Cap. 3
Adam.
Deje al niño de lado y me he convertido en un joven, sigo estando un poco llenito, no estoy gordo pero tampoco soy un flacucho, algunas cosas cambiaron y otras simplemente se mantuvieron firmes como el hecho de que aprendí a que solo debo contar conmigo en el mundo. Tammy se fue a cuidar a su familia, mamá siguió enamorada de mi padre y de su labor. Mi padre sigue siendo un dolor de cabeza sin embargo desde que su “amada Letty” se casó con el administrador de poca clase ya no me golpea físicamente, sigue con su repertorio de insultos sin embargo trato de limpiarme las narices con su palabrería barata, que admito qué hay ocasiones en las que si me hieren pero ya menos que antes.
Observo salir a la chica que viene a dar su servicio social, es bonita y debe ser de intercambio porque los rasgos no son muy europeos que digamos, según lo que se es latina y se gano una beca para dar su servicio aquí, según mis cálculos me debe ganar por unos cinco o cuatro años, pero eso no quita que me guste.
Siente mi mirada y voltea a saludarme, me pongo de pie y me dirijo con ella. Su piel morena hace que me interese más por ella, al igual que el color chocolate de su cabello, sin mencionar sus ojos color Café, es guapísima su cuerpo grita de dónde viene y apuesto que en la pista de baile sabe hacer “ambiente”. He estudiado el español desde pequeño al igual que sus culturas de aquellos países, he tenido la oportunidad de ir y la comida, música, cultura y entusiasmo me han encantado.
—Buenos días, ¿vas de salida? —pregunto serio.
—Sí, mi turno termino ¿tienes alguna duda?
Me lamo los labios y dudo en seguir mi conquista.
—Quería ver si me das tu número, tengo algunos pagos atrasados y quiero ver si me puedes ayudar con alguna prórroga.
Se ríe y sus mejillas morenas se ponen rojas.
—Mira nada más, ¿Adam Hoffmann tiene pagos retrasados?
Asiento.
—Pues según yo, ese alumno tiene pagado todo hasta el certificado.
Me rio internamente, es lista y siento como mis mejillas pican.
—Duda resuelta. —no sigo diciendo más y me doy la media vuelta. Tonta si no aprovecha la oportunidad, dudo que pueda conseguir a alguien de mi estatus.
—Sin embargo, podemos hablarlo, toma— me entrega un pedazo de papel arrugado con su número. —por si surge otra duda.
Asiento, lo tomo y me marcho.
Cuando llegó a casa observo la misma imagen que por años he observado, los sirvientes haciendo sus labores sin dirigirse hacia a mí en ningún momento. A veces siento que me ven como si fuera un ser superior a ellos, pero no es así. clavó los ojos en el retrato familiar y me da jaqueca ver esa hipocresía.
Escucho risas del despacho de mi padre, me quedo parado y la puerta se abre enseguida mostrando a Francis y a papá.
No les presto atención y continuó mi camino. Observo retratos y pinturas antiguas, estatuas y bustos, un montón de cosas innecesarias en una casa que pocas veces se muestra al público, ya que parece museo. Personal de limpieza hay en exageración y puedo asegurarme que jamás he caído en el cuento de que El Niño rico se enamora de la chica de la limpieza y vive feliz para siempre, esos solo son historias ficticias y lo afirmo yo que he visto a mujeres muy hermosas por aquí que a veces vienen a ayudar a sus madres. Sin embargo, eso solo son cuentos chinos que nos venden. Diría que el rico no se enamora del pobre, pero mi Madre lo hizo con mi padre así que sin palabras.
Envío un mensaje a la chica diciéndole que hoy a las siete la veo en el cine, no soy del tipo que se enamora de la servidumbre, pero si del que le gusta conquistar en modo básico.
Enseguida responde que sí.
Me ducho y cuando salgo observo a mi padre en mi alcoba. Mirando todo con asco, pocas veces ha entrado aquí y no creo que las veces que entro se haya fijado en la decoración.
—Eres un grosero, no saludaste a mi hijo. —suelta el primer comentario.
—Ustedes tampoco, así que no me vengas con eso.
—¿mereces el saludo? —sigo con lo mío y no le respondo, —en fin, deberías felicitarlo cuando lo veas ya que gano una importante competencia en artes, es difícil pintar en Óleo.
Lo observo, la primera que gana y él todo se emociona, miro mis repisas y hay trofeos de natación, básquet, arquería, ajedrez, robótica y olimpiadas de matemáticas, de lectura y comprensión ¿Pero a quién le importa eso?
Sigue mi vista y se enfoca en lo mío.
—Tú no tienes un premio de pintura en óleo. ¿Puedes alegrarte por una vez por tu hermano?
—Si digo que me da gusto dirás que estoy mintiendo y si no digo nada dirás que soy egoísta. Me reservo mis comentarios.
—Eres un envidioso, eso es lo que eres. Tu hermano es un genio y no lo soportas. Mi orgullo más grande es él no tú.
Niego, en su momento quise demasiado a Francis, con los años cambio demasiado y se hizo una copia exacta de papá.
—Ni tan genio, le fallan demasiadas cosas. —lo desafió con la mirada, —¿O perdió su beca por inteligente?
—su aprendizaje es diferente, sin embargo lo intenta.
—¿Seguro que es tu hijo? Digo, Alphonse Hoffmann era un prodigio en esta edad… —me rio, —Oh, espera, también le robe la inteligencia que le tocaba y me vas a culpar por eso. Solo no me culpas de que tenga Asma.
Me mira con odio y veo cómo aprieta los puños.
—La basura que no quisiera que tuviera mis genes es otro, ¿De qué te sirve tener todos esos premios si no cambia la basura asquerosa que representas para mí? Una miserable rata de biblioteca que podrá ser una genialidad para todos pero para su padre es una deshonra.
—Deja de joder y ve a haber cómo solucionas el tema de que a tu Orgullo lo van a sacar del instituto por deber materias y una gran cantidad de mensualidades. Todavía pobre y se da el lujo de reprobar.
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Editado: 18.11.2024