De seguro muchas mujeres que sepan de mi situación actual me gritarían que estoy loca, que desaprovecho la oportunidad de semejante galán que está detrás de mis huesos o algo parecido. Pues que pena me dan, pero lo que soy yo lo detesto cada vez más, primero el “tropiezo” por los baños, luego la encerrona en plena pista de baile por supuesto no lo iba a dejar ahí parado en desplante al súper salvador del señor Webers, tercero su cercanía durante las canciones que bailamos me estaba dejando tonta y demasiado vulnerable, por lo que apenas el tipo me quito las manos de encima con toda la sutileza que pude conseguir para alejarme de él lo más rápido que pude. Fui a encontrarme con Sofía y el grupo de compañeros que ahora era más grande que antes y que queriendo ser “graciosos” conmigo me hicieron bromas sobre ser la elegida compañera de baile del héroe de la noche; sin contar que tuve que soportar su mirada sobre mí toda la velada y cuando habló por micrófono… ¡ay madre! su voz y su acento hicieron ciertos estragos en mí que más allá de esto no admitiré ni si quiera para mí misma. Y ahora también lo tengo que soportar con su insistencia de servirme de taxi a falta de uno e incluso con la aprobación de mi jefe directo el señor Pablo Almeida, que por cierto es uno de los más allegados al señor Webers.
Una vez dentro del hotel… otra vez me detengo cerca de unos muebles para revisar la hora y me doy la vuelta para sentarme en uno de ellos y ese delicioso olor que de seguro ya me quedó impregnado en la nariz llega voraz así que mientras miro al susodicho cerca de mí me restriego la nariz porque no esta tan cerca de mi como pensé y sin embargo percibí cerca el aroma de su perfume.
Y se quedó ahí parado mirándome, esperando terminar de quebrar mi genio que estaba cada vez más ácido. Él lo sabía y yo también, terminaría por aceptar su ayuda; porque estos zapatos ya me estaban matando, tenía sueño y un terrible dolor de cabeza empezaba a surgir, necesitaba llegar a casa… ya.
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-Entonces- dice sacándome de mis pensamientos.
-Entonces qué- pregunté haciéndome la distraída.
-Por favor Amanda- pronuncia mi nombre con énfasis- eres mejor que esto, porque no aceptas mi oferta, en serio quieres ser prácticamente la única que quede aquí esperando un taxi.
-No, claro que- dije… el muy listillo tiene razón no veo el momento de irme.
-Bien sígueme – lo interrumpí- espera estas seguro yo vivo muy lejos, bien al sur de la ciudad.
-Bueno cuando me ofrecí no puse limites zonales así que no importa vamos- se hizo a un lado y extendió el brazo en señal para que pasara.
Me tragué mi orgullo, cuadré mis hombros y con la mirada alta pase por su lado, él se puso a mi lado guiándome a donde estaba su auto; mientras avanzábamos sentí su mano en la parte baja de mi espalda a lo que me detuve, lo fulminé con la mirada y en cuanto abrí la boca para decirle que no me toque él se percató al parecer por que inmediatamente y con una mirada divertida y alzando las manos en forma de rendición tomó un poco más de distancia en relación a mí.
Una vez llegados tocó la alarma de su auto y al ver unas luces parpadeando y un ligero pitido no acercamos al que le pertenecía, aunque ya no había muchos. Cuando me acerqué mejor debo admitir que esperaba un carro elegantísimo lo cual me preocupa debido a la zona en donde vivo y la hora en que estaríamos llegando no quería quedarme preocupada de si lograría salir del sector sin problemas, por lo que una ola de alivio recorrió mi cuerpo al ver que, aunque parecía nuevo tampoco no era demasiado grande ni nada ostentoso… al menos por fuera.
Al parecer un poco perdida en mis observaciones del auto no me percaté de su cercanía hasta que su brazo rozó mi cadera para llegar a la puerta y abrirla para además de su aliento rozando mi oreja y ese perfume que… que… olvídenlo.
-Si esta lista por favor entra
-Claro… mmm gracias- dije un poco en susurro me tomó desprevenida y una vez sentada en el momento que alcé la vista mientras el cerraba la puerta pude distinguir una sonrisa de suficiencia, el ahora señor sonrisas se dio cuenta de mi momento de guardia baja… idiota.
-Bien. Ahora dime donde la dirección para ponerla en el GPS
-Claro-mientras le daba mi dirección, fue registrándola en la pantalla instalada por encima de la radio.
Me preguntó de nuevo si estaba correcto lo que se mostraba en la pantalla y yo asentí, hizo un cambio de velocidad y tomando el volante salió del garaje del hotel. El interior se mantenía cálido y el señor Salerno mantuvo la vista fija hacia delante con el ceño ligeramente frunció podría entender quizás como señal de concentración.