Evan estacionó el auto frente al restaurante Subway, su rostro iluminado por el reflejo de las luces de neón. Dante observó a su novio desde el asiento del copiloto, sintiendo un momento de calma después del caos de las últimas horas. Aunque ambos intentaban comportarse como si todo estuviera bien, había una tensión latente en el aire.
—¿Seguro que esto es lo que quieres? —preguntó Evan mientras apagaba el motor. Su tono era neutral, pero sus ojos, siempre tan expresivos, delataban un destello de preocupación.
—Es comida rápida, no una decisión de vida o muerte —respondió Dante, intentando sonar despreocupado. Sin embargo, su sonrisa no alcanzó sus ojos.
Entraron al restaurante, donde el aroma a pan recién horneado llenaba el ambiente. La fila era corta, pero el ruido de la música de fondo y las conversaciones alborotadas creaban una atmósfera bulliciosa. Evan se inclinó hacia Dante, tratando de ser escuchado.
—¿Qué quieres pedir? —dijo en voz baja.
Dante miró el menú con desinterés antes de encogerse de hombros.
—Quiero ese. Con todo.
Evan arqueó una ceja, pero no dijo nada. Ordenaron su comida y se dirigieron al muelle del lago. La tarde, alrededor de la una, estaba fresca, y la brisa traía consigo el olor fresco del agua del lago. El cielo estaba despejado, y el agua reflejaba el cielo. Ambos se sentaron en el borde del muelle, dejando que sus pies colgaran sobre el agua oscura.
Dante, con la cabeza apoyada en el hombro de Evan, cerró los ojos mientras masticaba lentamente su sándwich. El silencio entre ellos no era incómodo, pero había algo que ambos sabían que debía discutirse.
—Dante —comenzó Evan tras varios minutos—, ¿tienes algo más que contarme sobre esa nota que encontraste?
—Madison me habló sobre ella.
Dante se tensó ligeramente, pero no se movió. La pregunta flotó en el aire por un momento antes de que suspirara profundamente.
—Es solo que... no sé qué pensar. Primero aparece en mi escritorio. Es demasiado extraño para ser una coincidencia. Además, hoy hablé con la nueva concejera estudiantil y me dio una mala sensación, no lo sé, mi piel se erizó. La manera en la que me mira es como si tuviera intenciones de entrometerse más, como si de lo que hablamos no le fuera suficiente.
Evan frunció el ceño, su brazo apretando ligeramente el hombro de Dante en un gesto de apoyo.
—¿Qué decía exactamente la nota? —preguntó con cautela.
—"El pasado siempre encuentra la forma de alcanzarte" —respondió Dante, su voz apenas un susurro. Luego lo miró, buscando algo en sus ojos verdes— Y sé que suena paranoico, pero...
Evan negó con la cabeza antes de que pudiera terminar.
—No es paranoia si tienes razones para preocuparte. ¿Crees que alguien te está siguiendo o tratando de enviarte un mensaje? ¿Aún no saben quién fue la persona que te dejó esos periódicos viejos en el auto ese día en la feria?
Dante se encogió de hombros, volviendo su mirada hacia el agua.
—No lo sé. Puede que solo sea una broma de mal gusto, pero... ¿cómo sabría alguien dónde estaríamos o lo de ayer en mi escritorio?
El silencio cayó de nuevo mientras ambos contemplaban las ondas suaves que se formaban en la superficie del agua tranquila del lago. La brisa se intensificó, obligándolos a ajustar sus chaquetas. Finalmente, Evan rompió el silencio.
—Mira, si esto sigue ocurriendo, vamos a investigarlo. Juntos. Pero por ahora, no dejes que te consuma. Sea lo que sea, lo enfrentaremos. ¿De acuerdo?
Dante asintió, relajándose ligeramente contra el hombro de su novio.
—De acuerdo. Pero no quiero que te metas en esto más de lo necesario, Evan.
Evan sonrió, una sonrisa suave y sincera.
—Demasiado tarde para eso, Dante. Ya estoy metido. Y no voy a dejar que enfrentes esto solo.
Aunque las preocupaciones no se habían disipado por completo, ambos encontraron consuelo en la compañía del otro, sabiendo que, al menos, no estaban solos.
Después de la comida, ambos estaban boca arriba acostados sobre las tablas del muelle. Dante tenía su cabeza apoyada en el brazo de Evan, mientras este cubría su rostro con su brazo derecho, protegiéndose de la luz suave del sol. La calma del lago era apenas perturbada por el movimiento ocasional de las pequeñas olas.
Dante desvió la mirada hacia Evan, observando las líneas definidas de su cuello, la prominencia de su manzana de Adán y los músculos que se marcaban bajo su camiseta. Había algo magnético en esa tranquilidad, en la forma en que Evan parecía despreocupado. El corazón de Dante latía con fuerza; una mezcla de nervios y deseo le recorría el cuerpo.
Sin decir palabra, Evan giró su rostro hacia él. Sus miradas se cruzaron, cargadas de una intensidad que hablaba más que cualquier diálogo. Lentamente, Evan se inclinó hacia Dante, y sus labios se encontraron en un beso profundo y cargado de pasión. Las tablas del muelle crujieron suavemente bajo ellos mientras Dante se colocaba a horcajadas sobre Evan, buscando más de ese contacto. Ambos se separaron brevemente, jadeantes, pero sus ojos se mantenían fijos, mostrando alegría y un destello de lujuria.
Dante volvió a inclinarse, atrapando nuevamente los labios de Evan en un beso más profundo. Sus manos temblaban ligeramente mientras desabrochaba la camisa de Evan, revelando su torso bien trabajado. Los dedos de Dante exploraron cada rincón de su pecho, mientras Evan bajaba su rostro, dejando un rastro de besos por su cuello. Cada contacto hacía que el cuerpo de Dante se estremeciera; una mezcla de excitación y ansiedad le llenaba.
Evan, por su parte, estaba sumido en la sensación de tener a Dante tan cerca. Sus manos se movían instintivamente, recorriendo la cintura de Dante y atrayéndolo más hacia él. Su respiración se volvía más rápida, pero no dejaba de mirarlo, buscando asegurarse de que Dante estuviera cómodo. Cuando deslizó una mano bajo la camiseta de Dante, sintió cómo este se arqueaba hacia su toque, y eso encendió aún más el fuego dentro de él.