Soledad a Doble Filo

CAPÍTULO DIEZ

La empresa gracias a la inversión de capital conseguida hace un mes y medio, en poco tiempo ha empezado a dar frutos, ciertas deudas con algunos de los empleados ya fueron cubiertas, las mejoras y adecuaciones del espacio laboral están por terminar y la parte publicitaria está logrando atraer más afluencia de potenciales clientes.

Pero no es lo único que ha pasado en este tiempo; a la siguiente semana del gran evento llegué como siempre a mi puesto de trabajo, luego de un domingo donde Elizabeth no me dejó en paz hasta no saber todos los detalles de la fiesta y aunque traté de ocultar lo del señor Salerno fue imposible; esa mujer en vez de trabajar como docente debería ser parte del servicio secreto o alguna cosa así, me sacó toda la información hasta dejarme sin nada solo para mí y al enterarse del-según ella- un interesante pretendiente el final del día terminé sorda por sus chillidos de alegría y si no le paraba tanto entusiasmo me hubiera dejado incluso una previa planificación de bodas; por Dios ni que estuviera quedándome en la percha ni siquiera llego a los treinta, en fin. El día lunes como les comentaba todo estaba en orden hasta que llego a mi cubículo y me topo con… un lindo-no tacha eso- un ostentoso y exagerado-si mejor así- arreglo floral de orquídeas entre colores blancas y rosados- suspiré- sabía quién era el responsable de eso.

No pude evitar acércame y percibir su aroma, olía muy bien y todas eran cien por ciento natural, no podía quedarme con ello aunque quisiera-no quiero- se haría imposible llevarlo a mi casa y tendría que tomar un taxi, y pongámoslo de este modo yo vivo al sur a casi cuarenta y tantos minutos de mi trabajo que es al norte de la ciudad y que para llegar ahí debo tomar el metro y luego un alimentador que me deja a tres cuadras las cuales por supuesto debo caminar para al fin llegar y el taxi me cobraría un ojo de la cara sobre todo por la hora que salgo del trabajo.

Llamé a una de las chicas que trabaja de auxiliar de oficina, ya sabes de aquellas que van de un lado a otro solucionando pequeños problemas o ayudando con cosas como copias o archivar documentos, le dije que por favor distribuya las flores entre todas las chicas de la planta baja del servicio al cliente; la ayude a aflojarlas del cesto en que venían y después de unos quince minutos se fue.

Pude sentarme y empecé a prender mi computadora y a activar la posición de mi cubículo para que salga mi número en la pantalla de turnos. El día fue transcurriendo más lento de lo que me gustaría, pero era algo típico de los lunes, y además también me moría de ganas de leer el sobre que había venido en aquel arreglo, pero lo dejé a un lado haciendo imposible concentrarme en las personas que debía atender por lo que en un momento decidí guárdalo en una gaveta y eso ayudó-poco-.

A la hora de almuerzo me fui hacia un restaurante cerca en donde muchos de mis compañeros suelen ir a comer también. En cuanto entre sentí la mirada y el cuchicheo de muchos recordándome la época secundaria- ridículos murmuré- y seguí mi camino, en el fondo los entendía llevaba algunos añitos ya trabajando con ellos y nunca me había llegado, pero ni una botella de agua y de un día a otro aparece semejante obsequio que era obvio no pasaría desapercibida por ellos.

En cuanto hago mi pedido, saco mi celular para revisar el Facebook haciendo tiempo hasta empezar a comer, al cabo de unos minutos sin levantar la vista sé que Sofía está sentada en mi mesa-suspiro- sé que la mandaron a recoger el chisme… perdón información. Es la única con la que realmente me relaciono en el trabajo… me cae bien, la verdad.

-Hola Amanda, ¿cómo vas?

-Hola Sofía, todo bien y tu

-Bien también. Silencio-mmm… gracias por las flores que nos regalaste a todas fue lindo de talle

-Si bueno no lo tomes a mal, pero lo hice porque se me haría imposible llevármelo a casa.

-Si el detalle era enorme y muy hermoso que envidia chica, me encantaría que mi novio me diera algo así- me insinúa sabe que no tengo novio.

-Si, fue algo lindo- digo sonando distante.

-No me habías contado que ya tenías pareja- insiste, suspiré y levanté la vista hacia ella.

-No tengo, eso fue de parte de alguien a quien le hice un favor y… bueno esa fue su manera de agradecerme- entrecerró sus ojos mientras me miraba con una intensidad que me empezó a inquietar.

-Ya- no dijo más. Conclusión no me creyó nada.

Cambio de tema cosa que agradecí y cuando mi comida llegó, decidió que era hora de irse a su mesa no sin antes volver a mirarme de una manera que me recordó a Elizabeth- terror, suficiente con una- y se fue de seguro decepcionaría a sus compañeros de mesa por la misión fallida.

El día termino y en cuanto entre a mi cuarto lance mi bolso al suelo y sentándome en la cama no perdí más tiempo para saber qué era lo que estaba escrito en el dichoso sobre y era:




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