Skill Shot: El camino de Alex - Historia de Fútbol Callejero

Capítulo 15: La decisión

El sábado amaneció con un sol brillante que se colaba por las rendijas de la persiana, pintando rayas doradas en el suelo del cuarto de Alex. Afuera, las calles todavía cargaban el brillo húmedo de la lluvia de la madrugada, ese olor a tierra mojada que se colaba por las ventanas abiertas.

Se despertó temprano, antes de que el reloj marcara las diez, con una mezcla de ansiedad y determinación que le hacía latir el corazón más rápido de lo normal. Era el día: el comienzo en TechSport Solutions, el evento con sponsors internacionales, el primer paso hacia un futuro que prometía estabilidad y plata en el bolsillo. Pero también era el día de la última fecha de Skill Shot, su chance de coronarse campeón del año por el ranking general, de demostrar que el fútbol seguía siendo su vida.

Se quedó un rato en la cama, mirando el techo, sintiendo cómo las dos opciones tironeaban de él como si fueran cuerdas en un juego de fuerza.

Se levantó con el cuerpo todavía un poco pesado, bajó a la cocina en silencio. Decidió hacerse un desayuno decente, algo que lo llenara de energía para lo que venía: tostadas con manteca y mermelada, un mate cocido bien cargado y un pedazo de queso que encontró en la heladera. Estaba untando la segunda tostada cuando Nico apareció en pijama, con el pelo revuelto y una cara de sueño que se transformó en tristeza al verlo.

—¿Es en serio que no vas a ir a Skill Shot hoy? —preguntó Nico, apoyándose en la mesada con los hombros caídos—. Es la última fecha, Alex. Estuve viendo la tabla. ¡Podes ganar el campeonato!

Alex abrió la boca para responder, pero las palabras se le trabaron en la garganta. Antes de que pudiera decir algo, Claudia salió del pasillo con una taza de café en la mano y una expresión serena que contrastaba con la tensión en el aire.

—Nico, a veces hay que hacer sacrificios para mejorar, hijo. Alex está eligiendo algo grande, un trabajo que lo va a ayudar a salir adelante. No es fácil, pero es lo que toca —indicó, con una voz calma pero firme, mientras le ponía una mano en el hombro a su hijo menor.

Las palabras de su madre le cayeron como un baldazo de agua fría a Alex. Claudia, le había dicho que llegaría lejos con el fútbol, que su pasión lo iba a llevar a lugares grandes. Escuchar ese "sacrificios para mejorar" de su boca, como si Skill Shot fuera algo que había que dejar atrás, le dolió más de lo que esperaba. Bajó la mirada a la tostada a medio comer, sintiendo un nudo en el pecho, y murmuró un "sí, claro" que apenas se oyó. Terminó de desayunar en silencio, con Nico mirándolo desde el otro lado de la mesa como un perro abandonado, y después se levantó sin decir nada más.

Se dirigió a su cuarto con pasos pesados, cerró la puerta y se sentó en la cama, mirando la mochila vacía en el suelo. Era el momento de prepararse para TechSport, de meter en esa mochila lo que necesitaba para el evento: una botella de agua para el camino, el celular con la pantalla rajada, un cuaderno que había comprado para tomar notas. Pero mientras preparaba la camisa blanca que se iba a poner, no podía sacarse de la cabeza la cara de Nico, las palabras de su madre, el eco de Rubí diciendo "tenés chances de ganar el campeonato". Sus manos se detuvieron un segundo, y respiró hondo, como si el aire pudiera aclararle las ideas.

Después de un rato, se dio una ducha rápida y se puso el traje que había armado: la camisa blanca bien planchada, el jean oscuro que no estaba roto y las zapatillas nuevas, las únicas que podían pasar por decentes. Se miró al espejo, ajustándose el cuello de la camisa, y por un momento se sintió como alguien importante, en una oficina. Pero también se sintió raro, como si esa ropa no le perteneciera del todo. Antes de salir, el celular vibró en el bolsillo del jean. Era un mensaje de Ann: "Todas las suertes del mundo hoy, mi amor. Vas a romperla en ese evento. Te amo". Alex sonrió a medias, y le respondió rápido: "Gracias, mi vida. Te amo más". Guardó el teléfono, agarró la mochila y salió de casa con el sol pegándole en la cara.

Caminó hasta la parada con la mochila colgada al hombro, el corazón golpeándole el pecho con cada paso. Cuando el colectivo llegó, Alex subió casi en automático, se sentó al lado de la ventana y apoyó la frente contra el vidrio frío.

Las calles pasaban borrosas. Panaderías abriendo, perros arrastrando a sus dueños, niños correteando detrás de una pelota. La ciudad y su ritmo habitual, pero Alex sentía que todo a su alrededor iba demasiado rápido para él.

Ajustó la mochila en su regazo, cerró los ojos un instante y se obligó a pensar: “Estabilidad. Un futuro para Ann. Para mí. Todo esto es para eso.” Pero cuando volvió a abrirlos, se vio reflejado en el vidrio: la camisa blanca, el peinado prolijo, esa apariencia de “hombre serio” que no terminaba de reconocer.

Justo en ese momento, el colectivo frenó en una esquina. Y, al costado de la plaza, vio un grupo de pibes pateando una pelota vieja, riéndose, cayéndose, levantándose. Sintió un tirón en el pecho. Un tirón que no podía ignorar. Algo dentro suyo gritó: “No traiciones quien sos.”

Sin pensarlo más, se levantó de golpe, casi perdiendo la mochila, y apretó tres veces el timbre como si le fuera la vida en ello. Bajó del colectivo corriendo, justo antes de que las puertas se cerraran.

El bondi se alejó, tragado por el ruido de la ciudad, y Alex se quedó parado en la vereda, respirando agitado, sintiendo el sol quemarle la nuca y el corazón rugiéndole en el pecho.




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