Capítulo 1
Alex
Las manos me tiemblan. Intento esconderlo, pero no lo hago bien, porque Kurt me mira de reojo y frunce el ceño. O, tal vez, es que Kurt me conoce demasiado bien.
—¿Qué te pasa?
—Nada —miento.
No insiste. Gracias al cielo sobre nosotros, mi amigo sabe cuándo callar.
Veo la hora en mi móvil y me tranquilizo internamente, diciéndome que tengo tiempo y que todo irá bien. Al momento en que apago la pantalla del teléfono, esta se enciende de nuevo, mostrando la notificación de un mensaje. Desbloqueo la pantalla y abro la mensajería, viendo que se trata de Jazmine.
Sonrío de inmediato.
Jaz:
¿Qué te está tomando tanto tiempo?
Quería repetir contigo lo que pasó la semana pasada en la sala de computación.
El recuerdo de los dos escabulléndonos de clases para tener un tiempo a solas en la sala vacía de computación me llena la mente.
¡Oh, Dios, sí! Quiero repetir ese encuentro.
Yo:
Estoy por llegar.
Jaz:
No tardes.
Ese sería el momento idóneo para hacer lo que estoy pensando. Declarar mis sentimientos por ella en la intimidad de un salón vacío. No habrá testigos si me rechaza y no tendremos la presión de estar en el ojo público.
Llevo días planeando la mejor forma de decirle lo que siento, pero todos los escenarios que imagino terminan de la misma forma; ella pateándome el trasero, lejos de su vida. Se lo comenté a mi hermano y también le hablé de mis miedos. Estuvo riéndose de mí por una hora antes de decirme que dejara la cobardía y me arriesgara. Después de todo, el que no arriesga no gana.
Así que decidí hacerlo hoy, sin pensarlo dos veces y sin buscar excusas.
La busco, le digo lo que siento y que sea lo que Dios quiera.
¿Qué es lo peor que puede pasar?
Que te rechace.
Sacudo la cabeza, alejando el pensamiento.
No puedo permitirme ser pesimista, me haría echarme para atrás y me niego a hacerlo. Es el momento y no voy postergarlo más. Esta situación en la que no puedo reclamarla como mía es estresante y necesito saber si ella siente lo mismo que yo.
—Lo que sea que vayas a hacer, espero que estés seguro de ello —vuelve a hablar Kurt.
Creo que tiene el poder le leerme la mente o, por lo menos, puede adivinar mis intenciones. Ha de ser una habilidad que ha adquirido a lo largo de los años en que hemos sido amigos, yo también tengo esa habilidad con él, y a veces con Blake, pero esa chica es impredecible.
En el estacionamiento de la universidad, bajo del auto, seguido de Kurt. Mis manos siguen temblando y tengo meterlas dentro de los bolsillos de mi sudadera para ocultar mi nerviosismo. Kurt me mira de reojo y enarca una ceja, sonriendo divertido.
¿Qué sería de nuestra amistad si no nos burláramos de las desgracias del otro?
Un aburrimiento, estoy seguro.
El temblor no se detiene ni dentro de los bolsillos de la sudadera. Saco el teléfono y abro la conversación con Jazmine, para preguntarle dónde está y para tener algo qué hacer con las manos. Escucho a Kurt reír por lo bajo y me entran ganas de golpearlo, pero ya lo veré cuando por fin se digne a recuperar a Jordan, y me voy a reír mucho a su costa.
Pero ahora no, primero lo primero, y eso es hablar con Jazmine.
Me avisa que está en clases, que no pudo escaparse porque el profesor la encontró en medio del pasillo cuando se dirigía al aula y no tuvo de otra que ir con él.
Chasqueo, sin poder creerme mi mala suerte. Tendré que esperar hasta la hora del almuerzo.
—Estamos llegando tarde, ojalá que el Sr. Liman nos deje entrar —comenta Kurt mientras regreso el teléfono al bolsillo de mi pantalón.
—Eres su favorito, te dejará entrar así haya pasado media hora desde que inició la clase.
Kurt ríe, aunque no contesta. Sabe que lo que digo es cierto.
Sin más opciones que resignarme a ir a clases porque Jazmine no está disponible, pospongo mi declaración para el almuerzo.
No permitan, Dios y Divina Pastora, que me rechace en frente de todo el mundo, rezo. Ojalá mis oraciones sean escuchadas y respondidas como quiero.
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La cafetería es un hervidero de gente, hay mucho movimiento y el bullicio me distrae e incrementa mis ganas de salir corriendo y esconderme hasta nuevo aviso. Sin embargo, no soy de los que se acobardan ante las adversidades. Me sigue temblando todo, ahora más que antes, pero no me voy a echar para atrás.