Sólo Mía

EXTRA IV

Marcela y Aaron

(A partir del capítulo 22 en adelante)

Agotador, es el adjetivo perfecto que describe el estado de ánimo de la señora Marcela Zuckerman.

No hace más que pasar día y noche junto a su hija Angela, quien ya tiene más de cinco meses en coma, las cosas con su marido no han mejorado para nada.

La noche llegó como siempre y por recomendación de su amigo Demian, se fue a casa, donde todo era un caos total.

—Bienvenida señora —le recibió Silvia, tomó su abrigo y mandó que le sirvieran una taza de chocolate caliente, tal y como le gustaba.

—Gracias Silvia ¿Cómo va todo por aquí?

—La señorita Baile no se ha querido matar con Matt si a eso se refiere, en cuanto a los demás empleados, esperamos noticias de la niña Angie.

—Sigue igual, los doctores creen que no abrirá los ojos en un largo tiempo, sin mencionar que posiblemente no pueda ser madre.

—¿Qué quiere decir con eso señora?

—Según los estudios que le han hecho, su útero quedó muy dañado debido a los golpes que recibió, es tan grave que existe la posibilidad de extirparle el útero para evitar complicaciones.

—¡Por Dios! —exclamó sorprendida —No pierda la esperanza señora, mi niña es fuerte y sé que va a salir de esta.

—Lo sé Silvia, lo sé.

Fue a su habitación a cambiarse de ropa, no tardó mucho en quedarse dormida, pues solo iba a darse un baño y cambiarse de ropa, luego regresaba al hospital y no había poder humano que la sacara de ahí.

Despertó al escuchar que la puerta se abrió, era Aaron, quien cada día que pasaba, al igual que su esposa, tenía más trabajo encima aún con la ayuda de Robert, Baile y Matt, enfrentaban pérdidas millonarias, la credibilidad de la empresa se vio afectada con el secuestro de Angela y, por si fuera poco, Patrick Loswell estaba dando problemas en prisión.

De este último se encargó Darren, quien se convirtió en su mano derecha.

También estaba la situación con Marcela, no existía ocasión en que le pidiera perdón por todo lo ocurrido.

—¿Cómo te fue en la empresa? —preguntó más dormida que despierta.

—Difícil, estoy a punto de perder todo por lo que me he esforzado, todo por culpa de ese infeliz de Loswell.

—No es la primera vez que ocurre, así como has salido adelante tú solo, sé que saldrás de este problema.

—Lo único que me tranquiliza es que mi hija y tú están conmigo.

—No empieces Aaron.

—No he dicho nada.

—Y no es necesario que lo hagas, te he repetido hasta el cansancio que una vez que mi hija se recupere te haré llegar los papeles del divorcio.

—Es que ese es precisamente el problema, yo no pienso darte el divorcio, no hasta que me perdones.

—Estás pidiendo un imposible, me fuiste infiel, quebrantaste la confianza que había entre nosotros ¿Y esperas que te perdone así de fácil?

—No es así de fácil, quiero reconquistarte, como cuando éramos jóvenes y te pedí que fueras mi novia. Voy a llenarte de flores, cartas románticas, te llevaré a dar un paseo, te daré todo lo que pidas. Solo dame una oportunidad.

—Esa oportunidad que pides, la perdiste en el momento en que te acostaste con Sarah.

—Por favor no hablemos de ella.

—¡Es que fue ella la causante de todos nuestros problemas! te metiste entre sus piernas y te fue sencillo olvidar tantos años de matrimonio y no, no pienses que le falto el respeto, a pesar de lo que le hizo a nuestra familia no merecía morir de una forma tan cruel. No solo ella fue culpable, tú me hiciste sentir poca mujer —susurró muy dolida —Sentía que no valía lo suficiente, que había fallado en descuidarte, que no supe ser una compañera ideal, pero no era el caso.

—Nunca fuiste poca mujer para mí…

—¿Entonces por qué te acostaste con ella? ¿Si realmente piensas eso, por qué me traicionaste?

—¡Por imbécil! ¡Por poco hombre y débil! Porque no supe valorarte. Sé muy bien que una infidelidad no tiene perdón, yo mismo fui testigo de las noches que mi madre lloró por las incontables amantes que tuvo mi padre, pero tienes razón. No voy a molestarte más. Esperaremos a que Angela despierte y tendrás tu libertad y no te preocupes, dormiré en una de las habitaciones de huéspedes.

No discutieron más a partir de esa noche, cada quien realizaba su rutina día con día y ni siquiera se molestaban en darse el saludo, llegaban a casa, dormían en habitaciones separadas y el amor que una vez se tuvieron se iba apagando.

Pasó un año, luego pasaron meses, siete para ser exactos, y Angela seguía igual, sin reaccionar y cada vez más pálida, con cicatrices en su cuerpo y con una familia destruida.

No fue hasta una noche, en que Aaron llegó exhausto y con un ánimo por los suelos.

Se encerró en su despacho y pronto decidió tomarse todo el alcohol que tenía en su mini bar. Marcela llegó del hospital como cada día y le extrañó escuchar tanta calma.

—Raymond ¿Sabes si mi marido ya llegó?

—Está en su despacho señora.

—Gracias, por favor dile a Silvia que vaya a descansar, igual ustedes.

—Como usted ordene señora.

Entró al lugar sin tocar y vio a un muy ebrio Aaron, cantando una canción de cuna y sosteniendo una foto de Angela cuando cumplió nueve años.

—Tu mami y yo te vamos a cuidar, ya falta poco para que estemos juntos de nuevo, por favor no tardes más, abre tus ojitos —la escena era muy conmovedora, estaba llorando a mares y de inmediato los ojos de Marcela se empañaron en lágrimas —He hecho planes para cuando despiertes, iremos a la playa y repetiremos ese viaje que hicimos en tus primeras vacaciones con nosotros —¿Cómo olvidar ese viaje? Pensó Marcela —Papá te va a proteger, prometo ser un buen padre… hija por favor despierta.

Lágrimas, ambas personas dentro de ese despacho derramaban lágrimas de dolor y angustia, demasiado tiempo ha pasado y ya no resisten más.




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