"Solo nosotros dos"

Capítulo:16

Sin esperar respuesta, se dirigió de vuelta al auto y subió la ventana apenas se sentó. Evitando así los mensajes que Evan le envió, pero Dante no respondió. ¿Qué podía decir? El sentimiento de incomodidad seguía ahí, anclado en su pecho. La mayor parte del camino, Dante permaneció en silencio, con la mirada perdida en el paisaje que pasaba por la ventana.

Las bolsas se apilaban en la cajuela del auto, y aunque todos estaban cansados, la tensión entre Dante, Madison e Ian era palpable. Dante permanecía callado, perdido en sus pensamientos, mientras Ian y Madison intercambiaban miradas preocupadas. Finalmente, fue Madison quien rompió el silencio cuando el auto tomó rumbo a casa.

—¿Me vas a decir qué te pasa, Dante? —preguntó con firmeza, girándose desde el asiento delantero para mirarlo.

Dante levantó la vista, pero no respondió de inmediato. Su mandíbula estaba apretada, y la frustración era evidente en sus ojos. Madison chasqueó la lengua con impaciencia.

—¡Dante! Habla. ¿Qué pasó? —insistió, frunciendo el ceño.

Finalmente, Dante suspiró profundamente y confesó, mirando por la ventana: —Hoy vi algo que no quería ver.

—¿Qué fue? —preguntó Ian con un tono más suave.

Dante se tomó un momento antes de responder: —Vi a Evan en Molly’s. Había dos chicas con él. Una de ellas saltó sobre su espalda, le tapó los ojos y… —Su voz se quebró un poco antes de continuar—… le dio varios besos en la mejilla.

El auto se sumió en un silencio incómodo. Madison fue la primera en reaccionar, golpeando el volante con frustración.

—¡Qué demonios! —exclamó. ¿Por qué no dijiste nada? Le habría dado un buen golpe. ¿Qué demonios le pasa? ¿No sabe que tú eres su novio? ¡Dios, Dante, no puedes dejar que esto pase!

—Madison… —murmuró Ian, intentando calmarla.

Pero ella no se detuvo. —No, Ian. Esto no está bien. Evan tiene que aprender a respetar su relación, y Dante tiene que dejar de tragarse las cosas.

—No quiero armar una escena —dijo Dante en voz baja. —No quiero parecer inseguro o controlador… pero tampoco quiero sentirme así. Odio esta sensación.

Cuando llegaron a casa, el trío subió a la habitación de Dante con las bolsas. El ambiente seguía tenso, pero poco a poco las risas nerviosas comenzaron a llenar el espacio mientras desempacaban las cosas que habían comprado para Ian. Se sentaron en el suelo, rodeados de ropa nueva, accesorios y un caos de etiquetas y envoltorios.

—Ian, prueba esta camisa, te va a quedar genial —dijo Madison, lanzándole una prenda. Pero su tono seguía cargado de molestia, lo que no pasó desapercibido para nadie.

Dante permaneció en silencio, doblando cuidadosamente una camiseta mientras procesaba todo lo que había pasado. Madison, notando su estado, dejó lo que estaba haciendo y se sentó frente a él.

—Te daré un consejo, Dante —dijo con un tono más calmado pero firme. —Si la persona a la que quieres te hace sentir de esa forma, entonces hazle saber qué es lo que tú quieres realmente. Sé claro siempre con lo que respecta a tus sentimientos. No dejes que alguien te haga sentir así. En ocasiones, debes olvidar lo que sientes para recordar lo que mereces. Es lo que decía Frida Kahlo.

Dante levantó la mirada, encontrándose con la seriedad en los ojos de su amiga. Antes de que pudiera responder, Ian, que había estado abrazando el unicornio de peluche que Evan le había ganado a Dante en la feria, intervino con una voz suave:

—Dante —comenzó Ian, con la mirada fija en el peluche—, somos muy jóvenes. Y conforme crezcamos, vas a conocer a muchos chicos. Algunos serán importantes para ti, otros te harán sentir especial, y algunos van a romperte el corazón y desaparecerán de tu vida tan rápido como llegaron.

Hizo una pausa, apretando el peluche contra su pecho antes de continuar. —Vas a enamorarte, a ilusionarte, y aunque suene cruel, algunos de esos chicos van a jugar contigo. Por más que te quiera proteger, tendrás que vivirlo. Como tus amigos, solo podemos estar aquí para cuando nos necesites. No todas las historias son un cuento de hadas donde el príncipe conoce a otro príncipe. También hay villanos, brujas y uno que otro bufón.

Dante tragó saliva, sintiendo el peso de las palabras de Ian. —Solo no quiero sentirme así… —admitió, su voz temblando. —Esa inseguridad… la detesto.

Madison se acercó y puso una mano en su hombro. —Y no tienes por qué sentirte así, Dante. Pero tienes que hablar con Evan. Ignorarlo no va a resolver nada. Sé directo, dile cómo te sientes.

Hubo un largo silencio antes de que Madison rompiera el momento con un cambio inesperado de tema. —Por cierto… hablando de sentimientos —dijo con una sonrisa nerviosa. —Creo que estoy enamorada de alguien.

Ian levantó una ceja, y Dante parpadeó, confundido. —¿De quién?

Madison sonrió tímidamente antes de responder: —Se llama James. Tiene el cabello negro, ojos verdes y… bueno, es increíblemente dulce. Me hace sentir segura y feliz, pero también un poco asustada. ¿Eso tiene sentido?

Dante e Ian asintieron al unísono.

Madison dejó escapar un suspiro soñador, recostándose sobre el colchón mientras jugaba con una de las etiquetas que acababan de cortar. Ian y Dante la miraron con curiosidad, sabiendo que estaba a punto de compartir algo significativo.

—Bueno… James… —comenzó con una sonrisa que no pudo ocultar, sus ojos brillando con una mezcla de timidez y emoción. —Lo conocí hace unas semanas, Molly's.

Ian dejó el unicornio a un lado y se inclinó hacia ella. —¿Y qué pasó? ¿Cómo fue? —preguntó con interés genuino.

Madison rió nerviosa y se tapó la cara con las manos por un momento antes de continuar. —Fue algo tan cliché que me da vergüenza contarlo, pero aquí va. Estaba haciendo fila para pedir mi café, y él estaba justo detrás de mí. Cuando me tocó pagar, me di cuenta de que había dejado mi billetera en casa. Iba a cancelar el pedido cuando él se ofreció a pagar por mí.




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