Aunque le había prometido a Miranda que asistiría a su fiesta de cumpleaños, a última hora pensé no ir. La forma en que nos despedimos antes de mi viaje a NY me dejó desconcertado. Esa chiquilla a todas luces me coquetea, y eso es muy peligroso por lo que me hace sentir; pero al mismo tiempo cuando estoy con ella me divierto, me siento diferente, es la única persona con la que sonrió.
Cuando llegué a mi departamento la señora L me recibió como siempre, como si todavía fuera ese chiquillo que acogió en su casa. Ella ha sido incondicional conmigo, cuando no tenía a nadie, cuando pensé que estaba completamente solo en el mundo, ella estuvo ahí. Después de todos estos años los lazos se han fortalecido y vivimos en la misma casa, mi querida señora L es la única madre que he tenido.
_ ¿Ya te vas hijo?—me pregunta la señora L cuando salgo de mi habitación.
_ Sí señora, ¿cómo me veo?-- digo dando una vuelta.
_Estas muy guapo hijo, ese traje se nota que fue hecho a la medida—dijo refiriéndose a mi traje Oscar de la Renta. Ahora que puedo, me compro ropa decente y si es posible de diseñador como en este caso.
_Eso lo dices porque me quieres, pero es solo un traje—le doy dos besos y me dispongo a pasar a buscar a mi acompañante para la dichosa fiesta.
El salón del hotel donde se lleva a cabo la fiesta se encuentra en el segundo piso, hay música movida y muchos de los invitados bailan. No veo a mi mocosa preferida por ningún lado, ¿dónde se habrá metido? Al cabo de unos minutos la veo salir desde un pasillo del fondo y no puedo apartar la mirada de ella, de su cuerpo, de su pelo tan sedoso y brillante que llega debajo de su cintura. Ella también me nota y se acerca con una gran sonrisa.
_¡M&M feliz cumpleaños!—le digo tomándola en un abrazo y dando vueltas con ella. Realmente huele rico y su menudo cuerpo se siente ahora más pequeño entre mis brazos, puedo sentir la forma de sus curvas y sus senos aplastándose contra mi pecho. Cuando la dejo en el suelo recuerdo que estoy acompañado y le presento a mi amiga Betty, ella solo me está haciendo un favor al acompañarme, pero eso Miranda no lo sabe.
La fiesta continua, tomo un trago y le doy otro a mi acompañante. Miro alrededor y veo que la mayoría de los asistentes son personas de la universidad, conozco casi a todos los compañeros de Miranda porque van seguido a la casa a reuniones y fiestas que ella y su prima organizan. En eso Miranda se acerca corriendo y me invita a bailar, solo con ella me gusta bailar esta música tan movida, realmente me divierte verla tan animada y contenta.
Miranda empieza a moverse de forma muy sensual al ritmo de la música y se ve muy provocativa con ese vestido. Me empieza a tocar y pegar su cuerpo al mío, esto se sube de tono y la verdad que la sangre se empieza a calentar. No me doy cuenta cuando la música cambia drásticamente a un ritmo más lento, me quedo mirando a Miranda porque no estoy seguro de querer bailar esta canción, pero ella con su carita, se queda esperando y la tomo de la mano para bailar. Ella recuesta su cabeza en mi hombro y siento que todo mi cuerpo se estremece cuando toco su espalda ¡Ese maldito vestido me está volviendo loco! Puedo sentir su piel suave y el roce de su pelo sedoso. Mis manos toman vida propia y acaricio suavemente esa piel tersa.
Creo que nunca olvidaré la letra de esa canción porque representaba todo lo que yo sentía en ese momento. Al terminar la canción, Miranda me lleva a otra habitación porque quería contarme algo.
_ ¿Qué hacemos aquí Miranda?—pregunto porque no me gusta nada el tono que están tomando las cosas.
Ella me explica un montón de cosas y al final termina diciéndome que me ama y que quiere que yo sea el primer hombre en su vida. En ese momento me dan ganas de irme y detener toda esta locura antes que sea demasiado tarde. Esta jovencita es un real peligro para mi, mis sentimientos por ella siguen ahí y el hecho de que me diga que quiere que sea su primer amante me pone muy nervioso.
Mi hermosa se pone a llorar y me dice tantas cosas, me dice que me ama por lo que soy, por mi sonrisa, me dice cosas que nunca nadie me dijo. Nunca he sido amado de esa forma y aunque sé que es una chiquilla y que seguro esto es pasajero mi corazón late más deprisa. La verdad es que no soporto verla llorar y suplicar, mi fuerza de voluntad se deteriora cada segundo que pasa y de repente no lo soporto más, no soporto verla llorar y la empiezo a besar. Al principio solo era el roce de nuestros labios, no puedo creer que sea tan dulce y tan suave. Es como estar en el cielo.
Su cuerpo, sus curvas, son una delicia. Siento que estoy perdiendo el control, ella sigue aferrada a mí y que Dios me perdone, pero no puedo dejar de saborear esa boquita rosada, su sabor es inigualable. Sigo profundizando el beso y con mi lengua abro sus labios, me adentro a su boca y encuentro su tersa lengua. El beso se torna apasionado y sigo besando a Miranda como si me fuera a morir de sed, ella me responde, se nota que no es experta, pero me encanta su inocencia y no puedo sacar de mi cabeza que ella quiere que sea su primer hombre, pero yo no quiero ser el primero, ¡quiero ser el único!
_Hermosa, detente por favor, esto no está bien—digo sin mucho convencimiento, ya que ella continua aferrada a mi cuerpo y yo no la puedo soltar.
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amor incondicional, felicidad y tristeza, diferencia de edad
Editado: 10.08.2019