Cap. 11.
Bruno.
Volteo a ver a Adam, esta semana ha estado más raro de lo normal, se mira ausente y puedo jurar que los rasgos se le han endurecido, mira con atención el diseño de prótesis que están haciendo, no dice nada, solo está parado observando haciendo que las otras personas lo miren con nerviosismo.
Sigo en lo mío y de vez en cuando lo volteo a ver, el programa lo hago rápidamente y conecto el prototipo que estoy armando, funciona bien, sin embargo tarda en hacer su función, son solo segundos que alguien que no sabe sobre esto no identificaría jamás. Por lo que me pongo a arreglar lo que hace falta, y lo termino justamente antes de salir.
El temporizador del celular de Adam suena y manda a todos al almuerzo.
Me estiro en la silla y veo que se queda mirando a la nada, lucho con lo que debo decirle y finalmente gana ese lado.
—Adam, ¿podemos hablar?—tarda en mirarme, pero finalmente asiente. —Sé que lo que diré no me corresponde, sin embargo, lo diré porque eres mi amigo…
No me mira y vuelve a asentir.
—He visto muy seguido a tu hermano por aquí, la primera vez no me sorprendió, fue hasta la tercera vez que lo vi, porque no venía a ver nada de la empresa, ni a ti, sino que viene a ver a Gladys… —me rio nervioso cuando su mirada se posa ante mi finalmente, —Bueno, tal vez es normal y solo son mis ideas locas. Solo lo digo porque se me hace muy raro, tal vez esta teniendo un problema y quiere un apoyo. —me rasco la cabeza. Recoge sus herramientas y se da media vuelta, avanza y yo me cacheteo mentalmente jurando no volver a ser un entrometido.
En la puerta se detiene, no voltea, pero se endereza como si estuviera a punto de que su sistema simpático esperara el ataque.
—Si llega a suceder de nuevo, él viendo o tocando lo que es mío te pido que me digas de inmediato, de lo contrario dejaré de considerarte mi amigo. —voltea y me mira, Adam dice mucho con sus señas o con su mirada y deduzco que ya sabía y ese es el motivo de su actitud.
—Por supuesto. —asiente y se marcha.
No se si hice mal o bien, hasta donde tengo entendido Adam adora a su hermano y ponerlo en ese lugar de acusado me hace tragar saliva. Pero hay cosas que se huelen a metros y yo de verdad estimo demasiado a Hoffmann.
Me voy con un grupo de asistentes a almorzar y a pasar un rato agradable, siempre estoy rodeado de pequeños o grandes grupos, la gente tiende a seguirme y hacerme partícipe de su vida, una de las asistentes esta en estado de gestación y hemos hecho algunas terapias de respiración “mindfulness” para estabilizarla cuando sus hormonas se alteran, me invitó a su fiesta de bienvenida y pase una tarde agradable con sus tías, primas y amigas. Claramente también con el padre y sus colegas, encajó en todos lados y eso me da satisfacción pura.
El almuerzo es agradable, y lo disfruto con las colegas.
Cuando vuelvo del almuerzo me enfoco en cómo Gladys grita a su personal, siempre lo hace. De hecho aquí todos gritan cuando se enfadan a excepción mía, no es por alzarme el cuello pero no disfruto gritar. ¿Para que vivir enojado? Si puedo vivir tranquilo.
Avanzó y los gritos de ella siguen en su máximo esplendor, me encierro en mi oficina y por la ventana veo como los de contabilidad corren de un lado a otro mientras el intento de reina Isabel les manda. No tengo nada en contra de la Reina, de hecho la comparación es mucha, admiro a esa mujer, más bien me refiero a los trajes tan coloridos que usa, queriendo destacar en todo. No por tal liderazgo que aquella dama desempeñó.
Una asistente viene a mi oficina y actuando por impulso se recarga en la puerta.
—Buen día ¿Todo bien?—pregunto con una sonrisa, ya que se ve algo tensa.
—allá afuera es un caos con la jefa Gladys. —respira hondo y me entrega los documentos que le había pedido.
—¿ahora que le sucede?
—Amaneció de más mal humor, supongo. Con ella nunca se sabe de que modo la vamos a encontrar.
—Eso sí. —miro la silla y la invito a que se siente cinco minutos.
Sé que tolerar a aquellos jefes que tenemos son como una patada en las bolas. Adam también ha estado demasiado serio el día de hoy, todo lo ve mal y si antes no hablaba mucho ahora menos. No se ríe de nada, no mira bien los trabajos de los demás, no comenta, no ha regañado a nadie a causa de no obedecer o no complacer a su mujer, se ve perdido. Ya sabré que sucede, así que no sobre pienso la respuesta.
ADAM.
Siento como el corazón me martillea, como si hubiera corrido demasiado y me hubiera bebido diez tazas de café. Los dientes me chocan entre sí y las nauseas no me han abandonado desde ayer. Me checo el pulso y lo traigo un poco alterado, pero dentro de los parámetros establecidos.
Después de llegar de Londres, me di cuenta de muchas cosas y confié en mi intuición unir piezas es mi especialidad, unas cuantas preguntas aquí y por allá y las respuestas se alinearon.
Ayer por la noche terminé mi relación con Gladys, es una promesa el que jamás voy a retener a nadie que no quiera estar conmigo.
Sin embargo eso no quita que me sienta como si me hubiera pasado una motocicleta por encima.
Tomo mis cosas y salgo de la oficina. No miro a nadie, ni a ella que me mira con atención cuando pasó junto de todos dispuesto a irme antes de la hora.
Mientras el chofer conduce los pensamientos me ahogan.
“El poder Vale más que el Amor”, “¿Crees que alguien podrá quererte bien? Si ni yo tu padre lo hice”. “Eres un monstruo, los monstruos no tienen finales felices”.
En la calidez de mi casa me dejo caer en el piso tras la puerta. Me desajusto la corbata y me suelto los botones de la camisa.
“Nadie va a soportar vivir una vida a tu lado”, “podrás tener poder pero jamás a una persona leal por su propia cuenta, solo será por interés”.
Me trago el suspiro, la ira y todo lo que me hace mal.
#490 en Otros
#384 en Novela contemporánea
humor celos amor, empresario mujeriego, drama amor celos intrigas mentiras
Editado: 18.11.2024