Soledad a Doble Filo

CAPÍTULO CINCO

Genial… fabuloso mi semana no podía empezar de mejor manera; el estúpido teléfono se me descargó en la noche y la alarma no sonó, conclusión… me quedé dormida, vistiéndome se me dañaron dos medias, no desayuné, mi cabello no quiso colaborar conmigo, detesto llevarlo suelto al trabajo, pensé que a lo mejor en el metro podría arreglármelo pero tuve que subirme en el primero que llegó y estaba tan lleno que a duras pena pude respirar.

Ya en la empresa ese sensor se trabó o yo que sé y terminó registrando mi hora de llegada casi diez minutos más tarde de lo que en realidad llegué; me debatí en el ascensor entre ir al baño a hacer algo con mi cabeza o ir a la pequeña cocina y prepararme aunque sea un café… necesitaba algo mi estomago por lo que escogí plan B. Lo hice más rápido de lo que pensé así que creí que podría igual ir al baño, pero Sofía se interpone en mi camino y dice que en el área administrativa necesitan ayuda porque hay una reunión importante en la empresa y el sistema cayó y no se puede extraer la documentación así que me pidieron que usara la máquina de mi cubículo, imprima las hojas y suba de nuevo a entregarlos. Ya hecho eso me pide que se los lleve a la secretaria del señor Webers pero que por favor le tenga paciencia porque la pobre esta vuelta loca… vaya al parecer no era la única con un mal día.

 Me dirijo hacia su escritorio pasando por delante del ascensor y este al abrirse permite la salida de un imbécil que como la mayoría de la gente de estos tiempos anda con la vista pegada a su celular y no ve por dónde camina, para el colmo el tipo es un gigante… bueno al menos para mí -creo que casi todos los son en referencia a mi- por lo que toda esa pared de hombre se me vino encima; trastabillé y juro por Dios que ya me veía toda desparramada en el suelo sino fuera –y odio admitirlo aunque sea para mí misma- por dos manos grandes y fuertes como para mantenerme en pie. Todo mi cabello se pone en mi cara, sentí que mi falda se subió un poco y rezaba internamente a la santa papaya que la media no se haya dañado. Hervía de coraje esto era el colmo de mi día, despejando mi rostro y alzando mi vista al tonto, despistado, boca abierta y… mierda, bueno no soy de decir muchas malas palabras pero joder porque tenía que ser tan guapo, un cabello negro, brilloso, un poco largo, unos ojos verdes tan claros que eran casi cristalinos, una piel bronceada, unas facciones tan varoniles; no,  tenía que alejarme de ese adonis por lo que me sacudí lo suficiente para el tipo me soltara; mientras trataba de verme lo suficientemente decente lo miraba esperando sus disculpas, por el traje que llevaba que se notaba a leguas era más caro que todo mi guardarropa no significa que no tenía que hacerlo, pero en vez de eso al muy cínico le parecía divertido, menudo hombre por muy guapo, alto y sexy que sea era un maleducado así que no le di tiempo a nada, apenas quiso empezar hablar le di una mirada en la que esperaba le llegara todos mis sentimientos negativos para él me di la vuelta y me fui.

Después de un par de horas más ayudando, dado que mi supervisor por la importancia del día en la empresa permitió que dos compañeras y yo nos quedáramos aquí en vez de ir a nuestra área de asesoría general al público. Cuando pensé que todo estaba terminado resulta que no solo tenían que andar como muchachas de recado de un lado a otro, ahora también teníamos que hacer de meseras, el mal humor cada vez más presente en todas la fibras de mi ser, respiré profundo tratando de que mi mal genio no me haga escupir fuego y dejar a alguien chamuscado. Entramos en la sala de juntas mis compañeras sonrieron, yo ya no estaba para eso.

Empezamos nuestro trabajo y un momento me empecé a sentirme incomoda y traté de no darle importancia pero seguía y en cuanto enfoqué mi entorno me di cuenta lo que era… y si el boca abierta y hombre más guapo que había visto en mucho tiempo era el causante de todo haciendo que la idea anterior de escupir fuego se hiciera cada vez mas tentadora, no iba a desviar la mirada si pensaba que sus lindos ojos me intimidarían pues va de leche como decía una profesora española en la universidad, pero hizo lo que no debía el muy… como sea me sonrió tuvo el descaro de hacerlo y sabía que estaba recordando lo del ascensor… eso fue todo debía salir de ahí a como dé lugar, por lo que dejé las cosas, me excusé y salí.

Fui al baño me lavé la cara, hice unos cuantos ejercicios de respiración y fingí que me calmé, unos minutos y me fui a mi puesto de trabajo.

Unas horas más y era mi tiempo de comida y moría de hambre; ya en el hall de la entrada me detuve a revisar si llevaba mi billetera en el bolso y otra vez sentí esa incomodidad de ser observada fijamente, alcé mi vista y era él siendo despedido por el señor Webers, ya saliendo me devolvió la mirada y con una gran sonrisa y un guiño de ojo se fue. ¡Me guiñó el ojo!!! El muy hijo de pu…




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