su rival lo fue a buscar con el cuerpo. Le cerraba todos los caminos, lo presionaba sin dejarlo pensar. Alex intentó un par de fintas, pero no había espacio para la fantasía. Todo era fricción, transpiración y ruido de zapatillas raspando el cemento.

—¡Vamos, Braian! ¡No lo dejes respirar! —gritó un espectador desde afuera.

Alex no se desesperó. Giraba, retrocedía, tocaba de un lado al otro. Sabía que, si se apuraba, se la sacaban. Entonces, con el reloj marcando los treinta segundos finales, inventó un espacio donde no lo había.

Amague corto a la derecha, cambio de ritmo brutal a la izquierda. Braian fue con todo al primer movimiento… y quedó pagando. Alex metió el pie justo en el hueco, tiró un caño limpio entre las piernas del rival definiendo con un puntín cruzado, rápido, como para que ni el viento lo alcanzara.

—¡Gol! ¡2-0 para Alex! —gritó Rubí, saltando desde un costado.

El público reaccionó con un grito seco. Algunos aplaudieron, otros silbaron. Pero el gol valía doble, y el partido terminó segundos después.

Alex levantó el puño al aire, sin festejar demasiado, le había costado y tendría que ponerse más serio si quería llegar a la final.

Siguiente partido: Nico vs Santino.

En otro momento, sin tanta gente alrededor, se estaba dando otro duelo importante. Aunque nadie lo supiera todavía.

Nico estaba pálido, con los brazos algo tensos, sosteniendo la pelota como si fuera de cristal. Su rival era un nene flaquito, con cara de dormido y los cordones desatados. Pero ambos temblaban igual.

—Tranquilo, Nico. Es como jugar en casa —le había dicho Alex minutos antes.

Apenas arrancó el partido, fue una locura. Nico se resbaló en la primera jugada, el otro tiró un sombrerito que le salió para atrás, la pelota se fue tres veces afuera sin que nadie pudiera controlarla. Más que Skill Shot, parecían los Dodos de la Era del Hielo persiguiendo la sandía. Pero ellos no se reían. Para los dos, era el partido más importante del mundo.

A mitad del encuentro, Nico frenó la pelota con la planta del pie, miró al rival, y respiró profundo.

—Dale, una jugada buena, por favor —susurró para sí mismo.




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