Capítulo 2
Jazmine
Jordan entra a la habitación donde Alianna, la diseñadora, me está ajustando una de las prendas con la que debo hacerme una sesión de fotos mañana. Nos hemos abierto una página web y las prendas de nuestra autoría van a estar allí, junto con las que demás de otras marcas, pero las nuestras serán las más importantes.
Alianna decidió, junto con Jordan, que mi hermana, Haylie y yo seremos las modelos. Rose y Haylie estuvieron de acuerdo con una rapidez alarmante, ambas asintieron y chillaron “¡Sí!” cuando Jordan ni siquiera había terminado de hablar. Yo, por otro lado, no estoy segura de que sea lo mejor hacerle de cara a mi propio negocio. Sé que soy hermosa y que mi aspecto es como el de una modelo de pasarela ‒y que conste que no es egolatría, solo sé cómo me veo‒, pero no me gusta ponerme en el lugar en el que mi madre quería que ocupara.
Mamá, luego de divorciarse de papá y que el juez les diera nuestra custodia compartida, se propuso hacerme la mujer más hermosa ‒que por aquel tiempo, para ella no lo era‒ e hizo todo lo que estuvo en su mano para lograrlo. Entrenaba dos veces por semana, comía solo ensalada y frutas, tenía prohibida la comida chatarra y cualquier cosa que pudiera aumentarme de peso. No voy a negar que me veía bien y que mi cuerpo era la envidia de las chicas que estudiaban en mi curso, pero era una tortura para mí. No podía salir con mis amigos a cenar pizzas o hamburguesas, no podía ni respirar cerca de una bebida alcohólica y salir de fiesta no estaba a discusión. Se me privó de un montón de cosas y lo más triste es que mi padre y mi tía Karen no hicieron nada por cambiarlo. Sí, ellos no lo sabían, pero se supone que como adulto debes darte cuenta de esas cosas, notar los cambios. Sin embargo, le atribuyeron mi cambio de actitud a que estaba pasando demasiado tiempo con mamá y eso me influyó. Jamás se dieron cuenta, en los años que papá todavía estaba casado con mi madre, que ella me pegaba, no sé por qué fui tan tonta al creer que notarían lo demás.
Lo único bueno de todo fue que mamá no puso sus garras sobre Rose, no porque no lo haya intentado, sino porque yo no se lo permití. Ahora trato en lo posible de que Rose no sufra lo mismo que yo, aunque mamá le prohíbe las mismas cosas que a mí. Cuando sale conmigo le compro la mayor cantidad de comidas calóricas que puedo.
—Ese me gusta. —Jordan señala el enterizo verde menta al que Alianna le está poniendo alfileres sobre mi cuerpo—. Es una prenda que parece hecha para ti.
—¿Verdad que sí? —concuerda Alianna, sus palabras sonando amortiguadas gracias a los alfileres que sostiene son sus labios.
—Sí, y las clientas van a adorarlo. —Se sienta en la silla más cercana a nosotras y suelta una respiración cansada. Su barriga ha crecido por los cuatro meses, casi cinco, de embarazo que se carga—. No tengo ánimos de fiesta hoy.
Frunzo el ceño, haciéndome la desentendida. Sé el motivo de la fiesta de hoy en casa de Kurt y Jordan.
El cumpleaños de Alex.
Bueno, su cumpleaños es mañana, pero los chicos quisieron hacerle la fiesta hoy porque el festejado mañana lo va a pasar con su familia y su ‒inserte mueca de desagrado total‒ novia.
Cara, la novia de Alex, no ha hecho nada para molestarme. De hecho, no me ha dirigido más de diez palabras en el tiempo que nos hemos conocido, pero esa chica me cae de la patada. La detesto con todo mí ser. El idiota la utiliza ‒o la utilizaba‒ para sacarme canas verdes y hacerme rabiar, sin embargo, su relación se volvió seria después de que el padre de Cara, un agente de policía, ayudara a Kurt y a Alex a salir de un problema que tuvieron con el tipo que había tomado el puesto de Billy en el tráfico de drogas en la universidad de Chicago. No sé si aceptó salir con ella porque de verdad la quiere o solo como agradecimiento por la ayuda que le brindó el hombre, pero lo importante, y lo que hay que recalcar, es que ahora son una pareja en toda regla.
Sé que no debería importarme, después de todo, yo también tengo novio y es el hombre perfecto para mí, pero es que el asunto con Alex me vuelve loca, algo que no me había pasado con nadie antes.
—¿De qué hablas?
—No te hagas la tonta —resopla Jordan.
No puedo ocultarle nada, así que no sigo intentando.
—No te puede escaquear. —Hago una mueca cuando Alianna me pincha con el alfiler, ella murmura una disculpa—. La fiesta es en tu casa.
Los ojos de Jordan se vuelven rendijas al escucharme.
—¿Por qué lo dices como si tú no vas?
Suelto una risa nasal.
—Porque no voy.
Se lleva las manos a la cintura, tomando una expresión determinada.
—¿Cómo que no vas a ir? —cuestiona, alzando la voz—. Ya le había prometido al cumpleañero que serías mi regalo para él.
Pongo los ojos en blanco.
¿Nunca van a dejar el tema estar?
—Si ella no acepta ser el regalo, yo me ofrezco —sugiere Alianna, irguiéndose y rodeándome para verme de frente. Jordan suelta una risita. La lanzo una mirada envenenada a Alianna.
—¿Ves? —Jordan señala a la diseñadora—. Muchas querrían estar en tu lugar y tú lo que haces es gruñir.