Me encontraba viajando a una casa de acogida, donde me ocultaría hasta que la policía atrapara a quienes asesinaron a mis padres. Había cumplido la mayoría de edad hace unas semanas atrás, pero por mi condición, y después de ver la muerte de mis padres que provocó que una ola de recuerdos volviera a mí, no era apta para vivir sola y por mis propios medios. Sí, tenía el dinero que mis padres dejaron, pero no sabía cómo manejarlo o cómo administrar una empresa.
Mis abuelos habían fallecido hace mucho tiempo atrás y mis padres eran hijos únicos, así que no tenía familiares directos que se hicieran cargo de mí, aunque mis progenitores dejaron por escrito que mi custodia temporal, hasta que sanara y pudiera valerme por mí misma, la tendrían sus mejores amigos. Sin embargo, ellos hablaron con la policía y le explicaron mi situación, que en caso de peligro era una víctima fácil para quien me estuviera buscando, por ese motivo decidieron que lo mejor era que yo estuviera fuera del radar. Mi vida estaba en peligro y me querían segura, en un lugar que no conocía con personas que podían mi condición al máximo.
Era ilógico que me pusieran con desconocidos, pero tenía que actuar como alguien normal y empezar a demostrarle a todos que mi trastorno no me iba a controlar, que yo podía vencerlo. Aunque era algo difícil de hacer para alguien que detuvo la vida de sus padres por culpa de un trauma que la marcó para siempre.
─Yo no puedo ─había balbuceado hacia mi tutor legal─. No puedo estar con esas personas ─sollocé.
─Leah, cariño ─murmuró, acuclillándose frente a mí. Estiró sus manos para tocar mi rostro, pero hice mi cuerpo hacia atrás. Un toque y mi mente sería un caos. Él suspiró y dejó caer sus brazos─. Te entiendo, sé que es difícil, pero necesito que hagas esto por nosotros. Sabes que amaría que te quedaras conmigo y con Marilyn, pero no es posible. Al primer lugar que buscaran es…
─Es tu casa ─terminé por él y agaché mi mirada─. No puedo, George ─lloriqueé.
─Tienes que ser fuerte, Leah. Tus padres necesitan que seas fuerte ─argumentó─. La oficial que te encontró se hará cargo de ti y de tu seguridad.
─George…
─Todo estará bien.
Él intentó abrazarme, pero huí de cualquier contacto. Sabía que lo lastimaba, no obstante, no me iba a arriesgar a que mi mente me atacara y me dejara en un estado que todos odiábamos ver. La oficial de policía que me encontró detrás de la muralla de cartones era la encargada de estar en contacto conmigo y de velar por mi seguridad. Ella fue comprensiva y paciente cuando fue mi turno de dar mi declaración, pues apenas podía formular frase coherente antes de empezar a temblar y tener náuseas. La sudoración era otro síntoma que se hacía presente y en cuestión de segundos sentí todo mi cuerpo húmedo y asqueroso, bañarme me ponía en una situación extraña. Ahora ella me estaba acompañando en ese viaje sin retorno, ya que debía asegurarse de que donde me quedara fuera seguro para mí. «Ningún lugar es seguro, querida Leah», murmuró el monstruo en mi cabeza. «Solo la oscuridad que yo te puedo proporcionar es segura para ti». Sacudí mi cabeza y tomé bocanadas de aire para tranquilizarme, con manos temblorosas saqué lentamente la peluca para entregársela sin que nuestras pieles tuvieran contacto. Retiré la rejilla y sacudí mi cabello tinturado.
Miré por la ventana lateral tratando de desconectar mi mente de todo lo sucedido en los últimos días. Suspiré, horas después de que me encontraron y de escabullirme de ellos hacia mi habitación, pues verlos me hizo mal y apenas podía respirar con normalidad, la oficial me dijo lo que yo ya sabía, que mis padres estaban muertos. Lloré tanto que mi cuerpo cayó en un profundo sueño lleno de pesadillas, haciendo que me despertara exaltada y con Marilyn a mi lado, ella intentó consolarme, pero no pudo porque todo dolía en mí y su toque hacía todo peor.
Marilyn se quedó a mi lado y se negó a la decisión que la policía y George tomaron con respecto a mi futuro, pero entendía que era lo mejor para mí. En cuestión de horas armaron un pasado diferente al mío, mi edad seguía igual, pero todo lo demás era distinto, hasta fui inscrita en una universidad comunitaria, donde debía integrarme con otros estudiantes. Solo en pensar que debía sociabilizar me daba un ataque.
Mi corazón tronó como loco en mi pecho mientras me preparaba para hacer un cambio radical de apariencia, algo que me ayudara a pasar desapercibida. Extrañaría mi cabello castaño, pues había sido tinturado por uno de color rubio cobrizo que no era de mi agrado. Mis ojos azules grisáceos fueron ocultos detrás de lentes de contacto de color cafés. Me miraba en el espejo y no me reconocía, pues un par de cambios hicieron que fuera alguien más, una persona con un pasado más normal que el mío.
─No soy yo ─murmuré para mí misma antes de que me sentaran y me explicaran mi nuevo yo.
Ahora sería Leah Smith, una joven de dieciocho años que se había quedado desamparada después de un trágico accidente automovilístico. Sus tíos, quienes se hacían cargo de ella, habían fallecido y por petición de la policía, servicios sociales decidió reubicarla por los siguientes tres meses hasta que el caso fuera cerrado y ella pudiera hacerse cargo de la herencia que le dejaron. Sonaba loco, pero ellos tenían los medios para hacerlo pues no querían que mi vida estuviera en peligro y decir la verdad, era lo peor. «Menos personas sepan quién eres, más a salvo estarás», murmuró la voz de George en mi mente.
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Editado: 18.05.2020