Al terminar los fuegos artificiales, el grupo de amigos se dirigió al aparcamiento, lleno de risas y emoción. Dante aún llevaba la chaqueta de Evan sobre los hombros, disfrutando del calor que le brindaba. Sin embargo, al encender el auto, un ruido extraño cortó la atmósfera festiva.
¿Qué demonios? —murmuró Dante, tratando de arrancar el motor nuevamente, solo para ser recibido con el mismo resultado. Un leve humo comenzó a salir del capó del vehículo.
—Mierda —se quejó, mientras un olor a quemado llenaba el aire.
Al abrir el cofre, una gran nube de humo emergió, y aunque no era un experto en mecánica, se dio cuenta de que algo no iba bien. Las bujías y las mangueras parecían estar desordenadas, y su frustración aumentó. Evan estiró la mano y tomó un trozo de papel que estaba en el motor; su rostro reflejaba confusión. Sin pensarlo dos veces, Dante arrebató la nota de sus manos.
"Tu lengua puede decir mentiras, pero tus ojos dicen la verdad, al igual que los de Alexandra". ¿Eres realmente sincero, señor Rinaldi? —leyó en voz alta, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al pronunciar el nombre de su hermana.
Evan lo miró, sorprendido. —¿Quién es él, señor Rinaldi? —preguntó, pero Dante apenas podía oírlo. Los murmullos de los chicos en el fondo se desvanecieron mientras su mente se llenaba de pánico.
Cerró el cofre del auto, pero algo más le llamó la atención. En la parte interior del capó, había una inscripción que decía: "Hice lo que deseaste". La vista de Dante se tornó borrosa mientras la ira lo consumía. Se dio la vuelta, arrugando el papel en su mano, y miró a su alrededor. Estaban completamente solos, el lugar era desolador; sus puños golpearon el auto en repetidas ocasiones, alarmando así a sus primos y amigos.
—Dante, tranquilo —escuchó la voz de su primo Axel—. Solo busquemos dónde pasar la noche. A unas cuadras aquí hay un hotel; podemos alquilar un cuarto. Creo que entre los seis podemos pagarlo.
Dante asintió con la cabeza, pero no estaba realmente presente. La noticia de la muerte de Alessandra se repetía en su mente como un eco doloroso. ¿Quién era el misterioso remitente? ¿Cómo sabía sobre su hermana? La mezcla de confusión y miedo lo llenaba, mientras un torrente de preguntas se desbordaba en su mente.
Mientras los demás hablaban de cómo resolver el problema del auto, Dante se encontró atrapado en sus pensamientos, recordando un artículo que había visto en el periódico meses atrás. La primera plana mostraba la trágica noticia sobre la muerte de Alessandra, acompañada de rumores inquietantes.
"Familias enfrentan la pérdida": ¿Fue la adicción la causa de la tragedia? decía el titular. El artículo incluía especulaciones sobre cómo el hermano de Alessandra había estado lidiando con problemas de adicción, insinuando que su situación había llevado a un desenlace fatal.
Las palabras parecían moverse ante sus ojos mientras leía: “Alessandra fue encontrada sin vida en su hogar, dejando a su familia y amigos en un estado de shock". Los rumores sobre la influencia de su hermano, no confirmada, han añadido un aire de misterio a esta trágica historia”.
Dante se sentía atrapado en un ciclo de horror y confusión. ¿Era posible que alguien lo estuviera acechando? ¿Quién era el desconocido que le había dejado esa nota y qué pretendía hacer? Mientras sus amigos discutían sobre cómo conseguir un lugar para pasar la noche, la sensación de peligro inminente lo envolvía.
La noche se volvió más oscura, y el silencio del aparcamiento se hizo más denso. La ira se convirtió en determinación. No iba a dejar que este desconocido lo asustara. Tenía que descubrir la verdad detrás de esta pesadilla, antes de que fuera demasiado tarde.
Mientras Dante se perdía en sus pensamientos, su teléfono comenzó a sonar, interrumpiendo el silencio tenso del aparcamiento. Miró la pantalla y vio que era su hermano Donato. Sin pensarlo, contestó, pero solo escuchó un tono de llamada en el otro extremo.
Entonces, la pantalla se inundó de mensajes. Eran varios de Donato y también de su padre. Cada notificación vibrante parecía acentuar su creciente ansiedad.
—¿Dónde estás? —decía uno de los mensajes de Donato—. ¿Por qué no contestas?
Su padre también había enviado un par de mensajes, llenos de preocupación:
—Dante, contéstame. Estoy tratando de localizarte. ¿Estás bien?
Las palabras de sus familiares se sentían como un recordatorio del peso que llevaba sobre sus hombros. Mientras la ira y la confusión se apoderaban de él, el mensaje en la pantalla que decía "Hice lo que deseaste" resonaba en su mente.
Se preguntó si su padre y Donato sabían algo sobre la misteriosa nota o si, de alguna manera, estaban conectados con su hermana. Con cada nuevo mensaje, la inquietud se intensificaba, y se dio cuenta de que no podía ignorar a su familia en este momento crítico. Tenía que responderles, pero no sabía qué decir.
—Dante, ¿todo bien? —preguntó Evan, al notar su expresión sombría. Dante se giró hacia él, con el teléfono aún en mano, sintiendo cómo la presión aumentaba a su alrededor.
Dante sintió que la paranoia se apoderaba de él, como si los ojos invisibles de alguien lo estuvieran observando desde las sombras. Apagó su celular, la pantalla oscura, aliviando un poco la presión que sentía en su pecho. Sin embargo, eso no hizo que la inquietud desapareciera.
Miró a su alrededor, escaneando cada rincón del aparcamiento. Las luces del lugar parpadeaban y la brisa nocturna parecía susurrar secretos que solo él podía oír. La soledad del lugar se tornó abrumadora; el eco de las risas de sus amigos se desvanecía mientras la ansiedad crecía.
—Dante, ¿estás bien? —preguntó Evan nuevamente, notando su estado. Se acercó un poco más, pero Dante se dio cuenta de que necesitaba espacio, como si el aire se hubiera vuelto denso y difícil de respirar.
—No lo sé —respondió, su voz, apenas un susurro. Solo… Vámonos de aquí.