¡Ya va!!! Grité desde la cocina, la puerta parecía que se vendría debajo de tanto golpe y mi humor estaba por terminar de agriarse y mandaría a la china a quien este del otro lado; llegando giro la llave que estaba pegada en la puerta y una pelinegra que era más cabello que cuerpo entra como un huracán por mi lado a la casa.
-Pero que carajos exclamo sorprendida de ver a Elizabeth dejando unos bolsos en mi mueble, quitándose los zapatos y por fin amarrar esa cosa que se supone es su cabello.
-Hola rojilla dice acercándose con grandes intenciones de abrazarme, si claro lo permitiré.
-Estoy limpiando la grasa de la cocina digo rápido haciendo que se frene, vea mi camiseta vieja llenas de manchas amarillas y cafés que espero no pregunte de que son exactamente y pone cara de asco.
-De acuerdo el abrazo lo dejo para después dice bajando los brazos y sentándose frente al ventilador.
-Gracias a Dios suspiro dramáticamente ganándome una mala mirada de ella.
-En fin, a que viniste Elizabeth.
-Pues ya que mi querida rojilladice y yo pongo los ojos en blanco por el bendito apodo de la adolescencia y continua no contestas el teléfono ni a Katherine, ni a Joan y más triste ni siquiera a mí, decidimos que yo haría acto de presencia para ver qué pasa.
-Pues gracias por su preocupación, pero estoy bien así que… me dirijo a la puerta haciendo ademan con mis manos para que entienda que quiero que se vaya puedes seguir tu camino y hacer algo mas interesante en tu sábado que verme despegar grasa de Dios sabe que- pero como siempre me ignora.
-Bueno entonces ya que estas bien, le diré a los chicos que iras con nosotros a comer más tarde y mientras habla nuevos los dedos a una velocidad fascinante sobre su teléfono.
-Espera un momento yo no pienso ir a ningún lado le digo ya tengo planes- detiene sus dedos y alza la cabeza para mirarme y en ese preciso instante maldigo porque sé que se va a poner en plan “todo lo puedo contigo”.
-Que se supone que eso significa, vas a salir con alguien acaso pregunta mientras se para en todo su metro cincuenta y cinco de estatura con los brazos en jarra y mirada fulminante.
-No es ese tipo de planes, ayer después del trabajo fui a la librería y me compré el segundo libro de la trilogía Gabriel de Sylvain Reynard y compré dos litros de helado napolitano; así que después de terminar de limpiar la cocina, me daré un buen baño, asegurare todo con llave y me encerrare en mi habitación con el libro y el helado y lo leeré hasta que lo acabe terminé de hablar y su mirada fulminante cambió a una expresión que decía “es en serio, tiene que ser una broma ¿cierto?”
-Bien sabes que tienes veintiséis años, tienes amigos que aun no sé por qué seguimos siéndolo si por tu parte ni un mensaje por error de esos tipo ups me equivoqué no era para ti nos mandas suspiré es lo mismo que me pregunto pensé y quieres pasar un sábado en la noche leyendo y comiendo helado hasta que tu cerebro se congele ya sea por los dos litros o por tanta lectura- dejó un silencio entre ambas hasta que remató con lo de siempre si bueno eso no pasara tu termina eso de la cocina, yo voy a ver que te pones y me meteré al baño primero traje mi cambio dice señalando la bolsa.
-Pues como dices eso no pasara; ya te dije mis planes y no pienso cambiarlo ni por… soy interrumpida ¿novedad?... ninguna te lo dije Amanda no me hagas repetirme, manejo casi sesenta niños entre mi dos trabajos como profesora y al final terminan haciendo lo que yo les pido- habla se acerca a mi sin dejar de mirarme fijamente a los ojos y continua – así que deja la terquedad y muévete no me iré de aquí y lo sabes, haces lo que pido o llamas a la policía para sacarme porque repito no me iré de aquí sin ti bien bonita y lista para comer cangrejos hasta reventar…
…
-No puedo creer que la trajiste Eli dice Joan viéndonos llegar y acercándose a saludarnos y detrás una castaña algo regordeta pero muy risueña como siempre ha sido Katherine.
-Si es increíble, con Joan incluso pensamos hacer una apuesta, yo creía que estabas perdiendo tus facultades Elizabeth.
-Por favor que poca fe me tienes eso dueledice con exageración haciéndolos reír.
-Bueno gracias por su optimismo sobre mi digo llamando su atención mientras nos acomodamos en la mesa.
-No es eso, Amanda es realismo muñeca si hubiéramos ido a verte Joan o yo en este momento estaríamos solo tres en vez de cuatro.
-Cierto es lo único en decir Joan al verse inmerso en el menú frente a él.
Las horas pasan y aunque no lo admito en voz alta esta velada me gustó, la comida deliciosa, las anécdotas y bromas, pero la incomodidad a su vez empezó a crecer al final terminaron decidiendo ir a las Peñas a un bar que según Joan sirve deliciosos cocteles. Salimos del restaurante y mientras hacían planes me escabullí y tomé un taxi; camino a casa el teléfono me suena y apenas y acepto la llamada los gritos e improperios de Elizabeth resuenan en el taxi haciendo incluso que el chofer me dé una mirada de confusión a lo que yo solo sonrío restándole importancia.